Capítulo 8

20 5 8
                                    

Me despierto entre sábanas adormiladas, la luz del sol se cuela tímidamente por las cortinas, llenando la habitación de un brillo suave. Mis ojos se enfocan en Derec, que duerme a mi lado, su rostro sereno y despreocupado. A pesar del caos que nos rodea, en este instante me doy cuenta de que, después de todo, no es tan malo tenerlo cerca. Hay algo en su presencia que me reconforta, aunque sea solo por un momento.

De repente, el sonido estridente de su teléfono rompe la calma. Derec se despierta bruscamente, su expresión cambia al instante. Contesta con voz ronca, aún atrapado en el sueño.

—Buenos días, Luis... —hace una pausa mientras escucha lo que le dicen—. ¿Qué mierda tengo que ver con que Karina esté en el hospital?

Me acerco un poco más para escuchar con claridad. La mansión es grande y vacía, el eco de su voz resuena entre las paredes.

—Señor, la joven está internada en un hospital ya que su embarazo tiene riesgo y ella asegura que usted es el padre...

Siento cómo la tensión se apodera de Derec. Su cuerpo se pone rígido, como si una corriente eléctrica hubiera pasado por él.

—Señor... —insiste la voz al otro lado de la línea.

Sin más preámbulos, cuelga y se dirige rápidamente hacia la ducha. Me envuelvo en las sábanas y lo sigo, incapaz de contenerme.

—¿Es cierto? —logro decir, con un nudo en la garganta—. ¿Ese hijo es tuyo?

No hay respuesta. El silencio se siente ensordecedor.

—¡Me dijiste que solo fueron unos besos !—grito, dejando escapar toda mi frustración.

—Me das dolor de cabeza... —se gira bruscamente hacia mí—. No te interesa si me acosté con ella o no, no es tu puto problema...

—¡Sí que es mi problema! —replico con rabia—. Me interesa mi dignidad; se supone que soy tu esposa y resulta que hay una tía embarazada de ti. Tú mismo me aseguraste que solo fueron unos besos...

—¡Ya deja de actuar como si estuvieras celosa; ni siquiera me amas. Tú misma me dijiste que lo que sientes por mí es asco... Déjame en paz de una maldita  vez... !—me grita sin piedad.

Todo sucede tan rápido; estamos volviendo al aeropuerto en medio de esta tempestad emocional. Se supone que debería sentirme feliz por estar en mi propia casa... una casa demasiado grande para nosotros dos, llena de ecos y sombras del pasado.

La mansión donde viviremos tiene un aire majestuoso pero opresivo. Los techos altos parecen susurrar secretos olvidados mientras caminamos por los pasillos vacíos. Las paredes están adornadas con cuadros antiguos, retratos serios de rostros desconocidos que parecen observarnos con juicio.

El salón principal tiene grandes ventanales que dan a un jardín desbordante de flores marchitas; un lugar donde alguna vez hubo vida y risas. La cocina, amplia y fría, está llena de electrodomésticos modernos pero carece del calor del hogar. Y luego está nuestra habitación.

—Voy a ver cómo está Karina... —me informa Derec al salir del baño.

—Haz lo que quieras; total, tú no me debes explicaciones, como yo tampoco te las debo a ti... —le respondo con desdén.

----------

Narra Derec

Ya me encuentro en el hospital, no puedo creer esto. Con los problemas que tengo, se suma este puto problema...

Entro a la habitación donde está internada, aunque los doctores me prohíben entrar.

—Joven, no es horario de visitas... —me informa el doctor al entrar en la habitación.

Cautiva del PríncipeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora