Calitulo 6 | Quién diría

1.9K 128 81
                                    

Sarah


Ver a Noah conduciendo era hipnótico. Sus manos firmes y seguras cada vez que el auto se detenía , como si lo acariciara al mismo tiempo. Cada cambio de marcha era un movimiento preciso pero con suavidad y algo de fuerza que me hacía seguir cada uno de sus gestos, como si su control del coche fuera una extensión de su poder sobre la situación. La manera en la que sus dedos acariciaban el cuero del volante me hacía sentir una atracción inexplicable, como si cada toque suyo me enviara una corriente eléctrica, Como si cada instante con ella estuviera cargado de un deseo no dicho.

El trayecto hacia la oficina se sentía más largo de lo habitual. Me senté al lado de Noah, mientras Pablo iba atrás, intentando romper el silencio con charlas sobre la construcción. Yo no podía concentrarme en nada de eso, mi mente seguía atrapada en los policías que Diana mencionó, pero también en la cercanía de Noah y en esa energía latente que no paraba de crecer entre nosotras.

Cuando llegamos, Pablo fue el primero en bajar del coche, claramente nervioso, y yo tome mi bolso para salir. Pero antes de que pudiera abrir la puerta, sentí la mano de Noah detener la mía, su contacto suave pero firme sobre mi muñeca. El simple toque me hizo quedarme inmóvil. Noah no dijo nada. Con un leve gesto de la cabeza me indicó que cerrara la puerta nuevamente. Algo en la forma en que lo hacía me desconcertó y, a la vez me atrajo aún más.

Hice un gesto a Pablo para que entrara.

— Adelante, entra. Andrea te está esperando arriba. Diana te recibiera, dile que subo en unos minutos.

— Esta bien señora.

Mientras Pablo se alejaba, no pude evitar seguir sintiendo la presión de la cercanía de Noah. La miré brevemente pero ella no me devolvió la mirada, su rostro aún mirando al frente. Murmuró algo entre dientes, pero no logré entenderlo.

— ¿Dijste algo? — Pregunté, acercándome más.

— Quería disculparme por mi comportamiento de hace rato... no sabía que venías con pablo a tu oficina.

Aunque sus palabras fueron suaves, el tono de su voz no dejaba espacio para interpretaciones. Aún sin mirarme, con las manos firmemente sobre el volante, ella continuó hablando, pero la tensión en el aire se volvía más densa con cada palabra.

— No debí insistir tanto en preguntarte por qué necesitabas a Pablo... tus asuntos legales y los de él no son mi problema.

Había algo en su voz, una mezcla de arrepentimiento... y ¿Vergüenza?.

Asentí sin saber qué decir, pero antes de intentar abrir otra vez la puerta, Noah me detuvo de nuevo, su agarre más firme esta vez sus ojos se encontraron con los míos, esa intensidad, esa carga eléctrica, era casi insoportable. Me miraba como si esperaba una respuesta a una pregunta que todavía no había hecho, como si mi siguiente movimiento determinaría todo lo que seguía.

— Noah, me están esperando. —dije, intentando recuperar algo de control en la situación, alzando una ceja, moviendo mi mano dentro de su agarre, pero ella no me soltó.

— ¿Qué vas hacer mañana en la noche? — preguntó, su voz baja, como si la pregunta fuera un susurro, como si cada palabra estuviera pensada con cuidado.

— ¿Mañana en la noche? ¿Qué voy hacer mañana en la noche? — Repetí completamente sorprendida. Fue entonces cuando comprendí que me estaba invitando a salir. Mi corazón dio un salto, y la idea me desconcertó y me emocionó al mismo tiempo

El Flechazo y La Secuela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora