Siguieron caminando durante algunas horas más. Mateo y Adrián terminaron hablando de trivialidades, y de vez en cuando Zoe decía algo, pero ella estaba más concentrada en el perrito que en otra cosa.
—Zoe, ¿ya decidiste cómo llamarle? —preguntó Adrián con curiosidad.
—Aún no... Quiero esperar a tener el nombre perfecto.
—Zoe, deberías ponerle como a ese peluche de perro que tenías.
—¿Milo?
—Sí. Quedaría lindo, ¿no?
—Mateo tiene razón, es un buen nombre —intervino Adrián—. Yo tenía un amigo que se llamaba así.
—Entonces se llamará Milo.
Mateo y Adrián continuaron su camino con la nueva resolución de Zoe en mente. Mientras avanzaban por la carretera parcialmente despejada, el sol empezaba a descender, bañando el paisaje en tonos dorados y naranjas. A ambos lados de la carretera, el entorno se tornaba en un denso bosque que había reclamado lo que alguna vez fue una transitada vía. Los árboles altos, con sus hojas que se mecían suavemente en la brisa, creaban un túnel verde que les proporcionaba una sensación de frescura y un cierto respiro en medio del caos.
—¿Recuerdas algún recuerdo especial con tu amigo Milo? —preguntó Mateo, con interés genuino en la respuesta.
Adrián miró hacia el horizonte, pensativo. —Era un tipo realmente increíble. Siempre tenía una broma lista para cualquier ocasión. Nos reíamos mucho juntos. Su presencia hacía que todo pareciera más llevadero, incluso en tiempos difíciles.
Mateo asintió, comprendiendo la importancia de esos recuerdos. —Parece que realmente lo extrañas.
—Sí, pero también me alegra recordarlo. Me ayuda a mantener la esperanza. Es un buen recordatorio de que, incluso en los momentos más oscuros, aún hay luz.
Un ruido repentino los hizo sobresaltarse. Era el sonido de un motor a lo lejos. Mateo y Adrián se detuvieron en seco, intercambiando miradas nerviosas. El perrito, Milo, también se tensó, mirando en dirección al ruido.
—Puede que solo sea un coche... o algo más —dijo Mateo en voz baja.
—Deberíamos escondernos y ver qué pasa —sugirió Adrián, ya comenzando a buscar un lugar adecuado.
Encontraron refugio entre unos arbustos y una cerca caída. Desde allí, pudieron ver un grupo de personas que se acercaban, manejando un vehículo todoterreno. Las personas parecían estar armadas, y su actitud no era amistosa.
—¿Qué hacemos? —preguntó Adrián, su voz llena de preocupación.
Mateo frunció el ceño. —No sabemos si son hostiles o simplemente viajeros. Pero no podemos arriesgarnos. Hay que mantenernos ocultos y esperar a que se vayan.
Esperaron en silencio mientras el grupo de personas se acercaba y luego se alejaba, sin notar su presencia. Mateo y Adrián se relajaron cuando el sonido del motor se desvaneció en la distancia.
—¿Crees que era una banda de saqueadores? —preguntó Adrián, con la voz temblorosa.
—Es posible. En este mundo hay gente que se aprovecha de los demás —Mateo miró a Zoe, quién se había acurrucado cerca de él—. Lo importante es que estamos bien por ahora.
Decidieron continuar su camino, manteniéndose alerta a cualquier otro signo de peligro. La conversación se desvió nuevamente hacia temas más ligeros para distraerse y mantenerse positivos. Hablaron sobre sus películas y libros favoritos, recordando cosas que les hacían sentir más humanos en medio del caos.
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Tal vez en otra vida.
Khoa học viễn tưởng"Ojalá nos hubiéramos conocido en otras circunstancias, Mateo..." En un mundo asolado por el apocalipsis zombie, dos chicos se encuentran en medio del caos, donde cada día es una lucha por la supervivencia. Mateo y su inesperado compañero, Adrián, s...