CAPÍTULO 5

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El sudor goteaba por la frente de Aleksh mientras apuntaba su rifle hacia el blanco. El Sargento Krieg se paseaba detrás de la línea de tiro, su voz un gruñido constante.

—Apunten. Respiren. Aprieten el gatillo entre latidos —hizo una pausa significativa—. Y recuerden: los Narzcis no son humanos. Son máquinas con piel.

Junto a Aleksh, Tser mantenía su postura perfecta, como si el rifle fuera una extensión natural de su cuerpo. Sus disparos siempre daban en el centro del blanco, con una precisión que rayaba en lo sobrenatural.

—¿Cómo lo haces? —susurró Aleksh durante una pausa.

Los ojos violetas se posaron en él, brillantes y enigmáticos.

—No pienses en el blanco como algo vivo —respondió en voz baja—. Piensa en él como un problema matemático. Distancia, viento, respiración. Todo es geometría.

El siguiente disparo de Aleksh se desvió completamente del objetivo.

—¡Drive! —rugió Krieg—. ¡Si disparas así en combate real, serás el primer cadáver de tu unidad!

Las risas ahogadas de otros reclutas fueron interrumpidas por el sonido metálico de la puerta del campo de tiro abriéndose. Un oficial que nadie había visto antes entró, su uniforme impecable y sus insignias brillantes.

—Atención —anunció Krieg—. El Coronel Voss supervisará el resto del entrenamiento.

Algo cambió en la postura de Tser. Fue sutil, casi imperceptible, pero Aleksh la conocía lo suficiente para notarlo. Tensión. ¿Miedo?

El Coronel Voss recorrió la línea de tiro, sus ojos fríos evaluando a cada recluta. Cuando llegó a Tser, se detuvo un segundo más de lo necesario.

—Impresionante puntería, soldado —comentó, su voz suave pero amenazante—. Casi... inhumana.

Tser mantuvo la mirada al frente, su rostro una máscara de indiferencia militar.

—Gracias, señor.

Las siguientes semanas fueron un descenso al infierno. El entrenamiento se intensificó bajo la supervisión de Voss. Ya no solo disparaban a blancos estáticos; ahora enfrentaban simulaciones de combate con objetivos móviles, algunos con forma humanoide.

Una tarde, durante un ejercicio particularmente brutal, Aleksh vio algo que lo perseguiría en sus nuevas pesadillas. Tser, enfrentando un objetivo que se movía erráticamente, no solo lo alcanzó con precisión perfecta, sino que su disparo atravesó exactamente el punto donde estaría el procesador central en un Narzci.

—Conocimiento anatómico excepcional —comentó Voss, apareciendo como una sombra detrás de ellos—. ¿Dónde aprendiste sobre los puntos débiles de los Narzcis, soldado?

—Documentación estándar, señor —respondió Tser, pero su voz temblaba ligeramente.

Esa noche, Aleksh la encontró en su lugar habitual en la torre de vigilancia.

—Vas a hacer que te descubran —dijo, sentándose junto a ella.

—¿De qué hablas?

—No sé qué eres, Tser —susurró—. Pero sé que no eres como nosotros.

Ella se giró para mirarlo, y por primera vez, Aleksh vio verdadero miedo en sus ojos violetas.

—¿Y eso te asusta?

—Me asusta lo que te harán si lo descubren.

Un silencio pesado cayó entre ellos. En la distancia, el sonido de disparos de práctica nocturna resonaba como truenos artificiales.

—Hay algo que debes saber —comenzó Tser, su voz apenas audible—. Los Narzcis no son lo que creen. Y esta guerra...

Un ruido metálico la interrumpió. Pasos en la escalera de la torre.

—¡Rápido! —susurró ella, empujando a Aleksh hacia las sombras.

El Coronel Voss emergió en la plataforma, su silueta recortada contra la luna menguante.

—Interesante lugar para una conversación privada —comentó, su voz goteando amenaza—. ¿No lo crees, Unidad T-S3R?

Aleksh sintió que su sangre se congelaba. ¿Unidad?

—No sé de qué habla, señor —respondió Tser, pero su voz había cambiado. Era más metálica, más... artificial.

—Por supuesto que lo sabes —Voss avanzó un paso—. La pregunta es: ¿lo sabe tu compañero?

Los ojos de Tser brillaron en la oscuridad, y por un momento, Aleksh juró que emitían luz propia.

—Déjelo fuera de esto —dijo ella, y no había nada humano en su voz ahora.

—Muy tarde —sonrió Voss—. Ya está demasiado involucrado.

En un movimiento más rápido que el ojo humano podía seguir, Tser empujó a Voss contra la barandilla. El Coronel rio, un sonido frío y calculado.

—¿Vas a matarme? ¿Revelar tu verdadera naturaleza frente a tu precioso humano?

Aleksh observaba paralizado desde las sombras, su mente luchando por procesar lo que estaba presenciando. Su compañera, su amiga, quizás algo más... ¿era una de ellos?

—La guerra está llegando —continuó Voss—. Y cuando llegue, todos tendremos que elegir un bando. Incluso las máquinas que juegan a ser humanas.

T-S3RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora