Follow One Simple Rule

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Roier apagó la alarma. Se levantó de la cama. Se duchó. Se vistió con el uniforme escolar. Desayunó lo que su madre había preparado esa mañana. Tomó la molesta muleta y finalmente abrió la puerta principal de su casa. 

Sí, la muleta era un completo estorbo pero era mucho mejor que el cóctel de analgésicos que había ingerido el día anterior por su irresponsabilidad. Hoy sería mucho más cuidadoso con su lesión. Además se había despertado de un mejor humor (quizás el efecto de las pastillas habían llegado a su cerebro), Roier realmente creía que nada podría arruinar ese día. Solo tenía que cuidar de sí mismo, no disociar tanto en clases y volver a su hogar sano y salvo. 

Repito, nada podría arruinar ese día…

Excepto por un pedazo de chatarra viejo de cuatro ruedas, al cual a duras penas se le podía llamar auto, que se encontraba estacionado justo en la entrada. A su vez un joven alto, de cabello azabache y tez pálida se mantenía apoyado a un costado del vehículo con un semblante muy poco amigable. 

Cuando el tipo se volteó al escuchar el sonido de la puerta cerrandose e hizo contacto visual con Roier, el castaño automáticamente dijo:

— No. —Se giró hacía la acera y como pudo comenzó a caminar con ayuda de la muleta a un paso bastante lento. A sus espaldas escuchó el murmullo de una risa.— Eso no va a pasar otra vez. 

— Buenos días para vos también. —Spreen abrió la puerta del copiloto y regresó su vista al inválido que trataba de escapar de él.— ¿No estás siendo demasiado terco? Solo tomalo como una ayuda. 

Roier volvió su rostro a él.

— ¡No necesito tu ayuda! 

— Sí, claro. Tenés toda la razón. —Roier lo observó con rareza hasta que siguió hablando.— Ah, ¿Cómo va esa pata de palo, mi capitán? 

La burla fue acompañada con una seña hacia su bota, o la muleta. Realmente no lo sabía, pero era una de esas dos opciones que hizo a Roier resoplar. Debía tomárselo con calma. Spreen no arruinaría su día.

— Vete a la mierda, pendejo. 

Okay. Eso no fue muy calmado que digamos. 

Respira, Roier. Tú eres la eminencia de la paciencia. 

Pero por más que llenara sus pulmones de oxígeno, esa sonrisa burlona seguía mostrándose delante suyo a la espera de poder decir otra idiotez.

— Dale. ¿Vos venís conmigo? 

Roier se rió sarcásticamente. 

— Claro que no. Olvídalo. —Luego señaló el automóvil del mayor.— Así que súbete a tu pinche coche de juguete y ve a clases SOLO. Porque YO voy a esperar el camión como buen ciudadano promedio que no necesita tu ayuda para llegar ¡A ningún lado!

Hubo un par de segundos de silencio en dónde Spreen se cruzó de brazos y enarcó una ceja.

Roier estaba siendo serio. Obviamente. No es como si se tratara de un berrinche o algo así. Pff, ¿Cómo podría hacer eso? 

— ¿Eso es todo? 

—... Sí. 

— Muy bien, lo entiendo. Sos un "nene grande" y estás empezando a hacerte responsable de tus propios asuntos como viajar solo y, no sé, comer vegetales como todo un adulto. Me parece genial. —Concluyó el Argentino separando sus brazos y comenzando a caminar hacia atrás con ligeresa. Mientras lo hacía, tomó su celular del bolsillo y dió un vistazo a la hora.— Además, estas en buen horario. Cómo decís, solo tenés que tomarte el próximo camión y… Oh, espera ¿No es ese?

I Don't Dance | SpiderBearDonde viven las historias. Descúbrelo ahora