En lo profundo de una base subterránea protegida por varias capas de seguridad y rodeada de un personal siempre vigilante, los Guardianes del Equilibrio estaban ocupados con un nuevo experimento. Las paredes de la sala de observación eran de un acero negro reluciente, y cada aparato dentro de ellas brillaba con una frialdad clínica. El ambiente era denso y siniestro; en un rincón, apenas visible detrás de cristales blindados, se encontraba el nuevo sujeto: una antílope de mirada cautelosa y cuerpo cubierto de finos sensores, conectados a máquinas que registraban cada pequeño cambio en su biología.
—El sujeto B-19 está mostrando progresos, pero aún no alcanza el potencial que esperábamos —comentó uno de los científicos, ajustando una de las pantallas en la que se mostraban lecturas de temperatura y energía.
El doctor Haines, el director a cargo de la base, observaba cada dato con los ojos entrecerrados. Sabía que no podían permitirse retrasos, y mucho menos con una habilidad tan prometedora como la que B-19 poseía. Esta antílope había demostrado una notable capacidad de curación; podía sanar rápidamente desde heridas menores hasta laceraciones profundas en cuestión de minutos. Pero aún no había alcanzado el nivel de recuperación que Haines y su equipo buscaban.
—Intensifiquen el tratamiento —ordenó Haines sin apartar la vista de los monitores—. Aún no está respondiendo lo suficiente. Si queremos utilizarla en el campo, necesitamos que sea capaz de regenerarse incluso en situaciones extremas.
Los técnicos se apresuraron a cumplir las órdenes. La habitación donde se encontraba el sujeto B-19 se llenó de un zumbido suave mientras los sistemas incrementaban la intensidad de los estímulos. Era un proceso cruel y exigente, pero el doctor Haines no tenía tiempo para consideraciones éticas. Para él, los sujetos no eran más que herramientas al servicio del equilibrio que deseaban mantener.
El antílope gimió suavemente mientras la intensidad de las pruebas aumentaba, pero su piel comenzaba a brillar con un leve resplandor mientras su cuerpo, como si fuera una maquinaria autónoma, respondía reparando cualquier daño al que la sometieran. Los científicos observaban con interés frío, midiendo la velocidad de regeneración y anotando cada pequeño cambio en su fisiología.
—Esto es lo que los Guardianes necesitan. Una sanadora que nunca se detenga —dijo Haines, sonriendo con satisfacción—. Si logramos perfeccionar su habilidad, el sujeto B-19 será invaluable.
—¿Y qué sucederá cuando termine el proceso? —preguntó uno de los asistentes, un joven científico que apenas se había incorporado al equipo. Su voz temblaba ligeramente.
—Lo que suceda después no es de nuestra incumbencia —respondió Haines con tono cortante—. Nuestra misión es asegurar el equilibrio. Cada recurso, cada habilidad y cada vida que utilizamos se sacrifica por un bien mayor.
Mientras el antílope continuaba su proceso de regeneración bajo la mirada gélida del personal, una figura observaba todo desde la oscuridad, oculta y atenta. Era consciente de que aquella antílope podría llegar a ser el recurso más poderoso de los Guardianes en la lucha por el control… y estaba decidido a aprovechar cada segundo hasta dominar por completo sus habilidades.
El resplandor de la habitación aumentó, iluminando el rostro de los científicos mientras el sujeto B-19, la antílope, soportaba un nuevo nivel de estímulos. Sus ojos, aunque cansados, reflejaban una notable resiliencia. Parecía resistir a cada nueva ola de dolor y estrés físico con un instinto casi feroz.
El doctor Haines observaba, fascinado, mientras la antílope reaccionaba ante el tratamiento. Pero algo en su expresión mostraba que, aunque impresionado, todavía no estaba satisfecho.
—Increíble. Pero aún no es suficiente —comentó, consultando su reloj con un leve toque de impaciencia—. Quiero que aumenten la presión en el sistema nervioso. Necesitamos poner a prueba su capacidad para sanar bajo circunstancias extremas.
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El Guardián Cuántico
Viễn tưởngEn un futuro donde las inteligencias artificiales gobiernan gran parte de la vida cotidiana, la creación de Frost Schneider, la primera IA completamente autónoma y consciente, marca un hito sin precedentes. Diseñado bajo el proyecto secreto Helios-9...