El grupo avanzaba lentamente por los corredores oscuros del templo, sus pasos resonando en la quietud del lugar. Kira iba al frente, con su linterna iluminando las paredes cubiertas de inscripciones antiguas. Las runas Jedi parecían cobrar vida a medida que pasaban, como si el lugar despertara después de siglos de abandono. Dorin, a su lado, mantenía una expresión serena, pero sus ojos escaneaban cada rincón, alertas a cualquier signo de peligro. Lana y Rolan seguían detrás, con las armas listas, conscientes de que el templo no era un lugar común, sino una trampa para aquellos que no respetaban los secretos que guardaba.
El aire se hacía más pesado a medida que descendían, como si la energía de la Fuerza fluyera con más intensidad en las profundidades del templo. Había algo extraño, un poder que Kira sentía vibrar en su interior. El holocron que había descubierto parecía resonar con ese lugar, como si las respuestas que buscaba estuvieran cada vez más cerca.
—El corazón del templo está más allá de esta puerta —dijo Dorin en voz baja, deteniéndose frente a un arco antiguo que bloqueaba su camino—. Lo que buscamos está adentro, pero no será fácil de alcanzar. Los Jedi construyeron estas cámaras para proteger sus secretos de aquellos que buscan poder sin sabiduría. Y los cultistas de Malakar lo saben.
Kira miró la puerta. Era una estructura colosal, con inscripciones que apenas podía entender. El símbolo de la Orden Jedi estaba grabado en su centro, y a su alrededor, relieves de batallas antiguas entre la luz y la oscuridad.
—¿Cómo la abrimos? —preguntó Kira, tocando las inscripciones con una mezcla de admiración y miedo.
—No la abrimos —respondió Dorin—. La puerta solo se abrirá ante un corazón puro en la Fuerza. Es una prueba. Solo los dignos pueden entrar.
Lana soltó un suspiro, rodando los ojos mientras miraba la puerta.
—Genial. Una puerta sensible a la Fuerza. ¿Y qué pasa con nosotros, los mortales comunes y corrientes?
—Nosotros debemos protegerla —dijo Rolan, ajustando su bláster—. Los cultistas están cerca. Y no creo que les importe mucho cómo entrar. Si no lo hacemos nosotros primero, lo harán ellos a su manera.
Kira se concentró. Sabía que el templo resonaba con la Fuerza, lo había sentido desde que entraron, y el holocron había despertado algo en ella. Cerró los ojos, respirando hondo, buscando en su interior la conexión que Dorin había mencionado. Pero la duda la acechaba: ¿sería digna de pasar la prueba? A lo largo de su vida, Kira siempre había sido una buscadora, explorando lo desconocido en busca de respuestas, pero nunca había considerado que ella misma pudiera estar conectada con algo tan profundo como la Fuerza.
Mientras Kira intentaba concentrarse, un temblor recorrió el suelo del templo. De repente, un estruendo resonó en el pasillo detrás de ellos. El eco de botas pesadas y el zumbido de sables rojos llenaron el aire. Los cultistas habían llegado.
—¡Están aquí! —gritó Lana, girando rápidamente y desenfundando sus blásteres.
Rolan se colocó junto a ella, su mirada fija en el pasillo oscuro de donde provenían los sonidos. En la distancia, la luz roja de los sables de los cultistas iluminaba la oscuridad, proyectando sombras siniestras en las paredes del templo.
—¡Kira, tienes que abrir esa puerta, y rápido! —rugió Rolan mientras alzaba su bláster y disparaba hacia los enemigos que se aproximaban.
Dorin desenvainó su sable de luz, una hoja verde brillante que contrastaba con los tonos oscuros del templo.
—Nosotros los detendremos. Haz lo que debes hacer, Kira. Confía en ti misma.
