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Había pasado una semana. Otros siete días después de la gran revelación. Y me estaba haciendo experta en ignorarlo. Sabía que era una táctica infantil, no iba a desaparecer. Pero no quería ver al elefante en la habitación.
Aunque el elefante más bien tenía el tamaño de un grano de arroz según internet.
¿Cómo un grano de arroz podía cambiar tantas cosas? No es que el agujero en mi pecho se hubiera cerrado. Pensar en los Cullen, en...él, aún dolía tanto que tenía que apoyar una mano sobre mi pecho para comprobar que mi corazón seguía latiendo, que no se había desangrado de dolor.
Pero algo había cambiado. A pesar de no tener hambre, comía. Me movía. Interactuaba más con la gente del instituto y quedaba con Jake casi cada tarde.
Que mi mundo hubiera implosionado no significaba que el del granito de arroz también. Técnicamente yo era su mundo ahora mismo, y no podía dejar que se desmoronara; así que me obligaba a vivir.
Pero además de la nueva motivación también existían nuevas preocupaciones. Debería ir al médico. Revisar que todo estuviera bien. Pero me seguían frenando las mismas razones que la semana anterior. No estaba segura de si ese bebé era enteramente humano. ¿Cómo sería si no lo fuera? ¿Si fuera medio vampiro? La biología del instituto no te preparaba para la mezcla de genes entre una humana y un vampiro.
El siguiente problema era Charlie. Tendría que contárselo en algún momento, preferiblemente antes de que se me notase. Ya había notado algunos síntomas, como mis pechos que habían crecido de forma considerable. Pronto dejarían se servirme los vaqueros.
¿Insistiría él en que viera a un médico? Bueno, dudaba de que mi padre supiera mucho sobre embarazos. Pero no podía tener este bebé sola.
Con todos esos pensamientos bombardeando mi cabeza bajé la escalera para encontrarme a Charlie sentado en la mesa de la cocina con el ceño fruncido y la vista fija en el periódico.
-¿Qué ocurre? –pregunté mientras me servía un poco de café en una taza. Según el doctor google, no había probado en tomar algo. Y últimamente dormía bien poco aunque me sentía cansada todo el tiempo.
-Han desaparecido otro par de senderistas y la prensa está encantada de anunciarlo como un nuevo asesino en serie o un animal salvaje descontrolado.
Su suspiro de cansancio conjuntaba con sus ojeras. Me sentí mal por no haberme dado cuenta antes de que mi padre parecía muy cansado.
-¿Y qué crees que es? –pregunté con suavidad mientras me sentaba enfrente de él. Me obligué a tomar una tostada parcialmente quemada que Charlie había intentado hacer. Su incapacidad en la cocina, salvo para hacer pescado, era algo que me había dejado de sorprender hace tiempo.
-Un animal o quizás se metieron por el camino equivocado y se perdieron. No serían los primeros que dan un paso en falso y caen por algún barranco oculto a simple vista. –apuró su café mientras dejaba el periódico sobre la mesa antes de levantarse. -¿Quieres que te lleve a clase?