Fin

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Todo esto se sentía como un sueño imposible, tan irreal que hasta mis pensamientos parecían difusos. Frente a mí estaba Checo, uno de los omegas más populares de la escuela, alguien a quien todo el mundo miraba con admiración y respeto, y ahora... él me había confesado que me quería. No solo eso; había dicho que quería que fuera su alfa. Cada palabra que había salido de sus labios seguía resonando en mi cabeza, golpeando mi corazón como si intentaran convencerme de que no estaba imaginando todo.

Su voz me sacó de mis pensamientos, aunque en un principio se sentía como un eco lejano.

—¿Max? —me llamó, con un tono que me hizo aterrizar de golpe en la realidad. Al notar mi distracción, sacudió suavemente mi brazo—. ¿Estás bien?

La vergüenza se encendió en mis mejillas al darme cuenta de que probablemente llevaba varios segundos mirándolo sin decir una palabra.

—Sí, sí… —balbuceé, sin saber cómo explicar lo que estaba sintiendo, ni siquiera a mí mismo. Estaba tan abrumado que apenas podía hilar una respuesta coherente.

Él sonrió, aunque su mirada reflejaba cierta preocupación.

—Pensé que te ibas a desmayar, —susurró, tratando de ocultar una risita.

Me disculpé, bajando la mirada mientras intentaba tomar aire. ¿Cómo no iba a estar aturdido? Era como si el mundo entero se hubiera dado la vuelta de un momento a otro.

—Lo siento... es que todo esto se siente... irreal, —murmuré.

Checo me miró, sus ojos cálidos y brillantes, llenos de esa seguridad tan característica de él. Había algo profundo en su expresión, algo que parecía decirme que entendía perfectamente lo que estaba sintiendo.

—No lo es, —dijo con firmeza, sin apartar la mirada—. Lo que siento por ti es real.

Y antes de que pudiera responder, antes de que mis pensamientos pudieran siquiera ordenarse, Checo tomó mi mano entre las suyas, entrelazando nuestros dedos con una suavidad que me dejó sin aliento. El contacto era cálido, reconfortante, y sin embargo, despertó en mí una corriente de emociones que nunca había sentido de forma tan intensa.

—Eres mi alfa, Max, —dijo, con una voz tan segura y sincera que me hizo estremecer.

Esas palabras se clavaron en mi pecho, y en ese instante, todo el miedo, la inseguridad, el constante sentimiento de no ser suficiente... se desvanecieron. Para él, yo era suficiente. Para él, yo era su alfa. Una sonrisa se fue dibujando en mis labios, lenta, casi temerosa, como si el simple hecho de aceptar que esto era verdad pudiera hacer que todo desapareciera. Pero al ver la seriedad en su rostro, comprendí que no había nada que temer.

Apreté su mano, sintiendo cómo la calidez de su piel me anclaba a este momento. Mi corazón latía tan rápido que sentía que iba a explotar, pero no podía dejar de mirarlo, de absorber cada detalle de su rostro, cada emoción que se reflejaba en sus ojos.

—Entonces... seré tu alfa, —respondí al fin, con una convicción que sorprendió incluso a mi propia voz.

Él sonrió, una sonrisa tan amplia y genuina que iluminó todo a nuestro alrededor.

La tarde pasó en un abrir y cerrar de ojos. Checo y yo nos quedamos en la sala, hablando de cualquier cosa que se nos ocurriera. Con cada palabra, cada risa, el nerviosismo inicial fue desapareciendo. Poco a poco, esa incomodidad de tenerlo tan cerca en mi propia casa fue transformándose en una especie de tranquilidad y entusiasmo. Checo tenía esa habilidad de hacerme sentir cómodo, como si todo fuera natural.

Cuando finalmente subimos a mi habitación para mostrarle mi mayor tesoro, sentí cómo un leve rubor se instalaba en mis mejillas. No solía dejar que nadie viera mi espacio personal, y mucho menos mi colección de autos de juguete y los posters de pilotos de Fórmula 1 que decoraban las paredes. Me sentía un poco avergonzado, temeroso de que a Checo le pareciera ridículo o que pensara que eran cosas de niño, pero, al mismo tiempo, había una pequeña esperanza de que pudiera entenderlo, que pudiera ver más allá.

Conquistando a mi crush || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora