PRÓLOGO

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Anastasia
Hace dos años

—¿Qué fue lo que acabo de presenciar? ¡Era patético! Estabas torpe, deshaciéndote en pedazos... ¡Te hiciste la caída más infantil! ¡Eres patética!—vocifera con odio.

El cuerpo me duele, el cansancio me abraza y las lágrimas empapan mis ojos.

—Lo siento...—murmuro débilmente, de rodillas en el suelo—. Estoy cansada.

Mi profesor bufa y se cruza de brazos.

—¿Sabes por qué te cansas?

Niego con la cabeza.

—¡Porque estás gorda! Pesas mucho más de lo que deberías y por más que te lo he dicho no obedeces—se inclina un poco hasta que toma mi mentón entre sus dedos.
Su mirada llena de desdén me apuñala en lo más profundo de mi alma.

—Rígida...—masculla—Gorda y rígida, eso es lo que eres.

«Todo lo he hecho mal»

He pasado toda la semana sin comer bien, me he alimentado de pocas frutas y agua, tal como él me lo ha pedido pero el número en la báscula no baja. Al contrario.

—Dime por qué estás en la academia—el silencio me invade por unos segundos.

Él aprieta mi mentón con fuerza, probablemente hará una marca.

—He bailado desde los seis años...

—¡No! ¿Por qué estás en mi academia?—grita— ¿Por qué estás en mi academia si no eres digna de ello?

—Me he...—la voz se me rompe.
Quiero gritar pero todos se han ido. Ha esperado a que mis demás compañeras deban presentar para tener la oportunidad de quedarnos solos.

—Me he esforzado durante toda mi vida—continúo—. Lo merezco.

Sus cejas se fruncen y aprieta aun más su agarre, sin darme la posibilidad de apartar mis ojos de los suyos.

Podría destrozarme en un abrir y cerrar de ojos si quisiera.

—¿Mereces estar aquí? ¿¡Eh!?—tira de mi, mi cuerpo se tambalea y la capacidad para defenderme también—¡Responde, Anastasia!

—Yo...sí. Lo merezco—musito. Él se pone de pie, soltándome con desaprobación.

Tal parece que mi respuesta lo enfurece más.

—¡Eres una pequeña ingrata! ¡Patética!He dado tanto por hacerte una buena bailarina, ¡tanto esfuerzo, incluso tiempo de mi apretada agenda y haces el peor, el más jodido y estúpido fallo!

Apesar de todo. Reuno todas las pocas fuerzas que me quedan y levanto la mirada.

—No es eso lo que te enfurece.

Arruga las cejas, confuso.

—¿No lo es? Dime entonces, pequeña ingrata, ¿qué es lo que me tiene molesto?

—Me has tratado así porque no acepté acostarme contigo la otra vez—respondo—. Me exiges más que a las demás y haces todo esto porque te rechacé.

Sus ojos se oscurecen, bañados en odio.

—No sé a qué te refieres—dice entre dientes—. Me da hasta asco pensar en acostarme con alguien como tú.

—¡Lo sabes! Lo sabes muy bien!—grito con la valentía que me queda— Te duele mi rechazo y por eso me haces esto.

Se agacha para coger mis hombros con sus manos y me levanta, enfurecido.

—¡Cierra la maldita boca y no digas más tonterías!

El terror me presiona el pecho cuando empieza a sacudirme hasta acorralarme contra la pared.

—¡Eres nefasta, no te quiero en mi academia!—grita con furia.

Mis ojos están empañados debido a las lágrimas, debilitando mi visión.

Había hecho de todo. Era la mejor en ballet, pero nada era suficiente para él.

Michael Crafton: mi profesor de ballet desde hace años.

Cuando cumplí dieciséis, fui admitida a esta academia. Michael quedó atontado desde que me vió bailar por primera vez y no dudó en aceptarme.

Pensaba que era lo mejor, que abriría muchas puertas y lograría mi sueño de ser una de las mejores bailarinas del país.

Tres años después. Estoy arruinada. Me he quedado en esta academia, acompañada de mil inseguridades y una enemistad con la comida.

Hoy era la presentación más importante del año. Reviviría la academia y permitiría que muchas chicas quisieran entrar aquí.

Sin embargo, lo he arruinado.
He fallado:como siempre.

Apesar de todo, ya no puedo más.
Mi cuerpo está cada día más inestable y cada mañana me siento más lejos de cumplir mi sueño.

Como si retrocediera.

—¡Vete de mi academia!—ordena.

Caigo de rodillas y suplico.

«Por favor, no»

—No puedes correrme...por favor—lloriqueo tirando mis fuerzas a la basura.

En un arranque de ira, tira de mi cabello y me arrastra por todo el lugar. Todo pasa demasiado rápido para mi. El llanto me hace incapaz de ver con claridad.

Abre la puerta de entrada y me lanza sobre la tierra.

—¿Quieres ver como te corro de mi academia?—se burla—Nefasta, inútil.

El corazón se me hace trizas.
Pequeñas piedras se me incrustan en la piel.
No puedo siquiera levantarme.

—Sabes que tengo razón—espeto con la poca dignidad que me queda—. Estás furioso por mi rechazo.

Michael estira su mano hasta golpear mi mejilla con ella. Todo se vuelve borroso cuando retrocedo y el dolor carcome mi piel.

—¡Cállate!—enfurecido, se abalanza sobre mi. Reteniendome por completo.

Y lo que creí imposible, se vuelve realidad cuando empieza a golpearme.
Una
Otra
Y otra vez.
No le importa en donde.
Su rostro se llena de satisfacción al mismo tiempo que sus manos golpean mi cuerpo de manera frenética.

Mi cuerpo se desvanece y grita por ayuda.

No sé cuánto tiempo pasa.
La mirada se me apaga y todo se vuelve oscuro.

Forgive UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora