capítulo 6

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"La boda de mi
perdición"

Siempre imaginé casarme con un hermoso vestido blanco, rodeada de amigos y familiares, en un día lleno de amor y alegría. Pero nunca pensé que esto sucedería en estas circunstancias. Mi mente está en un torbellino

¿Qué he hecho?

Los estilistas llegaron temprano esa mañana. Eran como un ejército de artistas, listos para transformar a la novia temerosa en una figura deslumbrante. Me peinaron con cuidado, creando ondas suaves que caían sobre mis hombros.

—Vas a estar espectacular —dijo una de las estilistas mientras aplicaba el maquillaje.

El maquillaje era sutil, pero realzaba mis rasgos: labios rojos como la sangre y ojos que brillaban como si estuvieran llenos de secretos. Me pusieron el vestido: una obra maestra de encaje y seda, con una cola que parecía fluir como agua detrás de mí. Cada detalle era perfecto, pero mi corazón seguía pesado.

Después de que se fueron, me quedé sola en la habitación. Miré al espejo y me encontré a mí misma: una extraña en su propio reflejo.

—¿Realmente voy a hacer esto? —pensé mientras el nudo en mi garganta se hacía más fuerte. Aun así, sabía que tenía que seguir adelante por el bien de mi padre.

Cuando llegó el momento de irme, me montaron en un auto negro elegante, el tipo de vehículo que uno espera ver en las películas. Las ventanas tintadas ocultaban mi ansiedad del mundo exterior mientras nos dirigíamos a la iglesia cercana. A través del cristal, vi a los invitados congregarse: amigos y familiares de Derec, algunos conocidos y otros con rostros desconocidos para mí. La atmósfera era tensa y electrizante.

Al llegar, mi padre se acercó a mí con una sonrisa nerviosa.

—Estás hermosa —me dijo, sus ojos brillando con orgullo y preocupación al mismo tiempo—. ¿Estás preparada?

Sentí un nudo en la garganta mientras respondía:

—Sí.

La música comenzó a sonar, llenando el aire con notas esperanzadoras pero también inquietantes. La dama de honor era una prima de Derec que se estaba hospedando en la mansión; su risa resonaba entre los murmullos de los invitados. Los padrinos eran los hermanos de Geovani; podía ver sus miradas serias mientras tomaban sus posiciones.

La ceremonia comenzó, y cada paso hacia el altar se sentía como si estuviera caminando sobre cristales rotos. El sacerdote habló sobre el amor y la unión, pero mis pensamientos vagaban hacia lo que significaba realmente este matrimonio.

—¿Aceptas a Derec como tu esposo? —preguntó el sacerdote.

Dudé un instante, mi corazón latiendo ferozmente contra mi pecho. Miré a Derec; su mirada era intensa, casi hipnótica. Pero también vi las sombras detrás de su sonrisa: las decisiones difíciles que había tomado por poder y protección. Sabía que esto era por el bien de mi padre, por su seguridad.

—Sí —respondí finalmente, aunque no estaba segura si hablaba desde el corazón o desde la necesidad.
La ceremonia había sido un torbellino de emociones, pero el momento del beso se acercaba. Cuando finalmente nos encontramos frente a frente, Derec se inclinó hacia mí. Sus labios se encontraron con los míos de una manera inesperada, suave pero intensa. No puedo negar que no besé bien; la tensión en el aire, la multitud observando y la incertidumbre de lo que significaba todo eso me hicieron sentir como si estuviera en un sueño confuso. Pero ahí estábamos, sellando un pacto que cambiaría nuestras vidas.

El sacerdote sonrió y levantó las manos.

—¡Pueden besar a la novia! —anunció, y la multitud estalló en aplausos.

—¡Enhorabuena! —dijo Martha, una tía de Derec, con una gran sonrisa. Su alegría era contagiosa.

—¿En dónde irán en la luna de miel? —preguntó con curiosidad, sus ojos brillando al imaginar destinos exóticos.

Derec miró hacia ella, su expresión era seria pero había un destello de diversión en su mirada.

—Vamos a un lugar donde podamos alejarnos de todo esto —respondió, haciendo un gesto hacia el bullicio de la sala—. Un poco de privacidad nunca viene mal.

El animador de la ceremonia tomó el micrófono y llamó a los novios al centro de la pista.

—¡Es hora de que los recién casados tengan su primer baile! —anunció con entusiasmo.

Tomé una profunda respiración mientras Derec me guiaba hacia el centro. La música comenzó a sonar, una melodía suave que llenó el aire. Sus brazos me rodearon con firmeza mientras comenzábamos a movernos al compás. A medida que girábamos, sentí cómo todos los ojos estaban fijos en nosotros; era abrumador y emocionante al mismo tiempo.

—Ya quiero ver lo que hay debajo de ese vestido en la noche de hoy... —susurró Derec mientras bailábamos, su voz profunda y llena de picardía.

No podía dejar que ese comentario me afectara. Tenía que mantenerme firme.

—Entre nosotros no pasará nada... —respondí con voz firme, intentando transmitir seguridad aunque mi corazón latía desbocado.

Su risa resonó en mis oídos, burlona y desafiante.

—No me digas que eres virgen... —dijo él, levantando una ceja como si le pareciera increíble.

Decidí ser honesta en ese momento.

—No lo soy... —revelé, sintiendo cómo sus ojos se iluminaban con sorpresa mezclada con deseo.

—Se supone que estabas destinada a mí... Ningún hombre te iba a tocar... Yo serías tú primera vez —dijo, su tono ahora más serio y posesivo.

Las palabras me hicieron sentir incómoda. Sabía que había mucho más en juego aquí.

—Todo no es como parece... —le susurré al oído—. Todo no puede ser tuyo; tienes que aprender a perder...

Intenté apartarme para poner fin a nuestro baile, pero él me agarró del brazo con fuerza, impidiendo que avanzara.

—Eres mía... Entiéndelo de una vez... —dijo con un tono posesivo que hizo eco en mi mente.—Eres mi propiedad, y nadie tiene derecho a tocarte. Solo yo puedo decidir quién se acerca a ti.

El ambiente se volvió eléctrico a mi alrededor, y todo lo que podía pensar era en él. Nuestras miradas se encontraron, y en ese instante, el mundo se desvaneció. Sentí cómo se acercaba, su mano atrapando suavemente mi rostro mientras sus ojos ardían con una intensidad que me hizo temblar.

Cuando sus labios tocaron los míos, fue como si todo encajara. El beso fue ardiente y lleno de urgencia; podía sentir la necesidad que emanaba de él. Me atrajo hacia su cuerpo, como si quisiera que fuéramos uno solo. Mi corazón latía con fuerza, y cada segundo parecía eterno mientras nos perdíamos en ese momento.

Era un beso caótico, donde cada roce hablaba de posesión y deseo. En esa conexión, sentí que el resto del mundo desaparecía; no había nada más allá de nosotros. Todo lo que sabía era que quería quedarme ahí para siempre, atrapada en su abrazo, en la intensidad de su beso.


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Nuevo capítulo!!!!

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Cautiva del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora