Capítulo Uno

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Fluke Natouch se sentía inquieto.

Había terminado de lavar los platos en el fregadero y miró la enorme y reluciente cocina que estaba en el sótano de una casa más enorme todavía. Para ser exactos, una preciosa casa de campo antigua en una finca de unas cuatro hectáreas a una hora en coche de Dublín.

Tenía unos impecables jardines por detrás y un huerto tapiado al lado de la cocina. Un pequeño lago y un bosque. También tenía unos establos, pero estaban vacíos. Al parecer, el propietario, un magnate multimillonario, había comprado la casa como un capricho cuando tuvo un fugaz interés en invertir en caballos de carreras, y esa zona de Irlanda era famosa por ellos.
Sin embargo, no había comprado ni un caballo y tampoco había visitado la casa, que seguía vacía, intacta y lujosamente decorada siguiendo sus instrucciones. Ni siquiera había contratado a un empleado doméstico, lo había hecho uno de sus ayudantes.

Esa empleada doméstica había sido la madre de Fluke, que se quedó aterrada de perder el empleo cuando cayó enferma. Por eso, él había dejado su propio empleo como ayudante del chef en un restaurante de Dublín y se había ido allí para cuidarla. Dejar el restaurante no había sido un sacrificio gracias al chef, que sobaba a todos los empleados.

Entonces, de repente, su madre había muerto y cuando informó a las oficinas del dueño, le habían preguntado si quería ocuparse de la casa hasta que encontraran a alguien fijo.

Él estaba conmocionado... desconsolado... y se había encontrado aceptando, contento con la idea de tener un sitio tranquilo donde poder lamerse las heridas y aliviar el dolor.

Eso había sido hacía tres meses, tres meses que habían pasado en una neblina de tristeza y, en ese momento, estaba saliendo de esa fase de congoja.

Empezaba a tener ganas de hacer algo que no se limitara solo a cuidar la casa.

La impresión que tenía del propietario, un hombre que le interesaba tan poco que no se había molestado en buscarlo por Internet, era la de alguien tremendamente engreído, alguien que se había comprado una lujosa casa de campo y que no había ido ni a verla, uno de esos hombres ricos y poderosos con más dinero que sentido común.
Eso último era lo que había dicho su madre y ella había conocido muy bien a los hombres ricos y poderosos porque el padre de Fluke había sido uno de ellos. Había sido un rico empresario escocés del sector inmobiliario que había tenido una aventura con la madre de Fluke. Cuando se quedó embarazada, él había negado que la conociera, le aterraba que la madre de Fluke y su hijo ilegítimo pudieran meter las manos en su inmensa fortuna.
No le había ofrecido ni apoyo ni compromiso, solo la había amenazado e intimidado. Su madre había sido demasiado orgullosa y se había sentido demasiado despechada para pedirle nada y se habían marchado de Escocia. Habían acabado en Irlanda, donde el trabajo de su madre como empleada doméstica les había llevado de un lado a otro y no se habían quedado nunca mucho tiempo en el mismo sitio.

Decir que tenía un concepto muy bajo de los hombres ricos y de su forma de actuar era decir muy poco. Suspiró. No obstante, un hombre rico le pagaba muy bien por ocuparse de una casa vacía y no podía quejarse.
Entonces, esa tranquilidad que tanto había anhelado se vio bruscamente alterada por un ruido. ¿Estaban llamando a la puerta principal? Era tan raro oír un ruido así en esa casa que casi no lo reconoció.

Subió corriendo y llegó al vestíbulo justo cuando la aldaba volvió a caer sobre la puerta.

–Tranquilo, un momento...

Encendió la luz del exterior, abrió la puerta... y se quedó sin respiración.

Un hombre alto y algo moreno ocupaba toda la puerta con una mano levantada como si fuese a llamar otra vez. Tenía al otro brazo levantado y apoyado en el marco de la puerta. El cielo de finales de verano ya tenía un tono ligeramente morado y hacía que ese hombre, a contraluz, pareciera más sombrío todavía.

01- Un secreto bien escondido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora