Pablo entra por la puerta y su mirada choca con la mía. No sé explicar la sensación de ser observada por sus azules ojos, pero si tuviera que intentarlo diría que es como agua muy fría recorriéndome la espalda bajo la ropa, como si un trozo del iceberg con el que choco el Titanic me diera una bofetada en la cara. Siento como si alguien estrujase mi estómago. Por primera vez en este día me he puesto nerviosa de verdad.
- Ya estoy aquí.- dice de mala gana dejándose caer al sillón que esta junto al mío.- ¿Qué quieres ahora?
- Ella es Marizza. Te casaras con ella.- suelta Bustamante sin anestesia ni nada.
Pablo me observa en silencio durante unos momentos. Espero a que diga algo, pero de pronto se pone a reír. Tiene una risa perfecta, podría ser un sonido celestial si no fuera porque es gilipollas.
- ¡Basta! – grita Bustamante dando un golpe contra el escritorio
- Como broma es buena, lo reconozco.- le contesta Pablo que ha dejado de reír
- No es una broma. Te lo advertí Pablo. Hay mucho en juego y necesito que tú te centres. Con este matrimonio se acabaran todos esos rumores. Se acabó lo de estar de fiesta día tras día, tomando y metiéndote en la cama de cualquier mujerzuela que se te ofrezca.
- ¡Pero tú estás loco!- grita un Pablo histérico.- No pienso seguirte el juego. Esta vez no...- me mira.- Y mucho menos me voy a casar con una simple camarera.- Eso me ofende pero prefiero no responderle como se merece.- No vas a obligarme a casarme.
- Es un hecho. O te casas con Marizza o ya puedes ir haciendo las maletas.- Bustamante está bastante tranquilo, se nota que está acostumbrado a manejar a su hijo y convencerle para que haga lo que él quiera.
- Pues hare las maletas.- responde Pablo levantándose de su sillón para marcharse
- Perfecto, pero solo puedes llevarte lo que hayas comprado con tu propio dinero... claro que no te has podido comprar nada puesto que nunca has trabajado... Tampoco puedes llevarte mi dinero y por supuesto llamare al banco ahora mismo para que anulen tus tarjetas.
- Pero... ¡no puedes hacer eso!
- Claro que puedo. Es mi dinero. Son cosas compradas con mi dinero.- Sergio sigue tan tranquilo como hasta ahora mientras que yo estoy más nerviosa y no sé muy bien cómo reaccionar.
- A...si... y... y ¿Qué va a decir la gente cuando vean que el candidato a la presidencia deja en la calle a su hijo?
- La gente ya sabe la clase de tipo que tengo por hijo. Un borracho, mujeriego y bueno para nada. Entenderán que mantener a un vago como tú no entra dentro de mi concepto de familia.- puedo sentir como cada palabra destroza a Pablo, no me extraña que este tan hecho polvo.
- Perfecto. Entonces no tenemos más que hablar. No necesito nada más de ti.
- Imbécil. Insensato. Eres el peor hijo que un padre puede tener.- grita Sergio mientras Pablo sale del despacho- Eres un desagradecido, un inútil...
- ¡Basta!- grito y Sergio me mira.- No puedes tratarle como basura y pretender que te obedezca.
- No estás aquí para darme consejos estás...
- Para casarme con tu hijo.- le respondo mientas me levanto del sillón y agarro la revista que esta sobre su escritorio.- Y si le hechas no podré hacerlo.
No dejo que me responda. Ni tan siquiera sé de donde he sacado el valor para enfrentarle de esa manera, pero viendo como estaba tratando a Pablo no podía quedarme quieta. Salgo del despacho y veo al rubio entrando por una de las puertas. Voy tras de él y abro sin llamar. La estancia es una sala de cine, en el centro hay un sofá de cuero blanco en forma de u, con una mesita baja delante, en la pared de enfrente un gran televisor, varios altavoces y distintos aparatos para conectar al televisor. Al lado de la puerta hay una estantería llena de películas. Pablo está golpeando uno de los cojines del gran sofá.
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¿Tenemos un trato?
Ficção AdolescenteMarizza es una chica humilde que vive en la zona pobre de la ciudad. Jamás se imaginó que el decidir remplazar a su madre en un catering de una fiesta de la familia Bustamante, la llevaría a terminar haciendo un trato que le cambiaría la vida para s...