CAPÍTULO SEIS

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Anastasia

—Vas a estar a prueba durante un mes —Bastian posa sus ojos en mí por un momento y luego los aparta—. Aprenderás una nueva coreografía, y será la que presentarás frente a todos.

Bastian no me ha  "aceptado en sus clases" literalmente. Ha optado por "ponerme a prueba" según él.

En un mes hay una presentación en el Metropolitan Opera House. Varias academias de ballet presentarán a sus estudiantes; sin embargo, Bastian no ha elegido a sus demás alumnas. Me ha elegido solo a mí para presentar. Absolutamente sola.

Diría que estoy muerta de miedo, pero soy una Romanov, y los Romanov tememos a muy pocas cosas, a excepción de mi padre. Él definitivamente no le teme a nada.

—¿Entendido? —asiento con un ligero movimiento y me acomodo cerca de la barra.

Mi cuerpo está tenso, necesito calmarme o me correrá de nuevo y no quiero que lo haga. Sin embargo, este hombre me produce más nervios de los que debería con tan solo mirarme a los ojos.

—Estira primero —dice, usando ese tono típico que no es más que autoritario.

Me limito a sacudir la cabeza de nuevo y comienzo a prepararme tan pronto como él reproduce la música.

Empiezo con los estiramientos dinámicos que ya me sé de memoria. De vez en cuando miro a Bastian. Está a unos metros de distancia, con la mirada fija sobre mí. No parece irritado ni molesto, al menos.

De hecho, creo que ya me soporta un poco más. Después de todo, es lo menos que puede hacer.

Tal como había dicho, hoy llegué media hora antes de lo acordado. Bastian ya estaba dentro del salón. Lo encontré sentado en el taburete del piano, tocando una melodía.

Creo que incluso le sorprendió verme tan temprano. Al fin y al cabo, necesito ser lo más perfecta posible para que el señor amargado no me vuelva a echar de su academia.

Así lo he llamado, aunque Eric prefiere decir que es como un troll gruñón que, por cierto, sí que existen. Y son horribles.
Por eso no creo que Bastian se asemeje a algo así.

En fin, me concentro en mi prioridad. Mis músculos se liberan y el calor se apodera de mí a medida que estiro. Poco a poco me siento menos tensa y mucho más ligera. Me aseguro de estar completamente lista porque conozco la pesadilla que es lesionarse desde que me pasó una vez a los doce años. Desde entonces, he estado obsesionada con hacerlo bien.

Por lo que, cuando mi cuerpo está lo suficientemente suelto para empezar, le indico a Bastian.

—¿Estás lista? —inquiere, con voz monótona.

—Estoy lista.

—Vamos a hacer algo —Bastian se separa del piano y con largos pasos se acerca a mí—. Yo voy a tocar el piano y tú vas a bailar.

Un momento. ¿Acaba de decir lo que creo que dijo?

—Pero dijo que aprendería una nueva coreografía.

—Así es —da la vuelta y camina hacia el piano. Acomoda el taburete y se sienta—. