CAPÍTULO NUEVE

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Bastian
7 años

—¡Por favor, detente!

Mamá ha repetido esa frase al menos quince veces en la otra habitación.

Papá ha llegado furioso. Tomó de nuevo y vino antes de lo esperado, por lo que mamá no tenía la cena lista. Para él, no hubo mejor solución que hacer lo mismo de siempre; golpearla.

—¡Thomas, detente!

Los gritos no cesan y la voz de mamá se vuelve cada vez más desgarradora.

En cuanto supe que había llegado a casa decidí esconderme en mi closet. Es algo de casi de todos los días, sin embargo el miedo siempre es el mismo.

Aún me duelen las costillas y los brazos de las patadas que me dió ayer solo por haber tirado una de sus cervezas sin querer.

—Me estás lastimando...por favor—suplica mamá al otro lado de la habitación.

Vidrios se rompen.
El monstruo grita.
Golpes.
Mi corazón se acelera y me golpea el pecho.

Cubro mis oídos con todas mis fuerzas y reprimo todas mis lágrimas.

No debo llorar o si no él me escuchará, y si me escucha, dirá lo mismo de siempre

«El llanto es para débiles, yo no quiero a un hijo márica. ¿Eres un márica, Bastian? ¡¿Lo eres?!»

No lo soy.
Soy fuerte, incluso mucho más que mamá.

El estruendoso golpe de la puerta de abajo me hace dar un respingo. Los gritos de mamá han cesado y ligeros pasos se acercan a mi habitación.

Son los pasos de mamá.
He vivido tanto tiempo en esta situación que sé reconocer cuando es ella la que viene a mi habitación.

Las puertas del armario se abren y entonces me encuentro con el rostro de mamá. Destrozado por los golpes y el llanto. Su ropa está rasgada y su cuerpo tiembla ligeramente.

—Lo siento —se disculpa con voz rota—. Es mi culpa.

Estoy congelado, al mismo tiempo tan familiarizado con la situación que siquiera me inmuto.

Los delgados dedos de mamá acarician mis mejillas. Viéndola de cerca puedo notar las marcas rojizas de su piel, la sangre que yace en su nariz y su mirada devastada.

—¿Se ha ido? —con tono vacilante, doy un vistazo a la habitación.

Mamá asiente.

—¿Por qué dejas que te haga daño, mamá? ¿No podemos huir?

Su gesto se quiebra y sus ojos lloran.

—Porque lo amo —afirma con certeza—. No puedo dejarlo porque lo amo. Bastian, así es el amor, a veces sana, a veces duele.

Si la relación de mis padres es la representación del amor de pareja, entonces no quiero amar nunca en mi vida.

Si los golpes, el abuso y los gritos son amor, entonces prefiero eximirme de este.

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