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El salto al hiperespacio los envolvió en un silencio tranquilo y vibrante, una calma temporal antes de lo inevitable. Los tres viajaban hacia lo desconocido, hacia un destino que aún no comprendían del todo, pero que todos sentían como inminente. Las constelaciones en el techo de la sala en el enclave Jedi y las palabras susurradas en sus oídos seguían resonando en sus mentes.

Endor. La Torre del Vigía.

Kira estaba sentada en la cabina, mirando las luces del hiperespacio a través del ventanal. Su mente no podía dejar de pensar en Dorin. El peso del sable de luz de su maestro caído, ahora colgado de su cinturón, le recordaba la responsabilidad que ahora llevaba consigo. "Él creyó en mí, en mi conexión con la Fuerza," pensó, tocando el sable con suavidad. "No puedo fallarle."

Mientras tanto, Lana y Rolan permanecían en silencio. Lana, concentrada en los controles, de vez en cuando lanzaba una mirada de reojo a Kira. La cazarrecompensas no solía creer en la Fuerza ni en los Jedi, pero no podía negar lo que había visto y sentido desde que se unió a Kira. “Esto va mucho más allá de un simple trabajo,” pensó Lana. “Y aunque no lo admitan, estamos en una misión que decidirá mucho más que nuestras propias vidas.”

Rolan, por otro lado, estaba revisando sus armas y equipo, pero su mente seguía dando vueltas a la visión que había tenido. Las imágenes no lo abandonaban: la batalla en la que vio a un Jedi y un Sith combatiendo no solo con espadas láser, sino también con sus ideales. Había algo en esa visión que le recordaba sus años como soldado imperial, los días en los que no cuestionaba órdenes y se dejaba llevar por la guerra. "La lealtad ciega siempre lleva a la destrucción," pensó. Desde que dejó el Imperio, esa lección lo perseguía, y ahora, sentía que algo similar estaba ocurriendo en este viaje.

Finalmente, la nave salió del hiperespacio y se encontró ante la imponente luna de Endor. La vasta extensión de bosques y montañas verdes se desplegaba ante ellos, pero no había señales de la torre. Lana observó los controles, buscando algo que indicara su ubicación.

—No hay señales de la Torre del Vigía en los escáneres, —informó Lana—. Si está aquí, está bien escondida.

—Quizás la Torre no sea algo físico, —respondió Kira—. Tal vez sea algo que solo podamos encontrar a través de la Fuerza.

Rolan asintió lentamente. —De cualquier manera, necesitamos un punto de partida. Endor es grande y no podemos perder tiempo.

Lana configuró las coordenadas para un aterrizaje en una zona despejada cerca de un denso bosque. —Vamos a buscar a nivel del suelo. La Fuerza nos guió hasta aquí, así que tal vez nos guíe hacia la Torre.

La nave descendió suavemente en una zona despejada rodeada por altos árboles. El aire de Endor era húmedo y denso, con un olor fresco a vegetación. Lana y Rolan ajustaron sus armas, mientras que Kira, aún con el sable de Dorin en su cinturón, intentaba concentrarse, dejando que la Fuerza la envolviera, esperando sentir algún rastro que los dirigiera hacia su objetivo.

—¿Lo sientes? —preguntó Lana, observando a Kira mientras esta cerraba los ojos.

Kira respiró profundamente, sintiendo la energía del planeta alrededor de ella. Había algo… sutil, como un susurro en el viento, una llamada distante. —Por aquí, —dijo finalmente, apuntando hacia el oeste, donde los árboles eran más espesos—. Hay algo allá, no sé qué, pero es el único lugar que la Fuerza me está señalando.

—Está bien, sigamos tu instinto, —dijo Rolan, ajustándose el rifle a la espalda—. Pero mantengámonos alerta. Endor no es el lugar más amigable, y si Malakar y sus seguidores están aquí, no seremos los únicos buscando respuestas.

El grupo se adentró en el bosque, moviéndose en silencio entre los troncos de árboles masivos y la densa maleza. Mientras avanzaban, el ambiente se volvía más pesado, casi como si una presencia invisible los estuviera vigilando. Los sonidos del bosque eran lejanos y amortiguados, y cada paso resonaba en la quietud.

—¿Alguna señal de la Torre? —preguntó Lana tras un rato de caminar, observando las copas de los árboles.

Kira frunció el ceño. —Es difícil de explicar, pero siento que estamos cerca. La Fuerza es más fuerte aquí, pero no sé exactamente qué estamos buscando.

De repente, un leve zumbido llenó el aire. Kira se detuvo, y Lana y Rolan inmediatamente alzaron sus armas, en guardia.

—¿Qué es eso? —susurró Rolan.

El zumbido creció en intensidad, y ante ellos, entre los árboles, comenzó a materializarse una estructura. No era algo tangible al principio, más bien un eco de lo que una vez había sido. La Torre del Vigía emergía de entre la niebla, alta y oscura, pero deteriorada, como si su existencia estuviera parcialmente fuera de fase con el mundo físico.

—Es la Torre, —susurró Kira, asombrada—. Pero... no es como esperaba. Parece más una proyección, un recuerdo de algo que ya no está.

Lana dio un paso adelante, observando la torre con ojos analíticos. —Sea lo que sea, está aquí por una razón.

En ese momento, una voz familiar resonó en el aire, baja y casi distante. —Han llegado muy lejos, pero este es solo el comienzo... La voz de Lord Malakar llenó la atmósfera, haciendo que un escalofrío recorriera la espalda de todos.

—Malakar, —dijo Rolan, apretando el puño alrededor de su rifle—. Sabía que esto no sería tan fácil.

De la Torre del Vigía, comenzaron a surgir figuras sombrías, como espectros, portando sables de luz oscuros. Eran los seguidores de Malakar, y estaban listos para detener a Kira y su equipo a toda costa.

El Último Guardián de TythonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora