Había pasado una semana desde que me vi envuelta en este mundo oscuro y peligroso. La primera vez que sostuve un cuchillo, la sensación de su frío metal contra mi piel me hizo estremecer. Nunca pensé que aprendería a clasificar todo tipo de armas, desde las más simples hasta las más mortales. Pero aquí estaba, obligada a ser parte de un juego que no elegí. Geovani me miraba con aprobación cada vez que rompía una botella, como si eso fuera un logro digno de celebración.—Muy bien... —me decía con una sonrisa satisfecha—. Le diré a mi hijo que esta tarde te lleve a conocer uno de nuestros negocios...
Mientras él hablaba, yo sostenía un arma en mis manos, sintiendo su peso y su realidad. Si alguien me hubiera dicho hace un tiempo que estaría en esa situación, lo habría negado con todas mis fuerzas. Pero la vida tiene una forma extraña de llevarte por caminos inesperados.
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La noche llegó y el cielo estaba poco estrellado cuando subí al auto con Derec. Su expresión era seria, casi hostil. El motor rugía suavemente mientras avanzábamos hacia un lugar desconocido.
—No sé para qué mi padre te incluye en los negocios... —protestó él, rompiendo el silencio tenso entre nosotros.
—¿Tenés miedo a que te supere? —le lancé, buscando desafiarlo.
—Tú... —respondió con un tono burlón—. Nunca me superarás.
Eso lo decía con tanta seguridad que casi me hizo dudar. Pero no podía dejar que sus palabras me afectaran; tenía que demostrarle lo contrario.
Finalmente, llegamos a un lugar apartado de la ciudad, un edificio abandonado que parecía sacado de una película de terror. Las paredes estaban cubiertas de grafitis y la iluminación era escasa, creando sombras inquietantes. El olor a humedad y descomposición llenaba el aire, y sabía exactamente qué escondía este sitio: droga y otros negocios turbios de la mafia.
Al bajar del auto, varios hombres nos esperaban. Sus miradas se posaron sobre mí con curiosidad e incredulidad al ver a una mujer en ese entorno.
—Derec, cariño, te estaba esperando... —dijo la mujer acercándose a nosotros con paso firme y tacones resonando en el suelo como si fueran campanas. Su voz era suave pero cargada de intención.
—Hola, Karina... —respondió Derec sin perder su seriedad.
Karina se acercó y tomó la mano de Derec con confianza, mientras yo sentía cómo una oleada caliente recorría mi cuerpo. No sabía por qué esa sensación me invadía; era como si el aire se volviera pesado y mi corazón comenzara a latir más rápido.
—¿Y esta quién es...? —me miró de arriba abajo con desdén. En ese momento me di cuenta de lo informal que lucía: mis jeans desgastados y mis Converse no eran exactamente el atuendo adecuado para el lugar ni para la situación.
A pesar de eso, decidí presentarme con firmeza:
—Soy su futura esposa... —dije sin titubear mientras sentía el fuego de su mirada enfurecida sobre mí—. Y desde hoy soy la segunda al mando... —añadí mientras separaba la mano de Karina de Derec como si estuviera marcando territorio.
Karina arqueó una ceja en señal de incredulidad y cruzó los brazos sobre su pecho, fulminándome con la mirada como si pudiera quemarme solo con su furia.
Mientras tanto, los hombres comenzaron a mover cajas grandes llenas de mercancía peligrosa: paquetes envueltos cuidadosamente en plástico negro y sellados herméticamente. El ambiente se volvió tenso cuando empezaron a hablar en voz baja sobre las transacciones y los riesgos involucrados. Yo los observaba atentamente; cada palabra era un recordatorio del peligro al que me había expuesto al entrar en este mundo.
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Cautiva del Príncipe
RomanceTodos elegimos a nuestras parejas, o mejor dicho, nuestro corazón elige... Pero este no fue el caso de Diana.Su padre se encuentra atrapado en deudas con el mafioso más temido de España, y la única manera de saldar esa deuda es que ella contraiga ma...