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Londres, 6 de mayo de 2024

𝑳𝒂𝒄𝒆𝒚.

Después de que Jayden saliera pitando de la oficina de mi padre, volví a casa un poco consternada. No estaba segura de si había conseguido algo o no, ni de si cumpliendo con esa lista que llevaba en el bolsillo conseguiría que Jayden volviera. No sabía muy bien qué significaba

El verano iba a ser muy largo.

Entonces, conduje hasta mi casa. Aún no me acostumbraba a estar allí y que aquella vivienda fuera el lugar donde retornara después de cada jornada. Por fortuna, Kensington y Westminster estaban lo suficientemente cerca para no dejarme rumiar pensamientos ni sobre el pasado, ni sobre lo que acababa de pasar, ni de como no había rastro del coche de Jayden cuando yo bajé a por el mío. Había huido, literalmente.

Cuando bajé del vehículo, entré en casa. No escuché a mi padre y aquello me pareció raro porque, a pesar de que debía estar en la cama descansando, nunca era sí. Siempre andaba husmeando por cualquier parte de la vivienda menos en su habitación.

No había ni rastro del hombre que me dio la vida hasta que escuché un ruido constante que no pude identificar hasta que me acerqué a la cocina.

Parecía una melodía, bastante agradable además.

Al abrir la puerta, no di crédito de lo que veía. Mi padre y Lawrence estaban bailando a orillas de la isla de la cocina, mientras que, efectivamente, una canción sonaba a todo volumen desde los altavoces del móvil que yacía sobre el mármol a su lado.

En cuanto me vieron me miraron sonrientes, sin parar su fiesta.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunté, confusa, pero curiosa también. La situación era extraordinaria, pero también muy graciosa de ver. No era raro que Lawrence estuviera en mi casa, porque desde que se había divorciado y, sobretodo, desde queyo me había mudado a España, era el que más tiempo pasaba con mi padre. Pero, desde luego que eso era lo último que imaginaba que harían en su tiempo libre.

Por un segundo me pregunté si Jayden y mi hermano habrían sido como ellos en el futuro.

Quizás en otra vida.

Evité pensamientos deprimentes como aquel y me centré en la escena de sketch cómico delante de mis ojos. Después, cerré la puerta una vez pasé a la habitación, esperando que alguno me contara el por qué de su fiestecita. Sobre todo porque lo último que necesitaba mi padre era juerga.

A veces me cuestionaba si tenían cincuenta o quince años. Mi padre, que parecía que no había sufrido un infarto hacía menos de un mes, vino a abrazarme mientras seguía moviéndose al ritmo de la canción. Lo que más me gustaba en ese momento eran sus abrazos. Había aprendido a apreciar y disfrutar cada uno de ellos en este corto espacio de tiempo. Y a estar cerca de él. Tras el susto de su corazón, me arrepentí profundamente de haberme ido a España. Me pareció puramente egoísta por mi parte y ahora, lo único que quería era estar junto a él.

—Mi hija Leela, ¿te acuerdas de ella? —me preguntó Chambers, sin parar la música. Mi padre se separó del abrazo, volviendo junto a su amigo.

—Claro. —habíamos llegado a pasar algunas navidades junto a los Chambers, cuando mi padre se convirtió en presidente y nos mudamos a Londres. Hasta Jayden había estado en ciertas cenas por aquel entonces.

Con algo de nostalgia dolorosa, desee poder recuperar esos años. Volver atrás.

—Ha sacado su primera canción —el irlandés apuntó con el dedo hacia su móvil sobre el mármol—. Se lo estaba enseñando a tu padre.

Home is where the heart is//London #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora