Primera interacción

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Tenía seis años cuando conocí a Sergio. Estaba en mi rincón favorito del salón, concentrado en mi dibujo, cuando la maestra entró y anunció que un nuevo estudiante venía desde México. No le di mucha importancia; para mí, el mundo se reducía al color que llenaba las hojas con mis crayones. Pero entonces un aroma, suave y cálido, captó mi atención. Algo en ese olor me hizo levantar la vista, como si hubiera algo mágico en el aire.

Y ahí estaba él: un niño con el uniforme impecable, su camisa perfectamente acomodada y su cabello oscuro peinado sin un solo mechón fuera de lugar. Tenía las mejillas sonrojadas, destacando unas pequeñas pecas que parecían salpicadas sobre su rostro como si el sol mismo se las hubiera dejado. Sostenía su lonchera en una mano y llevaba una mochila de Mario Bros en la espalda, apretándola como si fuera su talismán en ese lugar desconocido.

—Hola, mi nombre es Sergio Mitchel Pérez Mendoza, pero todos me dicen Checo—se presentó con una sonrisa que iluminó el salón entero, sin la más mínima pizca de timidez en su voz.

Recuerdo que pensé que era imposible que alguien tan pequeño pudiera ser tan… encantador. Desde ese primer "hola," Sergio irradiaba algo especial, algo que te hacía querer escucharlo, aunque no dijera nada. Mientras el resto de los niños lo observaban, algunos curiosos, otros con indiferencia, yo me quedé viéndolo en silencio, sin entender del todo por qué me sentía tan atraído a su presencia.

A lo largo de los años, esa misma chispa lo hizo destacar sin esfuerzo. Su carisma natural y esa manera tan abierta de ser lo convirtieron en uno de los reyes de la escuela, el tipo de persona que todos querían cerca. Ahora, Sergio se pasea con una confianza que deslumbra, rodeado de amigos que, aunque no son tan accesibles como él, parecen compartir su aura de perfección. Y yo, alguien común, lo observo desde la distancia, recordando el niño que conocí aquel día. Aun cuando ya han pasado años, el eco de su voz, su sonrisa y su perfume persisten en mi memoria, como el primer recuerdo de alguien que, sin saberlo, sería imposible de olvidar.

Estaba tan perdido en mis pensamientos que no noté que alguien se había acercado. Era como si el tiempo se hubiera detenido en mi cabeza, vagando por algún lugar entre las memorias y los sueños. Todo mi alrededor se había desvanecido hasta que una voz suave, melodiosa, rompió el silencio de mi mente.

—¿Está ocupado? —preguntó la voz.

Parpadeé, volviendo a la realidad de golpe. Cuando alcé la vista y vi quién estaba ahí, sentí como si mi corazón fuera a saltarse un latido o, mejor dicho, quisiera salir corriendo. Era él. Sergio estaba frente a mí, con una sonrisa pequeña y un brillo curioso en sus ojos. Parecía esperar mi respuesta, y yo, torpe como nunca, apenas pude balbucear una respuesta coherente.

—No, sí, no… Puedes sentarte, —logré decir al fin, mientras me esforzaba por no sonar completamente patético.

Él rió suavemente, una risa que, en ese momento, se sintió como la música más hermosa que jamás había escuchado.

—Gracias. Es que desde atrás no veo muy bien, —dijo, acomodándose a mi lado con naturalidad.

La clase comenzó, pero no logré prestar atención a una sola palabra del profesor. Todos mis sentidos estaban centrados en la persona a mi lado. Sergio estaba tan cerca que podía percibir ese mismo aroma que me había cautivado la primera vez que lo conocí; era el mismo, pero ahora era más profundo, más… hipnotizante. Todo en mí estaba en alerta, desde el nervioso tamborileo de mis dedos sobre el pupitre hasta la constante subida y bajada de mi pecho al intentar mantener la calma.

Cada tanto, Sergio intentaba sacarme plática. Hablaba con naturalidad, como si le resultara lo más sencillo del mundo hacer conversación, mientras que yo apenas lograba emitir un par de palabras en respuesta. Mi mente se nublaba cada vez que él me miraba directamente a los ojos. Había algo tan intenso y a la vez tan tranquilo en su forma de hablar, en su forma de mirarme, que me hacía querer escapar y quedarme al mismo tiempo.

—¿Te gusta esta clase? —preguntó en algún momento, mientras yo intentaba disimular mi nerviosismo, pero creo que el temblor en mis manos me delataba.

—Eh… sí, supongo… —respondí torpemente, sintiéndome un desastre. Cada palabra se me trababa, y me maldecía a mí mismo en silencio por no poder sonar, al menos, medianamente interesante.

Él asintió, y su sonrisa no desapareció. Parecía encontrarse cómodo, como si mis respuestas desordenadas no fueran suficientes para ahuyentarlo. Se inclinó un poco hacia mí, haciendo otro intento de conversación:

—A mí también me gusta, aunque prefiero otras materias. ¿Y tú, tienes alguna favorita?

Intenté responder, pero mis pensamientos parecían haberse vuelto un remolino imposible de controlar. Las palabras se me escapaban antes de siquiera poder darles forma, y lo único que logré fue un "Ah, sí, bueno…" antes de quedarme en silencio, frustrado. Mis manos, que temblaban ligeramente, apenas podían mantener el lápiz quieto, y sentía mis mejillas arder, como si mi cuerpo entero estuviera gritando que algo tan simple como hablarle me era imposible.

Él me observó en silencio, sin mostrar molestia o incomodidad. De algún modo, esa paciencia solo me hacía sentir más nervioso, pero también me daba un poco de esperanza. Quizás, si lograba encontrar las palabras adecuadas, podría dejar de hacer el ridículo. Pero entonces, la campana sonó, anunciando el fin de la clase. Me sentí a la vez aliviado y decepcionado; una parte de mí quería correr y esconderse de la vergüenza, pero la otra lamentaba que ese momento se terminara tan rápido.

—Bueno, espero que podamos hablar luego, —me dijo con una sonrisa que me dejó inmóvil en mi asiento.

Se levantó, recogiendo sus cosas, y antes de salir del salón, me dedicó una última mirada y un pequeño gesto con la mano. Observé cómo se alejaba, intentando grabar cada detalle de esos breves minutos en mi memoria. La primera vez que había hablado con Sergio… y aunque me sentía torpe, inseguro y perdido, una parte de mí no podía evitar sonreír como un idiota.

Conquistando a mi crush || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora