Tus ojos no son normales, por eso me gustan.

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—¿Sabes? Nunca te he dicho lo que realmente pienso, pero creo que tienes los ojos más hermosos que he visto en mi vida —dijo Mateo con una sonrisa genuina, interrumpiendo el silencio y sus ojos brillando con una sinceridad que no había mostrado antes.

Adrián se quedó inmóvil por un momento, y su expresión cambió. Pareció desalentado, como si las palabras de Mateo no encajaran con la imagen que tenía de sí mismo. Bajó la mirada hacia el suelo, como si intentara esconderse de esa revelación inesperada. Deseó tener sus lentes para desviar la atención de sus ojos que siempre había considerado imperfectos.

—No digas cosas que no piensas realmente —murmuró Adrián, su voz apenas un susurro cargado de inseguridad.

Mateo lo miró con una mezcla de preocupación y determinación. Dio un paso hacia adelante, deteniendo a Adrián en seco.

—No, espera, Adrián. —Mateo le tomó el brazo con suavidad, obligándolo a levantar la vista. —Lo digo completamente en serio.

Adrián levantó la mirada, pero sus ojos seguían reflejando desconfianza. A pesar de las palabras amables de Mateo, la autoimagen negativa de Adrián persistía.

—No te creo nada —dijo Adrián, su tono lleno de duda. —Mis ojos tienen como cuatro colores. Eso no es normal.

Mateo lo miró, como si pudiera transmitir su verdad a través de su mirada. Sus palabras estaban cargadas de una sinceridad profunda.

—Pero es hermoso. Adrián, te juro que lo es. —Mateo se acercó un poco más. —Nunca he visto unos ojos como los tuyos y eso es lo que los hace tan especiales.

Adrián parpadeó, sorprendido por la sinceridad en la voz de Mateo. Algo en su interior comenzó a ceder, la duda y el miedo lentamente desmoronándose ante las palabras de Mateo.

El silencio se hizo presente, lleno de la sinceridad cruda de las palabras de Mateo. Adrián sintió una oleada de emociones que no podía ignorar. La inseguridad seguía allí, pero la calidez de la aceptación de Mateo comenzó a abrirse paso.

Finalmente, Adrián asintió lentamente, como si aceptara una parte de él que le había causado mucha inseguridad durante mucho tiempo. Desvió la mirada y siguió caminando, le había conmovido que Mateo estuviera tan decidido a ayudarle.

Cuando iban cruzando por un supermercado en ruinas cuando escucharon balazos, inmediatamente se agacharon y sacaron sus armas, se miraron mutuamente y Mateo le hizo una seña para que lo siguiera, Adrián asintió.

Los disparos fueron seguidos por gritos de alguien que pedía ayuda y el sonido de varios infectados. Caminaron un poco más en dirección hacia los gritos y vieron a un chico aproximadamente de su edad subido encima de un estante disparando a los zombis que intentaban subir en ella.

—Yo los distraigo y tú vas por él. —Le dijo Adrián a Mateo en voz baja.

—De acuerdo. —Asintió Mateo y le tomó de la mano suavemente. —Ten cuidado, por favor.

—Nos vemos en aquella fuente. —Dijo señalando una fuente que se encontraba a unos 50 metros del lugar. Mateo asintió y empezó a correr entre los estantes.

Adrián disparó hacia arriba atrayendo toda la atención de los zombis que parecieron olvidarse de que aquél chico existía y empezaron a perseguir a Adrián, Mateo corrió en dirección al estante donde se encontraba el chico y le hizo señas para que bajara, quien asintió con fuerza y bajó con ayuda de Mateo.

—Gracias. —El chico le agradeció y le abrazó.

—No hay de qué. —Le respondió con una sonrisa. —Ven, debemos irnos.

Tal vez en otra vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora