—Yoko, Yoko —la castaña apretó sus ojos y mordió internamente sus labios al escuchar su nombre en tan armoniosa voz. Alguién tocaba su hombro de manera cariñosa y acariciaba se arriba a abajo su espalda en un intento de despertarla.
El viaje podría haber sido largo pero estaba convencida de que durmió la mitad del mismo y desaprovechando la oportunidad de admirar las calles de New York. Las plazas, los carteles de espectáculos y todos esos pequeños detalles que había escuchado conformaban a la ciudad de los sueños.
Pero no se arrepintió, sabía que tendría otro viaje de regreso para ver lo que anteriormente no había podido.
—Yoko, despierta —escuchó el ruido de dos puertas cerrarse y sintió la soledad en que la habían dejado Samuel y Gary, que sólo compartía ahora con Faye. La profesora volvió a darle un pequeño zarandeo pero ella todavía no quería abrir los ojos. Sentía la cercanía de su profesora pegada a su espalda y, voltear a verla, sería demasiado raro.
Ignoró la petición de moverse y solo soltó unas palabras.
—Enseguida bajo —le dijo esperando que la mano que invadía su espalda se aleje y la brisa que golpea contra su cuello también, ¿era la respiración de Faye que le erizaba la piel o solo el viento que la ventanilla abierta dejaba ingresar?
Despegando lentamente la unión de sus pestañas, suspiró aliviada cuando vio la figura de Faye caminar hacia dentro del que, seguramente, era el departamento de su amiga.
Contó hasta cincuenta antes de abrir la puerta y bajar con lentitud.
Del sol ya no quedaba rastro alguno por lo que el frío golpeó su piel y la obligó a abrazarse a sí misma hasta ingresar al lugar y llegar hasta sus amigos. Todos estaban de pie frente a una barra y escuchando lo que su profesora les decía.
—Los vasos rojos son bebidas con sabor a cola y los blanco limonada, el equipo de música solo lo manejará Freen...
—Ya que tuve que trabajar casi dos años para comprarlo —acotó la chica y ella sonrió. Aún no había cruzado palabra con Freen pero parecía agradable.
—Ya que es su propiedad —dijo Faye terminando su frase anterior— Ustedes pueden pedirle la música pero ella hará los cambio, Becky será la... ¿Y Becky? -le preguntó a freen evitando que los demás escucharán.
—Dijo que prepararía una...
—¡Sorpresa! —de repente, todos voltearon hacia la puerta de entrada. Un pato de peluche demasiado grande aparece con dificultad dando pequeños saltos y aplaudiendo mientras cantaba una canción— ¡Hola, niños hermosos! —se acercó, lo que Yoko dedujo era la otra chica disfrazada, hasta Gary y tiró sus mejillas. La castaña le dio una mirada rápida a Faye, la pelinegra observaba todo con la boca abierta.
—Eh, amor, ven aquí —intervino Freen tirando de una de sus plumas y reteniéndola a su lado— ¿Qué demonios es esto, Bec?
—¡Ay, Freen! Ellos son niños, ¿y con qué juegan los niños?
—¡Con patos demasiados sexys! —gritó Samuel arrojándose encima de Becky y logrando que ambos cayeran al piso.
—¡Quítate de encima, idiota! —lo empujó Freen lejos de su chica y luego la ayudó a levantar a su novia— Quítate eso ya mismo —ordenó molesta aún con la imágen de Becky riendo por la caída interior.
—Pero Freen.
—Ahora, Becky.
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—Nada de esto tendría que estar pasando, ¿o sí? —le preguntó Freen a Faye acercándose a donde la profesora estaba observando a sus alumnos.
—No —respondió la chica con el rostro entre sus manos. Todos los chicos estaban sentados en el sillón y otros en el piso sin siquiera mirarse. El aburrimiento los invadía y, al parecer, la música que Freen había puesto no ayudaba mucho. Nadie bailaría al ritmo de Coldplay un viernes a la noche— Esta es la peor fiesta no fiesta que alguna vez asistí.
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Lenguaje del amor - FayeYoko
FanfictionFaye Malisorn es la nueva profesora del McKinley. Yoko Apasra, su alumna menos aplicada. Esta historia solamente es una adaptación, todos los créditos van hacia su autor/a original