El combate estalló en la entrada del pasillo. Los cultistas, ataviados con túnicas negras, avanzaban con una precisión implacable, sus rostros cubiertos por máscaras, moviéndose al unísono, como si fueran una única entidad guiada por el poder oscuro de Lord Malakar. Los sables rojos cortaban el aire, mientras los rayos de los blásteres de Lana y Rolan llenaban la sala con destellos cegadores.
Dorin, con la serenidad de un maestro Jedi experimentado, enfrentaba a los cultistas con movimientos precisos y controlados. Cada vez que su sable de luz se encontraba con los de sus enemigos, el zumbido de las armas llenaba el espacio, y chispas volaban en todas direcciones. A pesar de su edad, Dorin se movía con gracia y determinación, bloqueando ataques y devolviéndolos con la misma fuerza.
Mientras la batalla se intensificaba, Kira se arrodilló frente a la puerta, cerrando los ojos con más fuerza. La adrenalina corría por sus venas, pero sabía que no podía dejarse llevar por el miedo. Tenía que concentrarse, sentir la Fuerza fluir a través de ella, confiar en que la puerta respondería.
El caos a su alrededor parecía desvanecerse mientras se sumergía en la calma interior que la Fuerza le proporcionaba. Sentía una energía cálida, una corriente invisible que fluía a través del templo, conectándola con algo más allá de lo que podía ver. La respiración de Kira se volvió más lenta, más profunda, y en ese momento, sintió la conexión. La Fuerza no era algo que pudiera controlar, sino algo que debía aceptar, algo que siempre había estado allí, esperándola.
De repente, el símbolo Jedi en la puerta comenzó a brillar con una luz azul suave. Las antiguas runas a su alrededor se iluminaron, una tras otra, como si respondieran a su presencia. La puerta, que había permanecido sellada por siglos, comenzó a abrirse lentamente, emitiendo un crujido bajo que reverberó por toda la cámara.
—¡Lo logré! —exclamó Kira, con una mezcla de sorpresa y alivio.
Lana, sin apartar la vista de los cultistas que seguían atacando, gritó:
—¡Perfecto, pero no celebres todavía! ¡Nos están superando!
Rolan disparaba con precisión militar, pero la oleada de cultistas era constante. Eran demasiados, y no parecían detenerse. Su rostro estaba cubierto de sudor, pero no mostró signos de rendirse.
Dorin, por su parte, había empezado a retroceder hacia la puerta, bloqueando a los cultistas mientras lanzaba pequeños empujones de la Fuerza que hacían retroceder a sus enemigos. A pesar de su destreza, sabía que no podrían resistir mucho más tiempo.
—¡Kira, entra! —ordenó Dorin—. El poder que buscas está adentro. Nos encargaremos de esto.
Kira vaciló un segundo, viendo cómo sus amigos luchaban por mantener a raya a los cultistas. Pero sabía que Dorin tenía razón. Lo que había detrás de esa puerta era la clave para detener a los seguidores de Lord Malakar. Si no lo conseguían, todo lo que habían hecho hasta ese momento sería en vano.
Con un último vistazo a sus compañeros, Kira cruzó el umbral. Al otro lado, se encontró en una vasta cámara iluminada por cristales de kyber incrustados en las paredes. En el centro, sobre un pedestal de piedra, descansaba un artefacto antiguo, rodeado por una energía dorada que pulsaba suavemente, como si estuviera vivo.
Este era el corazón del templo. Y dentro de él, Kira sabía, estaba la única esperanza de detener a los seguidores de Malakar y evitar que el poder oscuro del Sith volviera a gobernar la galaxia.
Con determinación, avanzó hacia el artefacto, sabiendo que la verdadera prueba acababa de comenzar.
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El Último Guardián de Tython
FanfictionEl Último Guardián de Tython cuenta la historia de Kira, una intrépida exploradora y cazadora de tesoros obsesionada con los secretos Jedi y las antiguas leyendas de la Fuerza. Cuando encuentra un holocrón Jedi en ruinas olvidadas, desata sin saberl...