Explorar, Adaptarse , Sobrevivir Parte 1

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En mi primera mañana en Saskatoon, sentí que lo más urgente era desempacar por completo. No había traído demasiadas cosas, solo una maleta grande, una mediana y mi mochila, pero aun así, parecía que todo estaba desordenado. Abrí la maleta principal y comencé a sacar ropa, artículos personales y algunas fotos enmarcadas que me recordaban a casa. Mientras vaciaba los bolsillos de la mochila, algo inesperado llamó mi atención: una carta.

No recordaba haberla puesto allí, pero en cuanto la abrí, reconocí de inmediato la caligrafía de Mateo. Mi corazón dio un vuelco mientras desdoblaba el papel con manos temblorosas. La carta decía:

    Hola, Bella:

Si ves esto es porque ya estás desempacando en tu nuevo hogar. Espero que estés bien. Sé que hablamos sobre lo que sería nuestra relación a distancia, pero... si me das el honor de continuar siendo tu novio, me harías muy feliz.

    Yo voy a esperarte, mi Bella princesa.

    Con amor,

Mateo

Al leer esas palabras, una mezcla de emociones se apoderó de mí. La sensación de nostalgia, confusión y ternura me envolvió como una ola. No sabía si reír o llorar. Me quedé sentada en el borde de la cama, con la carta aún entre las manos, tratando de procesar lo que acababa de leer.

Mateo... ¿Cómo iba a manejar esto? Aunque su carta era dulce y sincera, lo cierto es que no estaba segura de poder mantener una relación a distancia. Tenía que desempacar, llamar a mi familia y asegurarles que había llegado bien, pero mi mente seguía atrapada en esas palabras. Él estaba dispuesto a esperarme, pero ¿sería justo para él si no estaba completamente segura de mis propios sentimientos?

Suspiré profundamente y me froté las sienes, intentando aclarar mis pensamientos. Guardé la carta en un cajón junto con otras cosas importantes, como si así pudiera guardar también las dudas que empezaban a crecer en mi interior. Tenía un mundo nuevo por descubrir y demasiadas cosas en las que enfocarme, pero Mateo... Mateo no dejaba de ocupar un espacio en mi corazón.

Decidí que lo primero sería terminar de desempacar. Cada prenda doblada, cada objeto colocado en su lugar, era una forma de sentirme más estable en medio del caos emocional que me invadía. Mi habitación era sencilla: una cama individual contra la pared, un escritorio vacío esperando llenarse de libros, y un pequeño armario que, al igual que yo, apenas comenzaba a adaptarse a su nuevo propósito.

Después de guardar la carta en el cajón, respiré hondo y saqué el celular. Sabía que tenía que llamar a mi familia. Había prometido avisar en cuanto llegara y no quería preocuparlos más de lo necesario. Además, hablar con ellos siempre me daba un poco de calma, pero esta vez sabía que la distancia haría que todo se sintiera diferente.

Marqué el número de mi mamá y, tras un par de tonos, su voz familiar llenó el auricular.
—¡Mi niña! ¿Llegaste bien? ¿Cómo te sientes? Cuéntame todo.

Cerré los ojos por un momento, dejando que la calidez de su voz me reconfortara.
—Sí, mamá, ya estoy en la casa. Todo bien... Bueno, más o menos. Solo estoy tratando de adaptarme.

—Sabía que podías hacerlo —respondió, con ese tono de orgullo que siempre me hacía sentir especial—. Tu papá estaría tan orgulloso de ti, amor. Estoy segura de que está mirándote desde el cielo, viendo cómo te has convertido en la mujer increíble que eres.

Sentí un nudo formarse en mi garganta al escuchar esas palabras. Mi papá siempre había sido una figura importante en mi vida, y saber que no estaría aquí para compartir este momento hacía que la distancia se sintiera aún más pesada. Me aclaré la voz, intentando no quebrarme.
—Ojalá él pudiera verme ahora...

Que Hubiera Sido...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora