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Chiara's Pov

Estoy usando todas mis energías para que no note que estoy temblando. Aún en la puerta de la hamburguesería, Violeta se acomoda el abrigo y me mira con esa sonrisa que tiene, tan deslumbrante.

—Gracias por acompañarme —le digo, sonriendo mientras miro al suelo, sintiendo cómo se me enrojecen las mejillas—. Espero no haber arruinado tu noche.

—¡Al contrario! —me responde, guiñándome un ojo—. Estoy deseando que llegue el próximo martes.

Sonrío mientras ella empieza a retroceder. 

¿Qué tiene? ¿Por qué es tan extrañamente cautivadora?

—Adiós, Chiara... —dice, alejándose—. Que tengas una buena noche.

Me quedo allí, plantada como una idiota, viéndola marchar. ¿Qué me pasa? ¿Por qué estoy tan nerviosa? ¡¿Por qué la miro caminar?!

Sacudo la cabeza y me doy la vuelta para ir a casa. Sin embargo, tras dar cuatro pasos, lucho internamente para no girarme y ver si se ha ido. 

¡No, no lo hagas! ¡Sé fuerte, Kiki! Puedes seguir adelante; no tienes que girarte y darle el gusto de que, por casualidad, te esté mirando. 

¿Me estará mirando como yo a ella? ¿Se habrá ido de verdad? No hay nada malo en mirar, ¿verdad?

Disimuladamente, miro hacia atrás y la veo de pie, con las manos en los bolsillos de su abrigo, mirándome. 

Abro la boca como una idiota y me giro rápidamente, pero la escucho reírse ante mi reacción.

—¡¿Qué me pasa?! —me repito a mí misma.

Me detengo en la esquina y espero a que el semáforo cambie a verde, cerrando los ojos un momento. 

No, no puedo volver a mirar. Por mucho que me pique la curiosidad. No mires, Chiara. Piensa en tu perro, piensa en tu perro. Un momento... ¿qué perro? No tengo un perro. Soy un desastre con las mascotas, no podría ni cuidar a un pájaro.

Espera, un pájaro... Como Piolín.

—Tenías que pensar en e puto Piolín... ¿verdad, Chiara? —me digo en voz baja—. Tenías que imaginarla completamente pintada de amarillo.

Sonrío con esa imagen mental. Se vería adorable. ¡Pero no puedo estar pensando en eso! Debo concentrarme en otra cosa. Como el camino a casa, por ejemplo. Debo admitir que me está costando, estoy tardando más de lo habitual en llegar a mi apartamento.

Abro la puerta y me apoyo contra ella, mirando la oscuridad. No es posible que una persona me afecte tanto. Decido que lo mejor es darme un baño, así que dejo mis cosas en el sillón y busco ropa de dormir. 

La ducha es liberadora. Limpia mis nervios, y aunque no calma mis pensamientos, ahora estoy más tranquila. El encuentro con Violeta es una casualidad que interrumpe mi rutina, y la verdad es que lo agradezco. Me divierto con ella, a pesar de que me pone nerviosa y siempre coquetea sin reparos.

Cuando salgo de la ducha, me seco el pelo con una toalla y me siento en el sillón, enciendo la televisión y pongo una película que ya está a medio camino. Tomo mi teléfono y veo que tengo algunos mensajes sin responder. Los reviso con paciencia y luego empiezo a navegar por las redes. 

No soy fan de las redes sociales; no me gustan. Pero tengo una cuenta anónima de Instagram que solo conocen mi mejor amigo Alex y un par de personas.

Bajo y veo que la mayoría son fotos que ha subido Alex. Entonces me aparece una notificación: 

Doctora | kiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora