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El rugido que emergía de las profundidades del templo resonó por todo el lugar, estremeciendo el suelo bajo sus pies. El aire se llenó de una tensión palpable, como si la misma Fuerza estuviera anticipando el conflicto que se avecinaba. Kira sostenía el sable de luz de Dorin con una mezcla de respeto y determinación. Aún sentía la vibración de su hoja azulada entre sus manos, su luz brillando con fuerza mientras avanzaban por el pasillo. Los ojos de Kira se fijaban en la oscuridad más adelante, esperando lo inevitable.

—¿Qué es lo que nos espera? —preguntó Rolan con el ceño fruncido, sus ojos explorando el corredor en busca de cualquier señal de movimiento. Su mano firme sobre el bláster denotaba la experiencia que había adquirido en las líneas de combate del Imperio, pero incluso él sabía que no había enfrentado algo como esto antes.

—No lo sé —respondió Kira, con la voz cargada de incertidumbre—. Pero la Fuerza aquí es fuerte... inestable. Algo más nos vigila.

Lana avanzaba a su lado, sus sentidos agudizados y su mirada fija en cualquier posible amenaza. Era una cazadora, acostumbrada a cazar y a ser cazada, pero el aura que envolvía el templo Jedi antiguo era distinta. Incluso ella, con toda su experiencia, se sentía en desventaja ante la mística que emanaba de los muros.

—Nos guste o no, estamos dentro de una antigua trampa. Este templo no va a dejarnos ir tan fácilmente —comentó Lana en voz baja—. Estoy segura de que los Jedi lo diseñaron para proteger sus secretos... pero no les importó que, algún día, los que quedaran fueran gente como nosotros.

De repente, una vibración aún más intensa sacudió el lugar. El grupo se detuvo, instintivamente levantando sus armas. El aire en el pasillo parecía espesarse y, antes de que pudieran reaccionar, una figura emergió de las sombras. Era alta, encapuchada, con una presencia espectral que exudaba una sensación de poder frío y antiguo. Su rostro apenas era visible, pero los ojos, dos puntos de luz roja ardiente, brillaban en medio de la penumbra.

—Bienvenidos, forasteros —la voz de la figura resonó como el eco de un recuerdo lejano—. Habéis llegado muy lejos, pero ahora os enfrentáis a la prueba definitiva. Este lugar no cederá sus secretos tan fácilmente.

Kira alzó el sable de luz con cautela, sus ojos fijos en la figura. —¿Quién eres? ¿Eres un guardián de este templo?

La figura avanzó unos pasos, sin parecer intimidada por el arma Jedi. —Soy un eco del pasado. Una sombra de lo que una vez fue. Un protector de los secretos olvidados de los Jedi. Aquellos que se atrevan a desafiar este lugar deben demostrar su valía. O perecer en el intento.

Rolan, con su bláster apuntando al ser, dio un paso adelante. —No hemos venido a destruir nada. Solo estamos buscando respuestas.

La figura inclinó ligeramente la cabeza. —Las respuestas tienen un precio, soldado. ¿Estáis dispuestos a pagar ese precio?

El eco en sus palabras despertó una sensación de miedo reprimido en el grupo. Kira sintió que el peso de las decisiones caía sobre sus hombros. Recordó las enseñanzas de Dorin, su sabiduría y su sacrificio, y supo que no había vuelta atrás. Con una profunda inhalación, avanzó un paso.

—Aceptamos tu desafío —dijo Kira, con la voz cargada de convicción—. Hemos llegado hasta aquí. No nos detendremos ahora.

El ser espectral alzó una mano, y el entorno a su alrededor comenzó a cambiar. Las paredes del pasillo se desvanecieron, y de repente, el grupo se encontró en una vasta sala circular. En el centro había un altar de piedra, y sobre él, un antiguo artefacto relucía con un resplandor dorado. Era un holocron más grande que el que Kira llevaba consigo, y su poder irradiaba como un faro en medio de la oscuridad.

—Este es el conocimiento que buscáis —dijo la figura—. Pero solo aquellos que verdaderamente comprendan la naturaleza de la Fuerza podrán acceder a él. Aquellos que carezcan de claridad... serán consumidos por la oscuridad que habita en este lugar.

Lana miró a Kira de reojo, sus labios fruncidos en una mueca de preocupación. —Espero que sepas lo que estás haciendo.

—No tenemos otra opción —respondió Kira—. Hemos llegado demasiado lejos para detenernos ahora.

Kira caminó hacia el centro de la sala, el sonido de sus pasos resonando en el eco de la vasta cámara. Sentía el latido del poder en el aire, el tirón de la Fuerza que emanaba del holocron frente a ella. Cerró los ojos por un momento, buscando la calma dentro de sí misma, intentando conectar con la sabiduría de Dorin, con todo lo que le había enseñado. El sable de luz en su mano parecía vibrar en sincronía con la energía del lugar, como si también reconociera la gravedad del momento.

La figura espectral observaba en silencio, sin intervenir, como si su papel fuera solo el de testigo de lo que estaba por suceder.

De repente, la temperatura en la sala descendió bruscamente. Kira sintió el frío cortante en su piel, y de las sombras surgieron varias figuras más, todos con capuchas oscuras, como si fueran los restos de los antiguos Jedi que habían protegido el lugar durante generaciones. Sus ojos brillaban con una intensidad similar a la de la primera figura, pero no había agresividad en ellos, solo expectación.

—La Fuerza no es solo luz ni oscuridad —murmuró Kira, recordando las palabras de Dorin—. Es equilibrio. Es entender ambas partes y aceptarlas.

Con un movimiento suave, levantó el sable de luz y lo alzó en dirección al holocron. La luz de la hoja azulada se reflejaba en la superficie del artefacto, iluminando la sala con un resplandor que contrastaba con la oscuridad que los rodeaba. Kira cerró los ojos de nuevo y dejó que la Fuerza fluyera a través de ella.

Por un momento, el tiempo pareció detenerse. La sala quedó en un completo silencio, como si el universo mismo contuviera la respiración. Y entonces, una explosión de luz inundó el lugar.

Las figuras sombrías retrocedieron ante la intensa energía que emanaba del holocron, y Kira sintió cómo una oleada de conocimiento atravesaba su mente. Fragmentos de historia, visiones de antiguos Jedi y Sith, todo se entrelazaba en su conciencia. Entendió que este lugar no solo guardaba secretos del pasado, sino visiones del futuro. Un futuro donde el equilibrio en la Fuerza sería más crucial que nunca.

La luz se desvaneció lentamente, y cuando Kira abrió los ojos, el holocron estaba ahora en calma, su resplandor reduciéndose a un suave brillo. Las figuras espectrales se habían desvanecido, y la presencia en la sala era tranquila, como si el templo mismo hubiera reconocido su triunfo.

—Lo lograste —dijo Rolan, con una mezcla de asombro y alivio en su voz.

—Aún no hemos terminado —respondió Kira, sintiendo el peso de la nueva información en su mente—. Esto es solo el comienzo. Lo que hemos descubierto aquí... es más grande de lo que imaginábamos.

Lana y Rolan se acercaron a Kira, mirándola con respeto renovado. Kira, ahora con el conocimiento del holocron, entendía que la batalla real no sería solo contra los cultistas de Malakar, sino por el destino mismo de la galaxia y el equilibrio en la Fuerza.

El Último Guardián de TythonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora