Beatriz cerró su maletín y dio una última mirada a su diminuta oficina antes de apagar la luz y salir al pasillo en dirección a la salida. Apenas había avanzado unos metros cuando el sistema apareció nuevamente junto a ella, flotando con esa expresión de impaciente curiosidad que tanto la divertía.
—¿Entonces? —preguntó con su característico tono sarcástico—. ¿Me vas a contar qué es eso tan "interesante" que iba a pasar?
Beatriz le lanzó una sonrisa llena de misterio y siguió caminando con calma, sin dignarse a responder.
—Un poquito de paciencia, ya lo verás —respondió con un tono críptico, manteniendo la sonrisa.
Mientras se movían por los pasillos iluminados por la luz tenue de las últimas horas de la tarde, Beatriz se detuvo en seco. Delante de ella, un grupo de modelos que había desfilado hacía solo unos momentos estaban reunidas en una charla animada, riendo y coqueteando. Entre ellas, como en el centro de un escenario improvisado, estaban Armando Mendoza y su inseparable amigo, Mario Calderón. Ambos galanes charlaban despreocupadamente, intercambiando miradas y sonrisas sugerentes con las modelos, que respondían con coquetería y risas encantadas.
Beatriz, o mejor dicho, Alice, observó la escena con expresión de asco. Sabía muy bien cómo terminaban estas "aventuras" nocturnas de Armando, y no pudo evitar un susurro burlón.
—Un infiel siempre será un infiel... —murmuró, cruzando los brazos con desdén mientras miraba el espectáculo de lejos.
El sistema, que estaba junto a ella, observaba también con una mezcla de incredulidad y desprecio. Ladeó la cabeza, como si intentara comprender el atractivo de aquellos dos "seductores".
— ¿Qué miran todas estas mujeres en el Mendoza? Si ni carisma tiene —soltó el sistema con un tono mordaz.
Beatriz dejó escapar una risa contenida.
—¿Carisma? Esa es una palabra que Armando ni siquiera conoce. Es el tipo de hombre que solo tiene fachada, pura imagen. Nada sólido detrás de ese "encanto" superficial —dijo, rodando los ojos.
Apenas terminó la frase, notó que el grupo comenzaba a moverse. Armando, Mario y las modelos caminaban juntos hacia la cochera, riendo y conversando animadamente como si la noche apenas estuviera comenzando. A Beatriz no le pasó desapercibido que Armando prestaba especial atención a una de las modelos, susurrándole al oído, y ella le respondía con una sonrisa coqueta antes de que sus labios se encontraran en un beso largo y calculado. La escena le provocó una mezcla de repulsión y curiosidad.
Decidida a dejar de perturbarse con tal escena, Beatriz se adelantó por un pasillo lateral y, una vez fuera del edificio, se escondió tras un árbol cercano a la salida de la cochera, con una sonrisa en los labios. El sistema, al verla tan interesada, volvió a aparecer, rodando los ojos con una expresión de fastidio.
—Ahora ¿qué haces? —susurró, impaciente—. ¿Y esto es parte de tu plan? ¿Esconderte detrás de un árbol a ver cómo el Mendoza se va con su cita?
Beatriz hizo un gesto con la mano para que guardara silencio, sus ojos fijos en la cochera, expectante.
—Shhh... Cállate y observa. Te prometo que va a valer la pena —murmuró sin apartar la vista.
Ambos vieron cómo el auto de Armando arrancaba, dirigiéndose hacia la salida del estacionamiento. Beatriz contuvo la respiración al ver que el seductor no iba solo; la misma modelo con la que había estado besándose antes estaba sentada en el asiento del copiloto, sonriendo mientras él le decía algo que parecía divertirla. Sin embargo, el auto no avanzó demasiado. Justo antes de alcanzar la salida, un segundo coche se detuvo frente a él, bloqueándole el paso. Armando dejó caer la cabeza sobre el volante, tocando el claxon con frustración.
Entonces, la puerta del segundo coche se abrió, y una figura masculina bajó de él con una elegancia natural y un aire de autoridad que no dejaba lugar a dudas. El sistema soltó un pequeño chillido de emoción al reconocer la silueta del hombre, y Beatriz apenas logró contener una sonrisa de satisfacción. Su interés por Daniel Valencia era un secreto que ni siquiera se molestaba en ocultar, y verlo en persona, en todo su esplendor, era algo que definitivamente había estado esperando.
—¡Déjame oír! —pidió en un susurro emocionado, mirándolo de arriba abajo con un brillo de admiración en los ojos.
El sistema la miró, rodando los ojos con evidente exasperación, pero accedió a su petición y amplió su rango de escucha, permitiéndole captar la conversación entre los dos hombres.
Daniel avanzó con paso firme hasta el auto de Armando y tocando suavemente la ventana del conductor. Con un suspiro resignado, Armando sin saber qué hacer, bajó la ventana de su lado para admirar a su "querido" cuñado. Daniel, sin dejar de sonreír con un toque irónico, le lanzó una mirada burlona.
—Hola Armando— saludó irónicamente el mayor de los Valencias conductor.
—¿Qué hay?—respodió su jefe con una sonrisa de incomodidad, mientras que el Valencia saludaba con gracia a la mujer al lado del Mendoza.
—¿Marcela está aquí adentro?—preguntó Daniel mientras Armando rápidamente negaba—No claro, si ella estuviera aquí adentro tú no estarías tan bien acompañado.
Mientras decía esto último no pudo evitar sonreírle a la modelo que estaba al lado de su cuñado. Armando intentó mantener la sonrisa, pero el nerviosismo era evidente.
—De todos modos dile que pasé por ella, a ver si quería ir a comer donde nuestro tío Jorge. Y felicitaciones. Estás cumpliendo muy bien con tu promesa—Y sin más el primogénito de los Valencia se alejó del auto para montarse en el suyo.
Beatriz, desde su escondite, observó cómo ambos autos tomaban diferentes direcciones, desvaneciéndose en la oscuridad de la noche. Un suspiro de emoción contenida se escapó de sus labios, y una sonrisa plena y satisfecha apareció en su rostro. Ver a Daniel Valencia en persona, con ese porte, esa elegancia, y esa capacidad para poner a Armando en su lugar había superado cualquier expectativa que tuviera. El sistema la vigila de reojo, notando su expresión de fascinación.
—Sí... ese es el famoso Daniel Valencia, ¿no? ¿El mismo del que tanto hablas? —preguntó con un tono irónico, sin poder resistir la oportunidad de burlarse de su anfitriona.
Beatriz asintió, sin molestarse en ocultar su entusiasmo.
—Sí, es él. Tal como imaginé... es aún más impresionante en persona. Y vaya manera de poner en su sitio al infiel de Armando. Ha sido un verdadero placer verlo en acción —respondió, mientras su sonrisa no hacía más que ampliarse.
El sistema no pudo evitar dejar escapar una risa burlona.
—Así que... esto es lo "interesante" de lo que hablabas, ¿eh? Escondida detrás de un árbol para espiar al Mendoza y admirar al Valencia. Qué emocionantes tus noches, Beatriz —se burló con sarcasmo, aunque en el fondo había una pizca de complicidad en su tono.
Beatriz lo miró, aún sonriente.
—Sabes, me ha valido la pena la noche. Después de todo lo que he pasado hoy, esto ha sido como una pequeña recompensa —dijo mientras levantaba una mano para llamar un taxi.
El vehículo se detuvo frente a ella, y Beatriz dio la dirección de su departamento antes de subir. Mientras se acomodaba en el asiento, el sistema, siempre fiel a su estilo,negó y volvió a rodar los ojos antes de desaparecer, dejando a una Beatriz satisfecha, feliz de haber presenciado aquella escena que le brindaba más material para enfrentar a su "querido jefe" y con una emoción latente ante lo que poco había visto de Daniel Valencia en su esencia pura.
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Entre realidades | Long Story
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