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I know it won't work

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Londres, 04 de Mayo de 2024
(Presente)

𝑳𝒂𝒄𝒆𝒚.

El Abbey Park continuaba rugiendo a pesar de que el partido ya hubiera terminado. Los aficionados azules se apresuraban a abandonar el estadio con su indignación por lo que había ocurrido.

El gol de Jayden iba a dar mucho de lo que hablar.

Traté de esquivar a todo el mundo mientras me encaminaba a toda prisa hacia el parking. Le había dicho a Mathilda que iba a adelantarme, y que la esperaría en el coche.

En la parte interior del estadio, pasillo tras pasillo, avisté a mi objetivo, que se dirigía a las escaleras para bajar con el resto de sus compañeros al autobús y poner rumbo de vuelta a Manchester. Sabía que Jayden solía ser el último en abandonar el vestuario, un momento en el que disfrutaba del silencio. Mi hermano lo sabía casi todo sobre él y en ocasiones me había contado alguna cosa.

Atravesé las puertas de las escaleras por las que Jayden había decidido bajar y, con algo de rapidez, pude alcanzarlo en el segundo rellano.

—¡Jayden! —mi voz, casi sin aliento, le detuvo. El futbolista tiró del cable de sus auriculares para quitárselos de los oídos y se dio la vuelta, mirándome con aburrimiento—. ¡¿Es que te has vuelto loco?! —traté de no gritar demasiado, lo último que necesitaba era que alguien nos pillara hablando.

—¿Por qué?

—¿Cómo que por qué? —recriminé—. Sabes lo que has hecho.

—He metido un gol.

—Sí, y lo has celebrado delante de la gente que te ha llevado hasta donde estás, de una manera muy poco profesional. Esa gente era tu hogar, Westminster lo sigue siendo...

—Y exactamente... —me cortó. Al ver que yo ya no hablaba continuó—. Exactamente eso mismo es lo que no quiero. Volver a casa.

Esas palabras dolieron más de lo que debía admitir. Jayden había abandonado su hogar, y hasta él mismo lo seguía considerando como tal.

—Entonces, ¿por qué has celebrado así el gol? —pregunté en un tono más suave, necesitando una respuesta.

—Primero, mi celebración iba directamente a ti. No a los aficionados —una ola de calor viajó por todo mi cuerpo al escuchar su explicación—. Segundo, lo he hecho para demostrarte que no voy a volver.

Sus ojos me miraron fijamente. Parecía estar completamente vacío por dentro. Su alma, frívola.

Sus palabras, cortantes como un cristal roto en pedazos y frías como el hielo, fueron lo suficientemente tajantes como para dar la conversación por finalizada. Su expresión no verbal gritaba que no quería continuar hablando y yo solo pude ver como se daba la vuelta, mientras volvía a colocarse los auriculares, y desaparecía escaleras abajo.

Entonces, reanudé mi camino al coche después de esperar un poco para no volver a cruzarme con Jayden. Una vez en el parking, avisté a Mathilda ya sentada en el copiloto del coche, mientras el autobús visitante de color gris abandonaba el estadio, de vuelta a Manchester.

Entré en el coche y me senté frente al volante, con una expresión apagada.

—¿Todo bien? —preguntó Mathilda al verme tan callada.

—Aún no —confesé—, pero lo estará.

—¿Asuntos de presidenta? —alzó una ceja, escondiendo una sonrisa pilla. Mathilda siempre era la primera en tratar de animar a quien se sentía mal. Gracias a ella he podido salir adelante en muchas ocasiones.

Home is where the heart is//London #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora