Capítulo Once

570 66 4
                                    





Ohm notó el preciso instante en el que Fluke se marchó.

Sabía que estaba comportándose como un majadero, pero no podía evitarlo. Antes, cuando él le preguntó si las cosas iban bien y había hablado de Londres, se sintió tóxico, como si lo contaminara cuando estaba con él.

La verdad era que le costaba hasta mirarlo aunque lo anhelara como nunca.

Mirarlo a esos ojos azules...

Era como si le viera hasta lo más profundo de su ser.

Le parecía que Daniel era el único que lo miraba sin esperar nada.

Era un bebé...

Ohm frunció el ceño, pero esa confianza incondicional de Daniel le aliviaba algo por dentro, algo que

Fluke le dejaba en carne viva. Hacía que recordara demasiadas cosas, hacía que deseara cosas que no podía conseguir; dulzura, luz...

Fluke no había vuelto cuando terminó la subasta y supo intuitivamente que no volvería. Lo había expulsado.

Se dijo a sí mismo que se alegraba porque tenía que saber cómo era él.

El fantasma de su pasado le susurró, le recordó lo que valía de verdad. Fluke había hecho que creyera que podía valer algo más, pero había sido un espejismo.

Él veía demasiado y quería demasiado. Lo notaba como una petición silenciosa, una petición que no podría satisfacer.

Era preferible que él recordara quién era y quién no sería nunca antes de que le hiciera daño.

Cuando se despertó, tenía una contractura en el cuello. Se dio cuenta de que otra vez se había quedado dormido en una postura muy rara después de haberle dado de comer a Daniel. Salió del dormitorio y vio que Marianne estaba leyendo en la sala.

–¿Ha vuelto Ohm?

–Todavía no –contestó Marianne antes de fruncir el ceño–. ¿Te pasa algo?

–No... ¿Por qué?

–Te he oído vomitar.

Fluke se puso rojo porque había tenido náuseas todo el día.

–No era nada.

–¿Has vuelto a marearte? –le preguntó Marianne con los ojos
entrecerrados.

Fluke sacudió la cabeza.

–No, pero tampoco puede ser...

Fluke se calló cuando una sensación de pánico se adueñó de él y miró fijamente a Marianne.

–No puede ser, ¿verdad? –insistió Fluke.

Marianne se levantó con una expresión seria.

–No lo sé, pero no creo que la falta de mareos o vomitar sean una
protección infalible.

Fluke quiso sentarse. ¿Era posible que ya estuviera embarazado otra
vez? Se acordó de que, con Daniel, las náuseas de la mañana habían sido peores todavía por la noche.

–Estoy seguro de que no puede ser –replicó Fluke con una sonrisa forzada–. ¿Te ocuparás de Daniel si salgo un minuto?

No se dio cuenta de que se había olvidado de ponerse los zapatos hasta que se bajó del ascensor, pero no había casi nadie por allí. El salón de baile estaba vacío, bañado por la luz de la luna, y ya estaban apilando las sillas.

Vio a una persona, a uno de los ayudantes de Ohm, y le preguntó dónde estaba. Él lo llevó a otra habitación y un portero de aspecto intimidante abrió la puerta.

01- Un secreto bien escondido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora