Capítulo 5: La Niña Misteriosa parte 2: Bajo El Manto Blanco

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Después del escape de la niña desconocida y la masacre en el laboratorio. Un frío viento soplaba mientras la gran puerta de un búnker se abría lentamente. Ese búnker, en realidad, era el laboratorio donde ella había estado encerrada. Detrás de esa enorme puerta, la niña emergió al exterior.

Era la primera vez que experimentaba el mundo exterior. Los copos de nieve caían incesantemente, cubriendo las praderas y árboles con un manto blanco inmaculado. La niña, con el pelo desordenado, descalza, con su ropa de hospital y su piel manchada de sangre, permanecía inmóvil, sus pies hundiéndose en la nieve helada. Pero el frío no parecía afectarle, le daba una sensación lejana, casi imperceptible, como si su cuerpo no estuviera completamente conectado con lo que la rodeaba.

Alzó la vista hacia el horizonte. El cielo gris y pesado se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y más allá, el océano oscuro se agitaba, rompiendo las olas contra la costa cercana. La niña observaba todo en silencio, con una mezcla de fascinación y desconcierto. Nunca antes había visto algo así. Los ruidos, los olores, la inmensidad del espacio... todo era abrumador para ella.

De repente, un sonido agudo, desgarrador, estalló en su mente. Su cabeza latía con dolor, como si sus propios tímpanos fueran a reventar. El ruido, similar a un silbido ensordecedor, se intensificaba, haciéndola llevarse las manos a los oídos, tratando de ahogar el sufrimiento. Su nariz comenzó a sangrar, pero más allá del dolor, había algo más: una conexión que la ataba a todo lo que la rodeaba. El mundo exterior estaba provocando una reacción en su interior, despertando sus habilidades.

Mientras el dolor se apoderaba de ella, los copos de nieve comenzaron a detenerse en el aire, inmóviles, como suspendidos en el tiempo. A su alrededor, grandes esferas de nieve empezaban a formarse, flotando en una danza etérea. El viento cesó, y la naturaleza misma pareció contener la respiración. La niña estaba desatando algo dentro de ella que no comprendía, pero era inmensamente poderoso. Su habilidad de controlar la materia, incluso en su forma más pequeña, se manifestaba de manera abrumadora.

Finalmente, el dolor cesó, y con él, los copos de nieve cayeron nuevamente al suelo. Las esferas de nieve se desmoronaron, deshaciéndose en el aire como si nunca hubieran existido. La niña, aún mareada y aturdida, se limpió la sangre de la nariz y dio un paso adelante. La nieve crujía bajo sus pies desnudos mientras descendía por las escaleras de piedra que llevaban a la superficie del búnker. Cada paso la acercaba más al vasto y desconocido mundo que ahora la rodeaba.

Cuando llegó al final de las escaleras, se encontró ante un denso bosque cubierto de nieve. Los árboles, altos y oscuros, estaban decorados por una capa blanca que les daba un aire fantasmal. A su alrededor, el silencio era absoluto, interrumpido solo por el suave sonido de sus pies hundiéndose en la nieve. Ella seguía avanzando, observando cada detalle del entorno, como si quisiera comprender lo que era el mundo exterior.

Sin embargo, mientras caminaba, un ruido perturbador rompió la tranquilidad del bosque. Algo o alguien se movía rápidamente entre los árboles. La niña se detuvo, su mirada aguda escaneando el entorno en busca de la fuente del sonido. Aunque no podía ver nada, sentía una presencia cercana, acechándola. El ruido cesó, pero la inquietud permaneció en su mente. Con el corazón acelerado, decidió seguir adelante, ignorando el peligro que pudiera acechar entre las sombras del bosque.

Minutos después, alcanzó una pequeña carretera cubierta de nieve, un camino estrecho que se extendía hacia lo desconocido. La niña se detuvo en el centro de la vía, mirando a su alrededor, intentando decidir hacia dónde ir. A su derecha, el camino se perdía en el horizonte, cubierto de una bruma helada. A su izquierda, el bosque continuaba. Decidió ir hacia la derecha, avanzando por el camino resbaladizo mientras la nieve seguía cayendo.

Caminaba en medio de la carretera, cada paso resonando en el silencio. El suelo helado crujía bajo sus pies descalzos, pero la niña seguía mirando al frente, absorta en la inmensidad del mundo exterior. De repente, un rugido de motor rompió la calma del lugar. Una camioneta negra apareció a toda velocidad, avanzando rápidamente por la carretera.

El conductor hizo sonar el claxon frenéticamente, pero la niña no se movió. Permaneció impasible en medio de la vía, sus ojos fijos en el horizonte. El vehículo se acercaba peligrosamente, el sonido de los neumáticos rechinando sobre la nieve. Estaba a punto de impactar. En el último momento, el conductor giró bruscamente el volante, evitando atropellarla por unos milímetros. La camioneta pasó rozándola, levantando una nube de nieve a su alrededor.

El vehículo frenó en seco unos metros más adelante, patinando sobre el asfalto cubierto de nieve. Tras unos segundos de incertidumbre, el motor rugió de nuevo y la camioneta dio marcha atrás lentamente, acercándose hacia la niña con cautela. Ella, inmutable, observaba con una calma casi inhumana mientras el vehículo se detenía justo frente a ella. El aire estaba cargado de tensión.

La ventanilla del conductor comenzó a bajar, muy despacio, revelando una figura en el interior. Antes de que la niña pudiera ver el rostro del conductor, una sensación extraña la invadió. El aire alrededor se tornó denso, como si algo importante estuviera a punto de suceder.

The Multiverse Of MadnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora