Ámame║Gojo Satoru

Capítulo XVIII

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Déjame amarte tal como eres y conocer los sueños que en tu alma duermes. Quiero ser el refugio en tus días grises, la luz que brilla cuando el mundo se apaga. Permíteme estar a tu lado, entre risas y lágrimas. Seré el abrazo que calma tu miedo; déjame amarte, sin más, sin enredo.
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El chamán más fuerte se encontraba sentado en las gradas de su colegio, con las piernas estiradas y la mirada perdida en el horizonte. La tarde se desvanecía lentamente, y el sol, al ocultarse, pintaba el cielo con tonos dorados y anaranjados, proyectando sombras alargadas de los árboles que danzaban suavemente al compás del viento. Una brisa fresca acariciaba su rostro, pero no podía ahogar la tormenta de pensamientos que lo asediaban.

Con una mano apoyada en su rodilla, Satoru se sentía atrapado en un mar de dudas. Detrás de él, su maestro Yaga lo observaba con preocupación, consciente del profundo pesar que lo envolvía.

—Profesor, ¿cree que soy el más fuerte? —preguntó Satoru, su voz temblorosa revelando la fragilidad que intentaba ocultar.

—Sí, insufriblemente —respondió Yaga, acercándose y apoyándose en la escalera junto a él. Con las manos metidas en los bolsillos traseros de sus pantalones, su expresión era seria pero comprensiva. Satoru enderezó su espalda, sintiendo el peso de la tristeza aplastarlo.

—Sin embargo, no importa cuán poderoso seas; solo puedes salvar a quienes quieren ser salvados —continuó Satoru.

Las palabras resonaron en la mente de Satoru mientras pensaba en su mejor amigo Suguru, quien había estado atrapado en sus propios demonios. Había querido ayudarlo, pero no había podido. La culpa lo consumía. Además, había puesto en peligro a T/N, la chica que más amaba. Apretó los labios con fuerza al sentir una inmensa necesidad de llorar; sin embargo, se negaba a hacerlo. Él nunca lloraba.

—Tal vez no pudiste salvar a Suguru, pero... —Yaga comenzó a decir.

Satoru no sonrió; estaba demasiado abatido para hacerlo. No levantó la mirada al escuchar la voz de su maestro.

—¿Vas a rendirte con la chica?

La mención de T/N encendió una chispa de ira en su interior. Si no hubiera insistido en conocerla aquella tarde en esa cafetería, ella estaría a salvo y no enfrentando peligros por su culpa.

—¡Claro que no! Por ella sería capaz de todo. Como le dije... la amo tanto que... No verla me parte el corazón; pensar que está en peligro por mi egoísmo...

—La amas hasta el punto de dejarla ir —interrumpió Yaga con firmeza.

Satoru se quedó en silencio por un momento, procesando las palabras de su maestro. ¿Dejarla ir? ¿Quería realmente que él abandonara a T/N? La idea lo llenó de confusión y dolor.

—Profesor, sin ofender... pero usted no puede darme consejos amorosos cuando está más solo que...

Yaga le dio un ligero golpe en la cabeza que hizo que el chamán más fuerte soltase un pequeño gemido de sorpresa.

—Ya ni me dejan deprimirme en paz —se quejó Satoru.

Yaga soltó un profundo suspiro, como si cargara con el peso del mundo.

—Sabes bien que ella no pertenece a nuestro mundo; fuiste un egoísta al involucrarla en esto. Solo recuerda que a veces amar es también saber dejar ir.

Los pasos de su maestro se desvanecieron mientras Satoru se quedaba allí, sumido en sus pensamientos. La puesta de sol transformaba el paisaje en una pintura melancólica. ¿Qué pasará cuando encuentre a T/N? ¿Haría todo lo posible para mantenerla a su lado o tomaría la dolorosa decisión de dejarla ir para protegerla? La lucha entre su amor y su deseo de mantenerla a salvo lo atormentaba mientras las sombras del atardecer se alargaban a su alrededor, reflejando el conflicto interno que lo consumía.