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Let it go

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Londres, 04 de Mayo de 2024

𝑳𝒂𝒄𝒆𝒚.

Habían pasado dos semanas desde que Hale había ganado la liga. Mismo día en el que mi padre sugirió que trajera de vuelta a Jayden Ward-Harrison si así lo quería.

Con el incipiente clásico entre Westminster y Hale de esa tarde, tenía la excusa perfecta para intentar hablar con él.

Estaba en mi habitación, revolviendo el armario en busca de algo que ponerme para el partido que reflejara formalidad y confianza porque, a pesar de que mi nuevo cargo en el equipo no fuera público, sentía la necesidad de guardar las apariencias y reflejar un carácter fuerte. No sabía a ciencia cierta lo que la gente iba a pensar de mí, así que quería construir una opinión positiva.

Mathilda, que estaba sentada en mi cama contemplando como me volvía loca, había venido hasta mi casa porque íbamos a ir juntas al partido.
Como el asiento de mi padre iba a quedar libre un tiempo, esta vez le había pedido a mi amiga que me acompañara.

—¿Por qué no llevas la camiseta de Westminster? —preguntó, viéndome fruncir el ceño ante el espejo con desaprobación hacia el conjunto que llevaba puesto.

—Necesito algo que me haga ver seria. Mi padre nunca lleva esa —señalé con el dedo a la camiseta que llevaba puesta Mathilda. Una que la había regalado yo tiempo atrás, con su propio nombre en la espalda—, él siempre va con traje.

Al ver mi cara de pánico, Mathilda se levantó y vino a abrazarme.

—Lace... yo creo que te preocupas demasiado.

—Estoy aterrada —murmuré en su hombro.

—Lo entiendo, pero yo estoy de acuerdo con tu padre, eres capaz de hacer esto y mucho más. Sé que el día de tu presentación saldrás ahí y harás ver a todo el mundo la increíble mujer que eres, ¿vale?

Tratando de no llorar, me separé y asentí con la cabeza ante sus palabras. Probablemente si decía algo, las lágrimas aparecerían como una cascada. Cierta ansiedad me perseguía desde que acepté ocupar el puesto de presidenta.

—Creo que tengo una camiseta de Tyler en el armario. La que no tiene número está sucia...

—Pues póntela. Nadie va a fijarse en lo que lleves puesto, créeme.

Con sus intentos de reconfortarme, accedí a ser yo misma y me cambié de ropa. Esta vez, mi look consistía en unos simples vaqueros sueltos azules, unas deportivas blancas y la camiseta azul de Westminster con el número 21 en la espalda y Mitchell escrito sobre él. Una camiseta que probablemente me había llevado de la casa de mi amigo sin que él se diera cuenta. Tenía tantas que ni siquiera la echaba de menos.

Cuando estaba atándome los zapatos para terminar de prepararme, mi teléfono móvil sonó, con una llamada entrante.

Mathilda, que estaba más cerca, se asomó a ver quien era.

—¿Quién coño es Carlos Andrés?

Ignorando la pregunta de Mathilda, me hice con el dispositivo antes de que la llamada se perdiera y descolgué.

—¿Sí? —dije, en castellano. Sabía perfectamente quien era.

—Larissa —la voz masculina al otro lado de la línea me saludó—. ¿Cómo está tu padre?, me habría gustado llamar antes, pero no quería molestar.

Home is where the heart is//London #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora