Capítulo 3

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Miro por la ventanilla del avión y disfruto de la densa masa de nubes que se extiende en la distancia

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Miro por la ventanilla del avión y disfruto de la densa masa de nubes que se extiende en la distancia. Ahora que de verdad estoy en el cielo y de camino, la emoción empieza a apoderarse de mí. Me voy a las islas Galápagos. Al margen del precio del viaje y de las búsquedas mágicas, estas islas casi deshabitadas han estado en mi lista de deseos desde hace mucho tiempo. Cuando la vista de nubes y más nubes, y, uy, mira, más nubes, empieza a aburrirme, dejo la mente vagar hasta cuando me convertí en bruja.

Fue hace tres años, poco después de que empezara las clases en la Academia Peel, un internado para seres sobrenaturales. Junto con el resto de los nuevos estudiantes, pasé por una ceremonia de iniciación: el Despertar, una antigua tradición que manifiesta nuestros poderes latentes. Nos dan un sorbo de una poción amarga que les da vida a nuestros aspectos paranormales. Fue la primera vez que noté que mi magia se agitaba dentro de mí y me di cuenta del elevado precio que exigía.

Vuelvo a concentrarme en el libro que tengo en el regazo, Magia multifuncional: ingredientes y versos para aplicar a los conjuros diarios. Como mi mente no siempre es de fiar, tengo lo que cariñosamente me gusta llamar «magia adaptativa». Es una forma elegante de decir «Voy a sentir las cosas y a dejarme llevar sobre la marcha sin más». No quiero alardear, pero tiene un sesenta y dos por ciento de índice de éxito. Y, siendo sincera, es mejor que nada. Pero tengo la esperanza de que, cuanto más estudie y aprenda, más capaz seré de soltar mis habilidades innatas y aprovechar cosas como las fases lunares, los cristales, los ingredientes de los hechizos y los encantamientos. Tengo que creer que, cuanto más conocimiento le conceda a mi mente, más difícil será que mi poder lo elimine por completo.

Emperatriz...

Me detengo; una mueca me tira de las comisuras de los labios. ¿Acabo de oír algo? Un susurro de magia me roza la piel y se me pone de gallina.

Ven... a... mí...

Suelto el bolígrafo.

Vale, ¿qué coño ha sido eso?

Miro a mi alrededor para ver si alguien se ha dado cuenta. La mayoría de los pasajeros están durmiendo o viendo algo en las pantallas individuales. Sin embargo, atisbo una estela de magia color índigo que serpentea por el pasillo.

¿Alguien está lanzando conjuros...?

¡EMPERATRIZ!

El avión se tambalea y la magia azul se lanza a por mí; los hilillos de humo se me enroscan en las piernas y en la cintura. Ahogo un grito cuando veo que las hebras suben más y más con cada segundo que pasa y me cubren ya la mitad inferior del cuerpo. Le echo un vistazo rápido a la gente que me rodea, pero, aunque unos pocos pasajeros miran a su alrededor, nadie parece ver la magia que está provocando las turbulencias ni que solo se aferra a mí. Hago un absurdo intento de apartarla, pero es tan efímera como el humo y la atravieso con las manos. El hombre que tengo sentado al lado me mira con las cejas arqueadas. Siento una punzada de soledad al darme cuenta de que estoy completamente sola en esto. Los humanos que no tienen magia no pueden ver el poder del mismo modo que las brujas. Seguro que estoy ridícula dándole manotazos a la nada. Antes de que pueda explicarme, la magia que me aferra cae con fuerza y el avión vuelve a descender. Juro que siento como si intentara arrancarme del cielo. La cabina se inclina a la derecha y el libro se me cae del regazo. No veo dónde ha aterrizado, pues la magia azulona lo oculta. Sobre mí se enciende la señal de «Abróchense los cinturones». Mi corazón late con fuerza en mi pecho, mientras trato de mantener la calma.

Cautiva del EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora