Defenderlo

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Toda la semana me dediqué a esquivar a Checo. Me aseguraba de llegar al salón apenas comenzaba la clase y de salir rápidamente cuando terminaba. No quería darle oportunidad de hablar conmigo, y mucho menos escuchar algo que confirmara esos pensamientos que no me habían dejado en paz desde aquel día en el baño. Solo imaginarlo diciendo que me trataba bien por compasión hacía que el estómago se me revolviera. Y aunque mis amigos insistían en que estaba exagerando, nada podía calmar ese miedo constante que me empujaba a evitarlo.

—Estás loco, Max. L-O-C-O —dijo Charles, mirándome fijamente mientras se dejaba caer en mi cama.

Me encogí de hombros, mirando al techo, intentando no pensar en la posibilidad de que tuviera razón. Charles me observaba con ese aire de paciencia agotada, pero también con la comprensión que, sabía, él siempre tenía hacia mí.

—Es que… no sé —susurré, en un intento débil por explicar el revoltijo de pensamientos que me inundaban.

En ese momento, escuché pasos y, sin previo aviso, Lando se lanzó encima de nosotros, haciendo que el colchón se hundiera y casi nos faltara el aire.

—¡Oye! —protesté, empujándolo sin mucha fuerza, pero Lando solo se rió, ignorando mi queja.

—Mira, Checo es un amor de persona, ¿vale? —dijo Lando, aún acomodándose con la confianza de quien sabía que no sería expulsado fácilmente de la cama—. No es de los que hacen eso… lo de fingir. Te lo digo yo. Si no le caes bien, no estaría por ahí, hablando contigo o invitándote a salir. No es de esos.

Lando se giró para mirarme con un gesto casi acusador, como si no entendiera cómo podía dudar de algo tan claro. Pero yo seguía dándole vueltas en mi cabeza a lo que había oído en el baño, pensando en cómo, de un momento a otro, el orgullo que había sentido al llevar mi suéter marcado con su olor se había convertido en una mezcla de vergüenza y culpa.

—Chance tienen razón, pero me niego a averiguarlo —dije, tratando de sonreír aunque sabía que solo mostraba una mueca insegura.

Ambos se quedaron en silencio unos segundos, mirándome como si trataban de adivinar en qué punto exacto de mi cabeza me había perdido. Charles suspiró y me dio una palmadita en el hombro, con esa ternura que solo él podía tener cuando veía que estaba en una de mis crisis de inseguridad.

—Tú sabes que Checo no es así, Max. Sabes que no se acercaría a ti por lástima. Pero entiendo que tengas miedo. A veces, en el fondo, sentimos que no merecemos ciertas cosas, y nos asusta que los demás se den cuenta —dijo Charles en voz baja, casi como si no quisiera que Lando escuchara la seriedad en sus palabras.

La habitación quedó en silencio por un momento, y, en mi mente, empecé a repasar cada instante que había pasado con Checo. Recordé su sonrisa cuando me daba ánimos, el brillo en sus ojos cuando hablábamos de cualquier tontería, y el abrazo que me había dado el sábado, tan cálido y sincero que me costaba creer que alguien pudiera fingir algo así. Sin embargo, esa espina en mi pecho seguía clavada, impidiéndome aceptar sus gestos de amabilidad sin cuestionar su autenticidad.

Lando rompió el silencio, moviéndose sobre la cama para mirarme directamente a los ojos.

—Max, de verdad, solo estás pensando demasiado. Si te acercas y hablas con él, todo va a estar bien. Además, si tan malo fuera, ¿no crees que ya te habrías dado cuenta? Nadie puede fingir así sin que se le note en algún momento.

Asentí, pero una parte de mí todavía no estaba lista para enfrentar la realidad. Sabía que debía hablar con Checo, que esconderme solo hacía crecer esos pensamientos que me atormentaban, pero había algo en mí que se negaba a dar el paso. Y mientras Charles y Lando intentaban convencerme, yo solo podía preguntarme si alguna vez podría enfrentarme a mis miedos… o si seguiría evitando a Checo, atrapado en esta inseguridad que parecía consumir todo lo que sentía por él.

Conquistando a mi crush || Chestappen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora