Capítulo 15: Palabras para borrar

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Había visto al hombre, que ahora tenía frente a ella, aquel miércoles que dejó a Yoko en la puerta de su casa y él salió dispuesto a arreglar algún desorden, seguramente, que ocasionaron en su jardín.

Apenas le había visto la cara y gran parte de su espalda pero le pareció agradable. Inclusive cuando Yoko le dijo si nombre la oyó hablar con ilusión y orgullo en su voz.

Parecía un hombre que apenas superaba los cuarenta, casi tan alto como ella y de piel clara con una sonrisa encantadora; Yoko tenía la misma. No, sonrió como si nadie la observará, la sonrisa de Yoko le fascinaba y no necesitaba ser comparada con la de alguién. Ni siquiera con la de su propio padre.

—Señorita —el llamado del hombre la quitó bruscamente de sus pensamientos y la mano que él estiraba en su dirección la obligó a moverse en un correspondiente saludo.

—Faye Malisorn —se presentó agitando la unión de sus manos y separándolas luego.

—Brycen Anderson, soy el papá de Yoko —"papá", sonrió ella, hasta hablaba con el mismo tono infantil que Yoko solía utilizar.

—Así me dijo el director, venga, pase —le dijo invitándolo a sentarse en el primer banco que solía utilizar Kristen pero él negó con la cabeza cortésmente acompañada de una seña.

—Seré breve —dijo aún en la puerta. Faye asintió y volvió frente a él— Mire, Yoko me comentó de su estadía momentánea y difícil que tiene en Lima ya que reside en New York, me dijo también que el día miércoles la acompañó a hacer unos trámites con respecto a ello...

—Sí, Yoko me acompañó de muy buena manera y se lo agradecí sinceramente.

—El punto, señorita Malisorn, es que no estoy muy seguro de que la situación haya sido la correcta —dijo Brycen con una mirada tranquilizadora pero contundencia en sus palabras— Entiendo —alzó ambas manos interrumpiendo a Faye cuando apenas abrió la boca— Entiendo que no conozca la ciudad, y todas las excusas que quiera, pero mi hija se retiró ese día del establecimiento escolar antes de las dos de la tarde y llegó a su casa casi a las seis... ¿Entiende mi punto?

—Absolutamente, señor Anderson y...

—Y me gustaría que eso no se volviera a repetir, jamás, desde que Yoko estudia aquí, jamás había ocurrido semejante situación similar, por eso, mis disculpas si estoy en tono grosero pero no puedo actuar de otra manera.

—No lo está, señor, estoy de acuerdo con usted, y mis disculpas también por haberlo preocupado por la ausencia de su hija... Pero realmente necesitaba su ayuda.

—Pues, ¿le doy un consejo?... Si usted va a la gasolinera, allí también pueden ayudar a llegar a cualquier lado... Y no tiene que pagar un almuerzo.

—Sí, sí, gracias por el consejo —dijo Faye sonrojada. Lo primero que pasó por su mente, ese martes a la noche cuando recibió la llamada para la firma de papeles, fue Yoko. Además de ella, no "conocía" a alguién que pudiera a ayudarla a recorrer el pueblo sin problemas. Pero, ahora que Brycen la enfrentaba con la mirada, descubrió que el pensamiento se le fue de las manos y que ayudó a su cuerpo a manejarse a su antojo.

Brycen se aclaró la garganta antes de volver a hablar.

—Por otro lado, la felicito por lograr llamar la atención de mi hija —aseguró él ganando una rápida mirada de Faye.

—¿Cómo?

—Eso, Yoko odia esta materia y que haya hablado de la misma durante tod a las cenas de la última semana es algo, ¿no le parece?

—¿Yoko habló de mí?... De la materia —corrigió rápidamente al ver la ceja alzada del hombre.

—Así es, ¿por qué le mentiría?... Hasta he hecho unas cuantas tareas... Creo que poemas.

Lenguaje del amor - FayeYokoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora