6. Primer día en Ecomoda

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El día había llegado y Beatriz, con una mezcla de expectativa y resignación, se preparó meticulosamente para su primer día en Ecomoda. Escogió una falda larga y anticuada, con pliegues exagerados que arrastraban un poco, y una chompa ancha y verde que traía una pañoleta blanca alrededor de su cuello que parecía haber pertenecido a una abuelita. Para completar el look, sus inconfundibles gafas gruesas y se aseguró de que su peluca estuviera correctamente posicionada, como si fuera su cabello natural. Mientras se miraba en el espejo, Alice —quien habitaba en el cuerpo de Beatriz— sonriendo con satisfacción: cuanto más inapropiada y "fea" se veía, mejor podría mantener su disfraz y pasar desapercibida.

Después de asegurarse de que no había dejado ningún detalle al azar, bajó de su departamento y pidió un taxi. Era el año 1999, y todo tenía un aire nostálgico que la hacía sentir en otro mundo. Las calles eran diferentes, los automóviles, las personas... hasta los teléfonos celulares eran grandes y pesados, como ladrillos, y solo unos pocos tenían acceso a ellos. Zoraya, sin embargo, había conseguido esconder uno más moderno entre sus cosas por si necesitaba contactar a su sistema sin levantar sospechas.

Llegó una cuadra antes de Ecomoda y pagó al taxista, bajando para caminar el resto del trayecto. No quería llamar la atención ni parecer impaciente por su nuevo trabajo. A medida que se acercaba al imponente edificio, no pudo evitar que una chispa de emoción le recorriera el cuerpo. Ese sería el lugar donde viviría muchas de sus próximas aventuras, y donde pondría en marcha su misión de salvar a Ecomoda y ayudar a los Valencia.

Al llegar a la entrada, fue interceptada por Wilson, el portero, quien la observó con una expresión de confusión. Era evidente que no la reconocía como empleada de la empresa, y Beatriz tuvo que controlar la risa al ver cómo el hombre la miraba de arriba abajo, tratando de averiguar si realmente tenía algún propósito en ese lugar. Sin tarjeta de identificación ni fotocheck, Wilson le negó el paso de inmediato.

—¿Usted para dónde va? —preguntó con tono severo, bloqueando la entrada con su brazo.

Beatriz tensa y nerviosa, adoptando esa voz aguda e insegura que había practicado.

—Yo soy la nueva secretaria de presidencia —respondió, tratando de sonar respetuosa y algo intimidada.

—¿Usted? Mucho gusto, soy el comandante Wilson Sastoque, de las fuerzas militares —respondió con ironía mientras respndía como un miembro del ejército.

—Yo soy la nueva secretaria de presidencia, si quiere llame y confirme. Mi nombre es Beatriz Pinzón Solano — concluyó con un tono nervioso, aplaudiéndose mentalmente por tan creíble actuación 

Wilson la miró nuevamente con escepticismo. —Espero que no sea un truco. Porque aquí todas las feas como usted hacen lo que sea para colarse, a ver si la dejan modelar

El portero la dejó pasar mientras se dirigía a una cabina telefónica mientras seguía atentamente los pasos de la Pinzón. Beatriz se encaminó hacia el edificio y directamente  se dirigió hacia el ascensor. El viaje en ese pequeño espacio cerrado le dio unos segundos para ajustar su actitud y asegurarse de mantener su disfraz a la perfección. Al abrirse las puertas en el piso de presidencia, Beatriz salió con paso torpe y una expresión tímida, como si la sobriedad y la elegancia del lugar la abrumaran.

A unos metros de distancia, vio a Carmen, la exsecretaria de Roberto Mendoza, empaquetando sus pertenencias en una caja. La mujer estaba en proceso de jubilación, y al ver a Beatriz, la saludó con un leve asentimiento. Beatriz notó que aquel escritorio, vacío y bien organizado, sería el lugar ideal para establecerse, por lo que comenzó a acomodar sus cosas ahí, como si fuera el puesto que le correspondía. Sin embargo, su tranquilidad es poco.

Entre realidades | Long StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora