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teddy picker

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Londres, 11 de mayo de 2024

𝑱𝒂𝒚𝒅𝒆𝒏.

El viaje a Londres no había sido mucho más fácil que los anteriores. Menos sabiendo que terminaría volviendo en la próxima temporada porque, conociendo a Lacey, completar la lista al pie de la letra y tendría que cumplir con mi parte del trato. Y Hale no podía retenerme porque, aunque en mi contrato había firmado por dos temporadas, tenía una cláusula de compra que el equipo azul pagaría felizmente. Seguro.

Hoy se jugaba la final de la Copa de Inglaterra en Wembley y, casualmente, nuestro rival era Westminster. Yo estaba apoyado sobre la ventana del autobús, en el que llevábamos varias horas encerrados, con la mirada perdida en los campos ingleses y los auriculares en los oídos, fingiendo que escuchaba música.

A mi lado, Kopecká se había quedado dormido. No me extrañaba, pues ir a mi lado era igual que ir solo. Había agradecido que Grant se sentara lo más lejos posible, en la última fila, librándome de escuchar sus tonterías durante las largas cuatro horas de trayecto.

Sabía que hoy vería a Lacey, al menos en la grada. Saber que sería la presidenta de Westminster—o que ya lo era—, me daba otra perspectiva. Y me gustaba que estuviera tan implicada. Se lo merecía.

Además, ella no sabía que, con o sin James, habría ocupado el puesto igualmente.

Me incorporé lentamente cuando los primeros edificios de la capital comenzaron a asomarse y estiré los brazos, cansado. Lo último que me apetecía era jugar un partido—mucho menos una final—, lo que podía ser preocupante porque antes de venir a Hale y de toda esta pesadilla, lo único que quería era jugar al fútbol. El deporte que amaba y el que me había dado todo lo que tenía.

Esbocé una sonrisa triste mientras volvía a la misma posición en la que había estado todo el camino y esperaba a que el autobús llegara al grandioso estadio de Wembley cuyas calles cercanas estaban abarrotadas de aficionados esperando nuestra aparicón. Muchos con camisetas azules, muchos con camisetas grises.

Era como revivir aquella final de Champions sin la emoción, sin las ganas y desde el otro lado. Aquel año, también gané este trofeo con Westminster en una final de infarto contra Calderstones. Copa que levantamos gracias a dos goles de James y uno de penalti que tiré yo.

Esa vez, no creía ni que De Santillana me fuera a dejar jugar. Algo que parcialmente agradecía, pero que por otro lado, me desanimaba. Es verdad que tras el partido en el Abbey Park mi deficiencia parecía haber vuelto y no me había ganado salir al campo por encima de otros suplentes. Mucho menos la titularidad.

De un momento a otro, el autobús entró en el estadio, poco después que el del equipo rival. Desde la ventana observé a los jugadores de Westminster emprender su camino al vestuario. Vi a Tyler, un gran amigo al que echaba de menos, también a Johnson, la nueva joven estrella de Westminster.

Me pregunté si en ese autobús sería más feliz. O feliz, a secas, porque en ese momento no lo era.

Cuando aparcamos, fuimos en la misma dirección que los jugadores contrarios para ocupar el otro vestuario. Ya estaba todo preparado y decorado con motivos de Hale y nuestros nombres en cada espacio.

Avisté el número 19 y me senté allí. Quedaba hora y media para el partido y solo debía cambiarme.

Si ganábamos, sabía que para mí no significaría nada.

Cuando se consumió la mitad del tiempo que quedaba para comenzar el encuentro, los titulares y algún suplente salieron a calentar. Yo no estaba muy por la labor, pero una necesidad extraña de buscar a Lacey entre el público hizo que decidiera salir con el resto.

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⏰ Última actualización: Nov 25 ⏰

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