Esconderse

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Desde aquel día, esconderme de Checo se volvió en una mezcla extraña de desafío y resignación. Lo que antes era mi mayor alegría, encontrarme con él en los pasillos "inesperadamente", esperarlo para almorzar o caminar junto a él al final de las clases, ahora era una trampa dolorosa. Me di cuenta de lo mucho que mi vida giraba alrededor de él, cada rincón de la escuela me lo recordaba; cada rincón, una rutina construida a su lado.

Al principio pensé que sería fácil, que solo tendría que evitar ciertos pasillos o cambiar mis horarios, pero la realidad fue otra. Pronto me di cuenta de que los momentos más pequeños, los detalles que antes ni notaba, estaban arraigados en él. En algún punto, mis días se habían moldeado en función de sus movimientos, de saber en qué salón estaría o a qué cafetería iría después de clases. Mi rutina era él. Y ahora, escapar de esa rutina se sentía como arrancarme algo profundamente mío.

Cada mañana, cuando lo veía en la entrada, me escondía detrás de algún grupo de estudiantes, esperando que se alejara antes de entrar. Si sabía que se dirigía a su casillero, esperaba en el mío, haciendo tiempo como si tuviera algo urgente que organizar. Pero en realidad, solo estaba aguardando el momento en que su presencia se desvaneciera para poder respirar. Sin embargo, aún así, había ocasiones en que lo veía de reojo, y el dolor volvía a golpearme como una ola helada.

A la hora de almuerzo, si lo veía en el comedor, me daba la vuelta, fingiendo haber olvidado algo en el salón de clases o inventando cualquier excusa para no sentarme con él. Las veces que Carlos invitaba a Charles y este a la vez me invitaba a la mesa, rechazaba de inmediato, temiendo que en cualquier momento Checo pudiera aparecer, y el simple pensamiento de tener que mirarlo a los ojos o, peor aún, explicarle por qué lo evitaba, me hacía sentir un nudo en la garganta.

Hubo veces en las que, por un descuido, nos cruzábamos. Él me saludaba con una sonrisa confundida, y yo, apresurado, le lanzaba una excusa cualquiera, torpe y poco creíble. —Tengo que entregar algo en la biblioteca, Checo, hablamos luego, —o— Me espera el profesor, quedé en verlo sobre el último examen.

Sabía que él no se lo creía, que podía ver la evasión en mis palabras, pero no me detenía a comprobarlo.

Un día en el pasillo, lo vi acercarse antes de que pudiera esconderme. Intenté girar, pero su voz me alcanzó. —Max, ¿podemos hablar? Solo un momento. —Me congelé un instante, sintiendo el peso de su mirada sobre mí, pero al final me obligué a darle una sonrisa tensa y a buscar la primera excusa que vino a mi mente.

—Tengo... un examen pendiente, Checo. Quizás luego, —murmuré antes de alejarme tan rápido como mis piernas me lo permitieron, escuchando su suspiro detrás de mí. En cada despedida rápida, en cada paso que daba en dirección opuesta, sentía cómo el peso de mi propia cobardía me aplastaba. Sabía que mi comportamiento no pasaba desapercibido, y aunque Checo era alguien amable y paciente, podía notar la confusión en su rostro, su desconcierto por el cambio tan brusco. Me odiaba a mí mismo por no ser lo suficientemente fuerte para enfrentar la verdad, para confesarle el dolor que me consumía.

Día tras día, esquivarle se volvía más y más difícil. No importaba cuánto evitara los lugares comunes o cambiara mi rutina, él estaba en todas partes. Verlo de lejos se sentía como un recordatorio constante de lo que ya no podía tener.

La tarde era tranquila, y mi habitación se sentía como un refugio seguro. Estaba encerrado en mis pensamientos, rodeado de todo lo que me distraía de la confusión que traía a cuestas desde aquel día en la escuela. Fue entonces cuando el sonido del timbre me sacó de ese letargo. Un toque, luego otro, y finalmente un insistente llamado que me hizo suspirar con fastidio. Al abrir la puerta, el mundo pareció detenerse al encontrarme con Checo, ahí, de pie, con una expresión decidida en el rostro.

Conquistando a mi crush || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora