Me quedé congelada en mi rincón, el corazón latiendo con fuerza. Escuché cómo Derec gritaba con furia, su voz resonando en cada rincón de la casa.
—¿Cómo coño me encontró? —gritó, golpeando la mesa con los puños.
El hombre a su lado, visiblemente nervioso, respondió:
—Felipe fue el único que habló con ellos cuando estuvieron aquí, señor.
—¡Traiganmelo! —ordenó Derec con un tono que cortaba el aire. Su mirada era fría y peligrosa, como una tormenta que se acerca.
Pude escuchar el crujir de la madera cuando el chico llegó, su respiración entrecortada del miedo.
—¿Tú le dijiste algo? —preguntó Derec, acercándose amenazadoramente.
El chico tragó saliva antes de responder:
—Lo siento mucho, no era mi intención...
Su voz temblaba como si estuviera al borde del colapso. Derec lo miró fijamente, y en sus ojos vi una mezcla de ira y desdén.
—¿No era tu intención? —replicó Derec con sarcasmo—. ¿Y qué crees que pasará ahora?
En ese momento, un estruendo resonó en la habitación; el sonido de un arma disparada me hizo saltar. Me tapé la boca para no gritar. Todo se volvió un caos mientras el silencio seguía a la explosión del disparo. Sentí cómo el aire se volvió denso y pesado.
Derec, ahora más calmado pero aún imponente, llamó a uno de los sirvientes:
—Llévate el cadáver... ¡rápido!
La sirvienta llegó corriendo y se detuvo al ver lo que había sucedido. Sus ojos se abrieron como platos.
—Señor... —balbuceó, incapaz de procesar lo que veía.
—¡Hazlo! —gritó Derec, su paciencia claramente agotada.
La sirvienta asintió rápidamente y se acercó al chico caído. Mientras tanto, yo seguía allí, paralizada por el miedo y la incredulidad. La imagen del cuerpo sin vida me perseguiría por siempre.
Derec se pasó una mano por el cabello, intentando calmarse mientras observaba cómo llevaban al chico fuera de la habitación. Entonces murmuré para mí misma:
—Dios mío... ¿qué ha hecho?
Aún temblando por lo que había presenciado, me pregunté cuánto tiempo podría seguir ocultándome de este mundo oscuro y violento en el que estaba atrapada.
Me quedé en el umbral, sintiendo cómo las lágrimas amenazaban con caer, pero la rabia me mantenía firme. No podía dejar que se saliera con la suya, no después de lo que había hecho.
—¡Eres un monstruo! —grité, mi voz resonando en la habitación—. ¡Tú lo hiciste! ¡Tú lo mataste!
Vi cómo su expresión se endurecía, como si cada palabra que decía le hiciera perder el control. Se acercó a mí, y podía sentir la tensión palpable entre nosotros.
—No desobedecas mis órdenes —dijo con un tono helado, como si estuviera hablando con un insecto—. Te he dicho que te marches a tu habitación y dejes de llorar como una niña mimada.
“¿De verdad cree que puede tratarme así? ¿Como si fuera una niña asustada?” Pensé, sintiendo cómo el aire se volvía pesado. La imagen del chico caído me atormentaba, y su arrogancia solo avivaba mi enojo.
—¡No soy una niña mimada! —respondí con desafío—. ¡Eres un asesino! ¿Y esperas que te obedezca sin cuestionar nada?
Su mirada se volvió aún más intensa, como si estuviera dispuesto a devorarme.
—Tienes mucho que aprender sobre este mundo —dijo, su voz baja pero amenazante—. No te atrevas a desafiarme otra vez.
En ese momento, algo dentro de mí se encendió. Decidí que no iba a dejarme intimidar por él. Con cada zancada hacia la puerta, sentía cómo mi ira me daba fuerza.
“Él puede pensar que tiene el control, pero yo tengo mi propia voluntad. No voy a ser otra víctima de su juego”, reflexioné mientras me alejaba de aquella habitación llena de tensión y miedo.
Me marché con pasos firmes, sintiendo cómo cada zancada me alejaba de su sombra oscura y del caos que había desatado en mi vida.
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Desperté con el sonido del agua cayendo, el vapor envolviendo mis pensamientos como una neblina. La ducha me ayudaba a despejar la mente, pero los recuerdos de la noche anterior no se desvanecían. La forma en que el chico caía en piso dejando un charco de sangre . Me estremecí, y aunque el agua caliente caía sobre mí, sentí un escalofrío recorrer mi espalda.Me vestí con rapidez, eligiendo una blusa marrón y unos vaqueros negros
Mientras bajaba las escaleras, mi corazón latía con fuerza; sabía que tenía que mantener todo en secreto. La sirvienta me interceptó justo antes de llegar al salón.—Tu padre está aquí —me dijo con una sonrisa amable.
Respiré hondo y traté de calmarme. Al entrar al salón, vi a mi padre de pie, con esa expresión de preocupación que siempre tenía cuando me veía. Nos saludamos y nos abrazamos fuertemente.
—¿Te están tratando bien? —preguntó, su voz llena de amor paterno.
Estaba a punto de responder cuando la voz de Derec resonó en la sala.
—Dile cariño ,que estás profundamente enamorada de mí...
Su mano se deslizó por la parte baja de mi espalda, y un escalofrío desagradable recorrió mi cuerpo. No podía dejar que eso pasara frente a mi padre.
—Sí... es verdad —confirmé, aunque las palabras se me atoraban en la garganta. “¿Qué otra cosa podía decir?”, pensé con desesperación.
—¡Wow! —exclamó mi padre, sonriendo sin saber la verdad detrás de esa afirmación.
—Su hija está en las mejores manos... —dijo Derec, su tono era arrogante y posesivo.
“Si en las manos de un asesino”, pensé con amargura mientras forzaba una sonrisa.
La conversación continuó durante un rato, pero todo lo que quería era que se marchara. Finalmente, después de intercambiar algunas palabras más, mi padre se despidió. Antes de que pudiera alejarse del todo, le dije:
—No me vuelvas a tocar, por favor.
Derec se acercó a mí, su mirada era intensa y peligrosa.
—Eres mía desde el momento en que tu padre tuvo deudas con mi familia —respondió con frialdad.
Sentí cómo la rabia y el asco se acumulaban dentro de mí mientras él comenzaba a besarme el cuello. Intenté resistirme, pero era en vano; su fuerza era abrumadora.
—¡Señor! —gritaron desde otro cuarto.
Derec se apartó de mí bruscamente, maldiciendo entre dientes.
—¡Qué mierda pasa ahora! —gritó mientras se alejaba de mí.
Un chico pelirrojo apareció en la sala con una expresión preocupada.
—Se robaron la mercancía...
—¡Qué mierda! —exclamó Derec antes de desaparecer por completo del salón.
Me quedé ahí, temblando y sintiendo cómo el asco me invadía.No podía dejar que esto siguiera así; debía encontrar una manera de escapar.
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Nuevo capítulo!!!
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Besos... Hasta la próxima 🥰👋🏻
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Cautiva del Príncipe
RomanceTodos elegimos a nuestras parejas, o mejor dicho, nuestro corazón elige... Pero este no fue el caso de Diana.Su padre se encuentra atrapado en deudas con el mafioso más temido de España, y la única manera de saldar esa deuda es que ella contraiga ma...