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Tres semanas. Tres semanas en las que no escuché nada más de Jacob. Billy ya no es que no respondiera, es que colgaba directamente. Tenía que aceptar que el que era mi amigo no quería saber nada más de mí.
O, podría ir a su casa y obligarle a decirme a la cara por qué estaba haciendo eso. ¿Era porque estaba embarazada? ¿Le daba vergüenza tener una amiga que esperaba un bebé siendo tan joven?
Quería saberlo. Necesitaba saberlo.
Porque sí él me rechazaba por ese motivo, Jake, el chico que siempre había sido amable y alegre, ¿podría esperar lo mismo de mis amigos del instituto? ¿Aparente apoyo y luego...puf, nada?
La tarde que tenía libre en el trabajo enfilé la carretera que me llevaba a la reserva. El cielo estaba tan encapotado que estaba segura de que caería un buen chaparrón pero no era algo que me preocupase. Si vivías en Forks el tiempo suficiente, te acostumbrabas a la lluvia, aunque la odiases como yo.
Para cuando llegué a la casa de los Black la lluvia caía a raudales. Recorrí con la mirada la zona desde el interior de mi camioneta. Y entonces lo vi. Jake estaba de espaldas a mí, a unos metros, caminando hacia el bosque.
Salí con rapidez del vehículo y corrí hacia él.
-JACOB. –grité para hacerme oír por encima del ruido de la lluvia. Se frenó en seco y se giró hacia mí.
¿Qué demonios le había pasado? No sólo era el hecho de que estuviera sin camiseta en plena tormenta y no pareciera importarle sino que había crecido aún más. Le costó apenas un par de zancadas ponerse a mi altura y pude ver mucho mejor su musculatura desarrollada. ¿Acaso se dopaba?
-¿Qué haces aquí? –me espetó con brusquedad. Su voz había cambiado junto con sus rasgos. No era sólo que se hubiera cortado el pelo sino que todo en él parecía más maduro.
-¡Creía que estabas enfermo! –le contesté en el mismo tono. Me sentía confusa y engañada. Y la lluvia me estaba calando hasta los huesos. -¡¿Qué demonios pasa contigo?!
-¿Es suyo?
-¿Qué? –pregunté confundida por la repentina cuestión.
-¿Estás embarazada de Cullen?
-¿A qué viene eso? ¡Claro que sí!
-¿Estás segura? ¿No es de otro?
La rabia me calentó por dentro.
-¡¿PERO TÚ DE QUÉ VAS?!
De repente se giró hacia el bosque, como si escuchara algo que yo no podía, y su cara se transformó. Una mezcla de rabia y miedo.
-Tienes que irte de aquí. –masculló y, sin miramientos, me agarró el codo para arrastrarme hasta la camioneta.
-¿Qué demonios? –mis pies tropezaban en el suelo de tierra embarrado mientras era arrastrada hasta el vehículo. No entendía nada y estaba empezando a asustarme un poco. Quizás esto no había sido tan buena idea después de todo. -¡Suéltame, Jacob!