ROSAS

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Izuku Midoriya siempre había amado las flores. Desde joven, encontraba paz y consuelo en el jardín de su madre, rodeado de la fragancia y los colores vibrantes de las flores. Al crecer, decidió convertir su pasión en su profesión y abrió una pequeña floristería en la ciudad, <<El Jardín de Midoriya>>.

Entre las flores que cultivaba, las rosas siempre ocupaban un lugar especial en su corazón. Estas le recordaban a aquel chico callado con el que compartió clases en el instituto y que, poco a poco crearon una estrecha amistad. Shoto Todoroki, así se llamaba. Era el hijo del empresario más famoso de Japón. Nunca pensó en ser amigo de alguien con un estatus superior pero ahí estaba.

Rio al recordar cómo se conocieron. Izuku estaba corriendo por el patio del instituto porque llegaba tarde. Al no ver por donde iba, tropezó con el bicolor. Ambos cayeron hacia un rosal que había ahí.

—¡Lo siento! ¡No miraba por donde iba!

—Está bien, tranquilo.

Izuku se levantó rápidamente y le ofreció la mano para ayudarle a ponerse de pie. El chico aceptó la ayuda. Se disculpó una vez más y salió corriendo. Se llevó una gran sorpresa al verlo entrar en la misma aula y sentarse a su lado. A pesar de las diferencias en sus vidas, habían encontrado consuelo el uno en el otro.

Poco a poco, esa relación de amistad evolucionó. No le había dicho a nadie más que a su madre que se enamoraron en muy poco tiempo. Hasta podría decir que habían ganado un récord Guinness. Según decía su madre: hicisteis clic.

Tras graduarse de la UA, Izuku abrió la floristería. Shoto le ayudó. Pero tras seis meses apoyándolo, de un día para otro, Shoto le dijo que debía irse de Japón por un tiempo indefinido. Salió de la floristería, dejando a Izuku agarrándose el corazón con las manos. Lágrimas empezaron a salir de sus ojos, empapando su cara. Ni siquiera le dio un beso de despedida.

Izuku permaneció de pie en la floristería, sintiendo cómo cada lágrima que caía aumentaba el peso en su corazón. Los días se convirtieron en semanas y luego en meses, pero la ausencia de Shoto nunca dejó de doler. Sin embargo, encontró consuelo en su trabajo, cuidando de las rosas y otras flores, que se convirtieron en su refugio.

Pasaron los años, e Izuku se acostumbró a la rutina de su floristería. Su negocio floreció, y "El Jardín de Midoriya" se hizo conocido en toda la ciudad por sus hermosos arreglos florales y la pasión de Izuku por las flores.

—¡Deku-kun!

La voz de su mejor amiga al mismo tiempo que la pequeña campanilla llegó  a sus oídos. El peso de Ochaco sobre él no tardó en llegar. Por poco deja caer el pequeño tiesto que sujetaba con sus manos. Lo dejó en su lugar y acomodó a Ochaco en su espalda. Ella le rodeó el cuello

—Ochaco-san, ¿qué haces aquí?

—Vengo a por ti, tengo una sorpresa.

Izuku levantó una ceja. ¿Una sorpresa? ¿A qué venía todo esto?

—Así que cierra la floristería y vámonos a tu casa para arreglarte un poco.

Usted

Pasaron los años, e Izuku se acostumbró a la rutina de su floristería. Su negocio floreció, y "El Jardín de Midoriya" se hizo conocido en toda la ciudad por sus hermosos arreglos florales y la pasión de Izuku por las flores.

—¡Deku-kun!

La voz de su mejor amiga al mismo tiempo que la pequeña campanilla llegó  a sus oídos. El peso de Ochaco sobre él no tardó en llegar. Por poco deja caer el pequeño tiesto que sujetaba con sus manos. Lo dejó en su lugar y acomodó a Ochaco en su espalda. Ella le rodeó el cuello

—Ochaco-san, ¿qué haces aquí?

—Vengo a por ti, tengo una sorpresa.

