Capitulo 7 | La mujer que no soñe

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Sarah


La espera era un susurro que recorría el tiempo, cada segundo un latido en pausa lleno de nervios y deseos. Como diría Kierkegaard, "La ansiedad no hace libre a quien la siente". Pero en este momento la espera era una dulce tortura. Mis pensamientos vagaban entre los expedientes que Diana traía sin cesar y la imagen de Noah. No podía concentrarme; el celular se volvía un imán para mi mirada, como si, en cualquier momento pudiera recibir una imagen de ella.

Ayer, justo a la salida de la oficina, Noah me mostró una faceta que nunca imaginé en ella. La seguridad que la había definido en ese primer beso en el bar parecía desvanecerse, dejándola con una expresión nerviosa y... ¿avergonzada? El contraste me dejó desarmada. No podía dejar de preguntarme cómo alguien que irradiaba tal confianza podía huir de mis miradas.

"¿Noah tendrá un perfil de Instagram?"  Me pregunté, casi divertida por él impulsó de encontrarla. Sin más, empecé a buscar su nombre, variando letras, agregando apellidos. Casi me reí de mi propia obsesión, hasta que encontré una cuenta con una foto de perfil en blanco y negro de una mujer rubia sosteniendo un libro. Aunque no se le veía el rostro, un tatuaje en su antebrazo me hizo dudar.

¿Podría ser ella?

Con el perfil en privado, las opciones eran pocas, sería muy evidente seguirla desde mi propio perfil. Me detuve y me puse de pie, dándole vueltas al asunto. Mi mirada se posó en Diana, quien estaba ocupada imprimiendo unos documentos. Un pensamiento temerario cruzó mi mente: ¿Y si usaba su cuenta para seguir a Noah?

— Diana— La llamé, acercándome con una sonrisa.

— ¿Sí?— contestó sin mirarme, enfocada en su trabajo.

— ¿Qué imprimes? — Pregunté, tratando de sonar casual.

— Son los documentos que me pediste para la abogada Fiore. — contestó, acomodando las pilas de hojas.

¿La abogada Fiore?

— Ah de Andrea, cierto... lo había olvidado — respondí, peinándome el cabello hacia atrás para ocultar mis nervios.

Decidida, me aventuré a preguntar —. ¿Podrías prestarme tu celular?

Diana levantó una ceja, algo sorprendía, mientras trataba de organizar la pila de papeles en su escritorio.

—¿Mi celular? — Repitió desconcertada.

— Sí... necesito hacer una llamada importante y no quiero que salga desde mi número — respondí con la mayor seguridad posible.

Diana parpadeó, pero después asintió con una sonrisa divertida.

— Claro, tómalo. Está encima de mi escritorio. La clave es la fecha en la que empecé a trabajar aquí — dijo con una expresión traviesa.

— ¿Qué? —le devolví la mirada, confundida.

Ella soltó una carcajada viendo mi reacción.

— Es broma, Sarah.  Es mi fecha de cumpleaños.— respondió divertida.

Le devolví una mirada de fingida seriedad, mientras tomaba su celular.

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