Sarah
Los últimos días habían sido un torbellino. Entre la carga del trabajo y los preparativos para el viaje a Toronto, a penas me quedaba el tiempo para respirar. Noah y yo solo habíamos hablado por mensaje, no nos habíamos vuelto a ver después del beso. Y, aunque me moría por verla en persona, mis respuestas eran rápidas y aveces espaciadas; el trabajo absorbía casi todo mi tiempo, al igual que a Noah. Según me había contado ahora tenía cuatro proyectos adicionales, cada uno con su propio conjunto de contratiempos y problemas.
Desde aquel beso, Noah parecía más animada. Su resfriado había desaparecido, y aunque yo atribuí su mejoría a los medicamentos, ella no dejaba de bromear diciendo que la verdadera cura habían sido mis besos. Esa afirmación lograba sacarme una sonrisa en medio de la jornada más caótica.
Christopher incluso se ofreció a dejarme en la obra antes de ir a la pastelería, y aunque hubiera sido práctico, lo rechacé. No quería que Noah volviera a interpretar las cosas de forma incorrecta. Ya habíamos pasado por eso antes, y lo último que necesitaba era darle otra razón para ponerse celosa. Había algo fascinante en Noah cada vez que sus celos afloraban. Su suavidad habitual, esa ternura que me hacía sonreír, desaprecia por completo. En su lugar, sus ojos se afilaban y su mirada se volvía intensa, intentaba mantener la calma, pero se le escapaban preguntas con ese tono directo y un poco retador que nunca usaba en otros momentos.
Y, aunque intentaba fingir que no se daba cuenta, yo veía cada una de esas pequeñas señales: la forma en la que se mordía el labio cuando yo mencionaba a Christopher, como cruzaba los brazos con una mezcla de orgullo y vulnerabilidad.
Diana entró a la oficina con una expresión seria y profesional, pero yo ya podía notar algo de molestia en su mirada.
— Sarah, lamento informarte que la audiencia de hoy tendrá que cancelarse — dijo en un tono seco —. El juez no podrá asistir y la han pospuesto para mañana.
Suspiré tratando de procesar el cambio de planes.
— mañana...— repetí y enseguida me di cuenta—. Pero justo ese día es la audiencia de pablo.
Diana asintió, guardando su libreta y dando un paso hacia la puerta, lista para irse.— Ah, Diana— dije antes de que pudiera irse —. ¿Ya tienes todo listo para el viaje a Toronto?
Se detuvo y me miró, visiblemente contrariada.
— Sigo estando en desacuerdo con ese viaje, Sarah. Pero iré solo porque me lo pediste — respondió con un dejé de resistencia en su voz.
Intentó retirarse nuevamente, pero antes de que pudiera hacerlo, la detuve con un simple "gracias". Su expresión se suavizó aunque seguía mostrándose algo reacia. Sabía cuando le disgustaba la idea, pero también sabía que siempre podía contar con ella.
Sentada en mi escritorio, la cancelación de la audiencia aún retumbaba en mi cabeza. Los documentos esparcidos frente a mí perdían sentido, y mis pensamientos, sin querer, volvían una y otra vez a Noah. Era como si su imagen se filtrara en cada pausa, en cada espacio de silencio, sin pedir permiso.
Por un momento intenté distraerme pensando en Diana, en su inexplicable incomodidad con ir a Toronto. Andrea, su adorado tormento, nos había ofrecido quedarnos en su casa, y aún así, Diana se mostraba reacia. Era un enigma que no podía descifrar. Me preguntaba si había algo que Diana temía admitir, sea lo que sea en este viaje lo iba a descubrir.
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El Flechazo y La Secuela
RomanceSarah es una mujer hermética, conocida porque nadie sabe nada de ella, a parte de que esta casada con el hombre más rico de Nueva York. Los rumores dicen que después de "la boda del siglo" los enamorados buscan casa. Y quién mejor que la Ingeniera...