Izuku levantó una ceja. ¿Una sorpresa? ¿A qué venía todo esto?

—Así que cierra la floristería y vámonos a tu casa para arreglarte un poco

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Copilot

Izuku suspiró, rendido ante la energía de su amiga. Cerró la floristería, colgando el cartel de "Cerrado". En su camino a casa, Ochaco no dejó de hablarle sobre lo emocionada que estaba por la sorpresa, sin darle más detalles.

Al llegar a su casa, Ochaco lo empujó suavemente hacia el baño.

—¡Anda, date una ducha rápida y ponte algo bonito!

Izuku obedeció, curioso y ansioso por saber qué se traía entre manos su amiga. Después de arreglarse, salió del baño y encontró a Ochaco esperándolo con una sonrisa cómplice.

—Vamos, estamos justos de tiempo—dijo ella, tomándolo de la mano y llevándolo hacia la puerta.

Al salir de la casa, Ochaco lo guió hasta un parque cercano, donde una pequeña multitud los esperaba. Izuku se quedó sin palabras al ver a todos sus amigos y familiares reunidos. Había globos, comida y una mesa llena de flores, todas de su floristería.

—¿Qué...? ¿Por qué?— murmuró Izuku, todavía asimilando la escena.

—Queríamos agradecerte por todo lo que haces por nosotros y por la comunidad—dijo Mina, abrazándolo. —Eres una persona increíble, Izuku, y todos queríamos mostrarte cuánto te apreciamos.

Izuku, conmovido, sonrió ampliamente. Jamás imaginó que su pasión por las flores y su dedicación a su negocio tocarían tantas vidas. Rodeado de amigos y familia, se sintió verdaderamente afortunado.

La fiesta avanzó sin complicaciones. Izuku se acercó a un pequeño rosal que pertenecía al propio parque. Suspiró. Miró a la gente que estaba disfrutando de la reunión.

No podía negar que echaba de menos a Shoto. Cerró los ojos, sintiendo la brisa suave. Deseando que Shoto volviera a Japón. Fue su primer amor y, aunque había tratado de salir con otros chicos, no pudo olvidarlo.

Quizás era muy cursi pero esperaba que Shoto se apareciera ahí, en la fiesta, con un ramo de rosas. Él era así y no podía evitarlo.

De repente, oyó un susurro cerca de su oído. Su corazón dio un brinco. No, no. Imposible. Era imposible que Shoto estuviera ahí.

Abrió los ojos lentamente. Ahí estaba el chico que le había robado el corazón, con su característica mirada tranquila y... ¡Un ramo de rosas rojas en las manos! ¡Había por lo menos cien en ese ramo! El mundo pareció detenerse por un instante. La sonrisa de Shoto era tímida, pero sus ojos reflejaban una mezcla de emoción y nerviosismo.

—Hola, Izuku— dijo Shoto, extendiendo el ramo hacia él. —Perdón por hacerte esperar, pero ya estoy aquí.

Izuku no pudo evitar sonreír mientras tomaba las rosas. Su corazón se llenó de una calidez que no había sentido en mucho tiempo. Dejó las rosas sobre el mismo rosal que observaba. Sin decir una palabra, se lanzó a abrazar a Shoto, sintiendo que todas sus esperanzas y deseos se materializaban en ese momento.

—Okaeri, Sho-chan.

Shoto sonrió al escuchar aquel apodo que echaba de menos. El abrazo de Izuku fue aumentando de fuerza. Su primer amor estaba de vuelta en casa y, esta vez, no pensaba dejarlo marchar.

—Aww, sois tan adorables.

—Y empalagosos a más no poder, en serio.

—¡Kacchan!

Shoto rio. ¿Qué más da si eran empalagosos? Eran así y no iban a cambiar por los comentarios de los demás.

La fiesta continuó. Aquel 15 de julio, el cumpleaños de Izuku, no iba a olvidarse fácilmente. Ese día, Shoto e Izuku empezaron de nuevo su historia que dejaron a medias hacia unos tres años.

ONE SHOTS SONGFICSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora