Ya era viernes, el día de la salida con Checo, y mientras me miraba al espejo no podía evitar preguntarme si había cometido un error aceptando. Había abierto el armario al menos diez veces y probado cada prenda que tenía, pero nada parecía “lo suficientemente bueno”. Todas mis camisas, sudaderas y jeans me parecían aburridos, y cuanto más intentaba mejorar mi apariencia, más insatisfecho me sentía. El “glow up” que mi autoestima necesitaba simplemente no había llegado de la noche a la mañana. Al contrario, parecía que, justo hoy, había despertado con más granos y con el cabello aún más rebelde de lo normal.Mis lentes no ayudaban, reflejando las luces de mi cuarto y recordándome que siempre parecían hacerme ver como un nerd. Solté un suspiro frustrado, dejando caer los hombros, y por un segundo, me lancé de vuelta a la cama con la firme decisión de no ir. “¿Para qué ir si igual voy a arruinarlo todo?”, pensé, sintiéndome derrotado. Pero otro pensamiento me atravesó como un rayo: esta era mi oportunidad, mi única oportunidad, de mostrarle a Checo algo más de mí. Con un suspiro y la última pizca de valor que pude reunir, me levanté de la cama, hice lo mejor para alistarme, y finalmente me dirigí al lugar donde habíamos quedado.
Al llegar, lo vi sentado en el centro del local, como si fuera el protagonista de alguna película. Checo, con su sonrisa tranquila y postura relajada, parecía resplandecer, y por un segundo, dudé en entrar. Quería salir corriendo, esconderme, cualquier cosa menos enfrentarme a lo que podría ser el momento más incómodo de mi vida. Pero, justo cuando estaba a punto de darme la vuelta, Checo me vio y alzó la mano, saludándome con una sonrisa que parecía sincera y cálida.
—Hola, —dijo, con una mano levantada.
—Hola, —respondí, tratando de sonar natural mientras me sentaba a su lado.
—Pensé que no vendrías, —susurró, sus ojos escaneando mi rostro con curiosidad y, tal vez, un toque de preocupación.
—No… solo tuve algunos inconvenientes, —mentí, intentando sonar despreocupado.
Él ladeó la cabeza, mirándome con más interés.
—¿Todo bien? —preguntó, con una preocupación que me hizo sentir un ligero calor en el pecho.
—Sí, nada que no se pudiera arreglar, —respondí, tratando de sonreír como si todo estuviera perfecto.
—En ese caso, aquí está la carta. —Checo me tendió el menú, y mi sonrisa se congeló en cuanto lo abrí y vi los precios. Mis ojos se abrieron como platos. Cada platillo costaba casi el doble de lo que había traído, y aunque intenté mantener la compostura, sentía que el color se me iba del rostro. Le devolví la sonrisa, pero mi estómago rugía, recordándome que había salido de casa con hambre.
—De hecho, ya comí y bebí en casa, —mentí, dejando el menú a un lado rápidamente—. Pero tú ordena lo que quieras.
Checo parpadeó, algo desconcertado, y miró el menú antes de volver a verme.
—Oh... bueno, si quieres podemos hacer otra cosa, —dijo, bajando el menú y mirándome con genuina preocupación.
—No, no te preocupes. En serio, ordena tú, —le insistí, tratando de mantener la calma. Checo parecía algo dudoso, pero finalmente accedió y pidió una pequeña pizza.
Cuando la pizza llegó, mi estómago, traicionero, decidió delatarme. El rugido que salió fue tan evidente que Checo me miró con una mezcla de sorpresa y diversión. Sentí que mis mejillas se encendían como antorchas, y él simplemente sonrió, cortando un pedazo de pizza y tendiéndomelo.
—¿Quieres un poco? —ofreció, con una sonrisa encantadora.
—No, gracias, —murmuré, avergonzado de mi evidente hambre.
—Anda, —insistió, sus ojos brillando con una ternura que me hacía imposible decir que no. Finalmente, cedí, abriendo la boca y probando la pizza. Al primer bocado, la combinación de queso fundido y salsa me hizo cerrar los ojos un segundo, disfrutando del sabor.
La risa de Checo me hizo abrir los ojos de nuevo, y lo encontré mirándome con una sonrisa que parecía más cálida de lo habitual.
—Está buena, ¿verdad? —comentó, y yo solo pude asentir, sintiendo un cosquilleo de nervios y gratitud. Me relajé un poco y, conforme la conversación avanzaba, sus palabras y su risa iban deshaciendo las barreras que había construido en mi mente antes de salir de casa.
Lo observé comer con tranquilidad, completamente despreocupado. Cada tanto, Checo me regalaba otro pedazo de pizza, y no podía evitar sentir una mezcla de vergüenza y gratitud. Cada mordisco era como un recordatorio de mi situación, pero a su vez, su amabilidad me daba una pequeña calma. Su risa suave y sus comentarios sobre la pizza, el lugar y la escuela llenaban el ambiente, y aunque yo no decía mucho, él parecía cómodo con mis respuestas escuetas y nerviosas.
Finalmente, la cuenta llegó, y en cuanto la abrí, tragué en seco. El costo de la pizza era tres veces más de lo que había traído. Mi mente comenzó a correr en pánico, tratando de buscar una solución sin que Checo se diera cuenta de mi nerviosismo. Pero antes de que pudiera decir algo, él levantó la mano y extendió su tarjeta de crédito hacia el mesero con total tranquilidad, ni siquiera miró el monto. Me sentí aliviado, pero la vergüenza no tardó en invadirme; me preguntaba qué estaría pensando de mí. Tal vez diría que, además de feo, yo era alguien sin dinero, que no podía invitarle algo tan simple como una pizza.
—¿Nos vamos? —preguntó con una sonrisa despreocupada mientras guardaba su tarjeta.
—Sí, —susurré, sintiendo cómo mi voz temblaba un poco. Sin embargo, al salir del lugar, él comenzó a caminar a mi lado en lugar de adelantarse, y eso me sorprendió un poco.
—¿Te gustó? —preguntó, abrazándose los brazos como si intentara entrar en calor.
—¿Qué? —respondí, sin entender a qué se refería.
—El lugar, —aclaró con una pequeña sonrisa.
—Sí, era muy bonito, —contesté. Aunque para mí había sido algo más… caro.
—Me alegra, —dijo, y volvió a frotarse los brazos.
—¿Tienes frío? —pregunté, notando su movimiento.
—No, —respondió con una pequeña risa, aunque siguió frotándose los brazos como si el aire fresco de la noche lo atravesara.
Sentí una oportunidad para actuar como un buen alfa, así que sin pensarlo demasiado, me quité el suéter y se lo extendí.
— Úsalo, yo no tengo frío, —le dije, intentando sonreír con naturalidad. Su mirada se alternó entre el suéter y yo, como si evaluara si realmente estaba bien aceptarlo.
—Gracias, —murmuró finalmente mientras lo tomaba, deslizando las mangas largas hasta cubrirse las manos. —Suelo ser un poco friolento, —admitió con una risa suave que me arrancó una sonrisa.
Seguimos caminando, conversando sobre cualquier tema que surgiera. El aire se sentía frío, pero yo apenas lo notaba, concentrado en su presencia y en la comodidad inesperada de tenerlo junto a mí. Pasamos por mi casa en el camino, pero hice como que no la veía. No quería que el momento terminara tan pronto. En su lugar, seguí hablando, riéndome de sus historias sobre los maestros y los chismes de la escuela.
La noche avanzaba, y cada vez que Checo reía, sentía que mi alfa se hinchaba de orgullo, feliz de estar a su lado, escuchando su risa en la quietud de la noche. Estaba claro para mí que no había nada más que quisiera en ese momento, solo quedarme a su lado, caminando bajo la luz de las farolas, sin pensar en nada más.
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Conquistando a mi crush || Chestappen
Fanfikce"Es triste amar a alguien tan querido, tan admirado, y saber que mi lugar es en las sombras, donde ni siquiera se dará cuenta de lo que siento."