It's like Catching Lightning

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Un estruendoso sonido invadió la habitación hasta que una mano tomó el despertador y lo lanzó al suelo rompiéndolo en el proceso. El culpable despegó su espalda de la cama y forzó a sus párpados a abrirse. 

Hoy iba a ser un día de mierda. Lo sabía. 

Empezando porque otra vez se había olvidado de reconfigurar su alarma, ya que seguía despertandolo media hora antes. Eso le daba tiempo extra. Claro.

Tiempo extra para prepararse, encender el coche y conducir hasta la casa de Roier.

Pero no necesitaba hacer eso. Ya no. 

Ahora solo apagaba la alarma e intentaba volver a dormir con cierto malestar. 

Entre maldiciones murmuradas y gruñidos, se deshizo de las sábanas y se puso de pie para iniciar el día descargando su vejiga. 

Viéndole el lado bueno, al menos podría tomarse el tiempo de desayunar como una persona normal y no hacerlo a las apuradas como siempre. 

— Oh… —Soltó su madre retrocediendo un momento al encontrarse con el hijo mayor en la cocina preparándose un café.— Buenos días... 

— Buenos días.

Spreen respondió al saludo sin mucha emoción, escuchando luego el susurro de su madre que decía algo como “qué temprano”. Detrás de ella venía un zombie con problemas de enanismo y cabello negro en graciosos picos que apuntaban hacia todos lados. El zombie tallaba uno de sus ojos y bostezaba exageradamente. 

La mujer se apresuró a tomar las cosas que ya había preparado antes de despertar al menor, y las dejó frente a él. Un tazón con yogurt y cereales acompañado de un plato de frutas cortadas de formas llamativas. El niño, aún con sus ojos entrecerrados, comenzó a comer muy lentamente. 

— Hm… ¿Hijo, tienes algún exámen? 

Preguntó cuando Spreen finalmente tomó asiento con el café y un par de tostadas.

— No. ¿Por qué? 

— Ah, es que… es muy raro verte despierto a esta hora. 

Arrugó el entrecejo pero tampoco podía culparla. Tenía razón. Spreen siempre era el último en despertar. 

— ¿Irás a buscar a Roier? 

Preguntó Missa en un tono inocente. El desayuno ya estaba haciendo su trabajo y se veía más despierto que antes. En Spreen pareció hacer el efecto contrario, pero en realidad fue la pregunta la que causó que mirara a su hermano con odio. 

— No. 

— ¿Por qué no?

— Porque su tobillo ya sanó.

Y no me necesita. 

Missa hizo un pequeño puchero y bajó su cuchara con cereales.

— Missa, termina tu desayuno. 

Advirtió su madre. 

— ¿Y eso que tiene?

Preguntó el pequeño niño ignorandola. Spreen rodó los ojos y le dió un gran mordisco a una de sus tostadas.

— No necesita que lo lleve. Él mismo lo dijo. 

Respondió mostrando con muchos “modales” como la comida se deshacía en su boca. Missa hizo cara de asco y luego bufó. 

Realmente se encariñó con él, pensó su hermano mientras tomaba un sorbo de su café. 

Quizás debería contarle a Roier que Missa lo extrañaba. Sí, debería hacerlo. Probablemente diga algo como que iría a su casa solo para ver al enano. 

I Don't Dance | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora