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El frío cortante de Arkania los recibió tan pronto como la nave salió del hiperespacio. La atmósfera del planeta era una extensión interminable de tundra blanca y picos montañosos, con vientos que aullaban entre las cumbres. Las coordenadas que Dorin les había proporcionado apuntaban hacia una región montañosa al norte, donde las temperaturas caían tan bajo que cualquier intento de rastreo sería casi imposible. A lo lejos, las luces de las estrellas brillaban con frialdad, y el sol apenas asomaba por el horizonte, cubriendo el planeta en un crepúsculo perpetuo.

Kira, Lana y Rolan observaban desde la cabina de la nave mientras descendían hacia el lugar marcado en los datos que Dorin había dejado en el sistema de la nave. Aunque Dorin ya no estaba con ellos físicamente, su presencia seguía viva en sus corazones. Kira lo sentía a través de la Fuerza, una guía silenciosa y tranquila que le recordaba lo que debían hacer. El sacrificio del antiguo Jedi no había sido en vano, pero ahora dependía de ellos proteger el holocron y detener a los seguidores de Lord Malakar.

—¿Estás segura de que este es el lugar correcto? —preguntó Lana, mirando por la ventanilla mientras ajustaba su chaqueta, asegurándose de que su equipo estuviera listo para el frío que les esperaba.

—Las coordenadas coinciden con lo que Dorin nos dejó —respondió Kira—. La biblioteca Jedi debe estar cerca, oculta en alguna parte de estas montañas. Tendremos que buscar alguna entrada secreta o algún indicio de que estamos en el lugar correcto.

—Espero que encontremos más que ruinas —dijo Rolan desde la parte trasera de la nave, revisando su equipo de supervivencia—. Este planeta no es precisamente hospitalario. Si hay algún refugio Jedi aquí, mejor que esté en buen estado. O no sobreviviremos mucho tiempo allá afuera.

—Lo que sea que haya, lo encontraremos —dijo Kira con determinación—. No hemos llegado tan lejos para fallar ahora.

Lana bajó la nave suavemente en un claro entre las montañas, donde el terreno era lo suficientemente estable para permitir el aterrizaje. El sonido de los motores disminuyó hasta quedar en un silencio casi total, interrumpido solo por el rugido lejano del viento. La temperatura en el exterior era gélida, y el aire parecía congelar cada molécula de sus cuerpos en cuanto se abrieron las compuertas de la nave.

—Bien, todos listos —dijo Lana, asegurándose de que sus guantes estuvieran ajustados y su bláster a mano—. Esto no será un paseo por el parque, así que mantengan los ojos abiertos.

Kira asintió, ajustando su capa para protegerse del viento, mientras guardaba el holocron en su mochila, asegurándose de que estuviera bien protegido. Sabía que, aunque estaban en un planeta remoto y desolado, el peligro no estaba lejos. Los seguidores de Malakar eran persistentes, y tarde o temprano, descubrirían su rastro.

El grupo descendió de la nave y comenzó a caminar por la tundra helada, avanzando lentamente hacia las montañas. Kira podía sentir la Fuerza a su alrededor, envolviendo todo el lugar como una energía adormecida, antigua y poderosa. Las leyendas hablaban de Arkania como un antiguo refugio para los Jedi, un lugar donde el conocimiento y la paz se buscaban en medio de la desolación. Pero ahora, ese conocimiento estaba oculto, esperando a ser redescubierto.

Tras varias horas de caminata, llegaron a la base de una gran montaña. Las coordenadas los dirigían hacia una de las caras del acantilado. Sin embargo, no había ningún signo evidente de entrada. Solo hielo y roca. Lana sacó un dispositivo de escaneo de su cinturón y comenzó a inspeccionar la superficie en busca de alguna anomalía.

—Aquí hay algo —dijo finalmente, señalando una sección que parecía una pared lisa de roca y nieve—. El escáner detecta una cavidad detrás de esta sección, pero no hay forma de abrirla con medios convencionales.

Kira se adelantó, sintiendo la vibración sutil de la Fuerza en ese lugar. Cerró los ojos, concentrándose, y extendió su mano hacia la roca. La energía del planeta fluía a través de ella, y comenzó a resonar con el holocron que llevaba. La Fuerza le mostró imágenes de un tiempo pasado: antiguos Jedi entrando y saliendo de la montaña, usando su conexión con la Fuerza para activar mecanismos ocultos.

—Es un mecanismo de la Fuerza —dijo finalmente—. Necesito concentrarme.

Kira se arrodilló frente a la roca, colocando ambas manos en la superficie helada. Cerró los ojos, dejando que la Fuerza la guiara. Podía sentir la energía acumulada en el lugar, dormida durante siglos. Poco a poco, comenzó a canalizar su poder, llamando a la Fuerza no solo dentro de sí misma, sino también de las montañas y del antiguo conocimiento que residía en ese lugar.

El aire alrededor de ellos comenzó a vibrar suavemente, y un sonido bajo y profundo emergió de las entrañas de la montaña. La roca frente a Kira comenzó a moverse, deslizándose hacia un lado lentamente, revelando una entrada oscura y profunda en el corazón de la montaña.

—Bien hecho —dijo Lana, con una leve sonrisa de aprobación—. Parece que hemos encontrado la biblioteca.

—O lo que queda de ella —añadió Rolan, encendiendo una lámpara para iluminar el camino mientras avanzaban hacia el interior de la caverna—. Mejor que estemos preparados. Este lugar lleva mucho tiempo abandonado, y quién sabe lo que podría haber dentro.

El grupo entró en la caverna, con el eco de sus pasos resonando en las paredes de piedra. El aire dentro era frío, pero más soportable que el exterior. A medida que avanzaban, comenzaron a ver signos de lo que una vez fue una estructura Jedi. Había estanterías de piedra vacías, escombros de lo que alguna vez debieron ser artefactos y registros, y antiguos símbolos Jedi grabados en las paredes.

—Es impresionante —dijo Kira mientras caminaba—. Este lugar es un fragmento del pasado, un santuario para los Jedi.

—Sí, pero parece que ya ha sido saqueado —señaló Lana, observando las estanterías vacías—. Si alguna vez hubo algo de valor aquí, se lo llevaron hace mucho.

Sin embargo, Kira no se desanimó. Sabía que la verdadera razón por la que habían venido no estaba a simple vista. Había más secretos ocultos en este lugar, y el holocron que llevaban era la clave para descubrirlos. Se detuvo en el centro de la sala principal y sacó el holocron de su mochila, sosteniéndolo frente a ella.

—Dorin dijo que encontraríamos respuestas aquí —dijo Kira, activando el artefacto.

El holocron se iluminó, proyectando una luz azulada que se expandió por la sala. De pronto, una figura apareció en medio de ellos: era un Jedi antiguo, un guardián de conocimiento que había dejado su legado en ese lugar. Su voz resonó en la cámara, suave pero firme.

—Bienvenidos, buscadores de la luz. Lo que buscan está más allá del conocimiento común. Solo aquellos con el corazón puro y la voluntad de la Fuerza podrán encontrar el verdadero secreto que este lugar guarda.

Kira, Lana y Rolan intercambiaron miradas. Sabían que el siguiente paso sería el más difícil. Pero estaban listos para enfrentarlo.

La búsqueda del secreto final de la Fuerza acababa de comenzar.

El Último Guardián de TythonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora