Una gran familia

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Crear un refugio seguro para Oporter no había sido fácil. Incluso antes de que reclutáramos a los primeros miembros, nuestro líder había sido apresado varias veces por los secuaces de la traicionera Jalet, cuando intentaba resistirse y pelear. Durante años, se creyó que la población se había rendido. Sin embargo, solo estaban trabajando en una organización capaz de hacerle frente a Satelic, todo bajo el mando de Julio Hernández.

Hoy en día, nuestro escondite a las afueras de la ciudad, un búnker impenetrable, nos permitía mantenernos ocultos y continuar con los rescates. Había pasado a ser nuestra casa.

El búnker estaba dividido en sectores organizados, una estructura que le debíamos a Mary, esposa de Julio.

El sector A albergaba las habitaciones de los pequeños: decenas de literas y roperos que parecían no tener fin. Habíamos instalado una reja especial allí, para prevenir posibles invasiones de los soldados de Jalet. No permitiríamos que nos arrebataran a nuestros niños otra vez.
El sector B era donde nos alojábamos los adultos para descansar.
El sector C era el almacén: comida, medicinas, suministros esenciales.
El sector D: la enfermería y el jardín, el lugar favorito de los niños.
Los sectores E y F: los baños y la sala de reuniones.

Me sentía algo mareado mientras observaba a Carter mencionar nuestra clave de siempre frente a la pequeña puerta azul.

"Memento mori, memento vivere."

Un lema que nos enseñaron nada más llegar a Oporter. Según Julio, significaba: "Recuerda que morirás, así que recuerda vivir". Y aunque el latín suene antiguo, su mensaje nunca fue tan relevante.

Entramos rápidamente, Carter llevaba al niño en brazos, y dentro de la sala ya estaba Mary, lista para iniciar la operación. Como siempre, la duda nos atormentaba. ¿Sobreviviría este niño o caería en el olvido, como tantos antes que él?

El rescate de ese día me había dejado perturbado, sobre todo por los ojos de ese pequeño. Esos ojos vacíos, carentes de vida, tan semejantes a los de nuestros perseguidores.

Para despejarme un poco, dejé a Carter a cargo del informe y huí hacia el jardín, donde los niños jugaban, olvidando por un momento lo que significaba la guerra.
Lucas bajaba del tobogán. Lisa se columpiaba sin cesar. Estefany lloraba porque aún no era parte del “club de los grandes”. Antony observaba atentamente a Rosa, quien le contaba alguna de sus historias.

Pero Carter, como siempre, no podía dejar de llamar la atención. Emitió un silbido tan fuerte que todos los niños, como si fueran un solo ente, corrieron hacia mí. El abrazo colectivo se aproximaba, y ya podía sentir el peso de todos esos pequeños brazos.

Mi cuerpo, joven y esbelto, solía resistir sus abrazos, pero el problema era que Sonia no dejaba de alimentarlos a todos con su comida casera. Cuando logré escapar de los abrazos, corrí hacia mi habitación, aún con la preocupación por el pequeño en la operación rondando en mi cabeza.

Justo cuando el sueño parecía llegar, sentí esa fragancia familiar: Sonia. Me incorporé de un salto mientras ella se acomodaba en el borde de mi cama.

—Querido, no te preocupes demasiado. Sabes que Mary es la mejor en lo que hace. ¿Qué te parece si vamos a hacer ese informe? Y además... —sonrió misteriosamente— preparé tortitas de maíz.

—No, Sonia. No me convencerás de salir, ni siquiera con tortitas —respondí, arqueando una ceja.

—Oh, de acuerdo —su rostro se torció en una mueca— te dejo solo y sin tortitas. No creo que duren mucho. Después de todo, la cena será dentro de unos minutos.

Estaba a punto de rendirme y aceptar que Carter devoraría mis tortitas, cuando el timbre sonó con fuerza. La respuesta era clara: habíamos perdido al niño.

La amarga realidad me golpeó. Al haber sobrepasado los cuatro minutos, no habíamos dado el tiempo suficiente. No lo habíamos hecho bien.

Tragué saliva. Era hora de hacer el informe.

Al salir de mi habitación, vi que todos se habían reunido frente a la sala de operaciones. Incluso Julio, con la mirada fija en la nada. Endurecí mi corazón con la dolorosa certeza de que aún había mucho más por ver, por afrontar. Me uní a la multitud.

Un minuto de silencio. Luego, acordamos el día de su entierro. No pudimos devolverle la vida, pero al menos le regalaríamos un descanso eterno.

—Carter, Nicolás —dijo Julio en un tono firme— este pequeño, que ahora descansa sin dolor, es uno de los muchos que han sido salvados por ustedes. Aunque su cuerpo esté desconectado de la vida, su alma siempre estará agradecida. Sean fuertes y perseveren. Oporter está cerca de recuperar esos tiempos en los que el sol nos iluminaba por las mañanas.

Esas palabras lograron devolverme la esperanza, aunque fuera por un momento.

Le di unas palmaditas en la espalda a Carter, y sonreí a Julio. Aún teníamos mucho por delante.

—Vámonos todos a cenar. Después de eso, tendremos una reunión. Hay algo de lo que deben estar al tanto —confesó Julio, con un leve toque de preocupación en su voz.

Ya podía adivinar qué venía. Últimamente, el ejército de Jalet se había multiplicado al mismo ritmo que las ventas y experimentos con los pequeños. Solo esperaba que Julio tuviera una solución… o que finalmente nos dijera que había llegado el momento de enfrentarnos cara a cara con Satelic.

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⏰ Última actualización: May 03 ⏰

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