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Apagué el motor con un suspiro y me dejé caer de nuevo hacia atrás en mi asiento, lo que hizo que éste crujiera ante la brusquedad del movimiento. No sabía qué demonios estaba haciendo de nuevo ahí en la Reserva. Por lo que sabía, todo podría ser una trampa y Jacob me daría más dudas que respuestas.
O algo peor. Porque estaba segura de que se había metido en algo muy turbio.
El sonido de unas risas me sacaron de mis pensamientos. A través de la ventanilla medio bajada de la camioneta vi a un grupo de chicos. El grupo de Sam.
"Bebé Drácula."
Esas fueron las palabras que llegaron hasta mí, coreada por la risa de algunos de ellos, con sus miradas fijas en mi camioneta.
Fue la gota que colmó el vaso de una paciencia que ya tenía muy menguada. Salí de la camioneta, dando un portazo y caminé casi corriendo hacia ellos. Parecía que al tipo que había dicho eso de mi bebé le hacía gracia verme casi correr hacia él porque mi miró mientras se reía con diversión.
-IMBÉCIL. –grité al llegar a él mientras mi puño impactaba contra su pómulo, con el deseo de borrarle esa estúpida sonrisa ardiendo en mis venas.
Automáticamente el dolor me atravesó desde mi nudillos hasta el resto del brazo. Ahogué un grito mientras acunaba mi mano. Había sido como golpear una pared. El chico no parecía haberse enterado del golpe pero la diversión había sido sustituida por la pura rabia.
-¡Bella, aléjate! –ordenó Sam mientras apoyaba una mano sobre el hombro del chico, el cual había empezado a temblar. –Paul, cálmate.
Pero Paul parecía estar muy lejos de estar calmado, de hecho podía escuchar cómo un gruñido empezaba a nacer en su pecho. Todo su cuerpo vibraba.
Di un paso hacia atrás y luego otro más mientras el resto de chicos intentaban alejar a Paul. La mirada de Sam se clavó en la mía con la alarma invadiéndola.
-CORRE.
No hizo falta que me lo dijera dos veces. Giré sobre mis talones y corrí todo lo que pude hacia la casa desde donde justo Jake salía.
-¡Bella! –su grito me llegó mientras corría hacia él.
-¡Aléjate, Jake! –le avisé, intentando que el aire me llegara a los pulmones. Odiaba estar en tan baja forma física, al final siempre parecía que tenía que correr por mi vida. Pero Jake me ignoró. Corría hacia mí.
De repente mis propios pies me traicionaron y caí al suelo. Pude parar el golpe contra el suelo con las manos, evitando lo peor de la caída. Me giré desde el suelo justo en el momento en el que Paul dejaba de ser él para dar paso a un lobo. Un enorme lobo que me enseñaba los colmillos y daba pasos hacia mí con sus enormes patas.
Rodeé mi vientre con un brazo, intentando levantarme para buscar una escapatoria cuando un enorme lobo grisáceo y blanco apareció delante de mí. Pero su atención no estaba en mí sino en el otro lobo, al que le lanzó un gruñido tan amenazador que el suelo vibró.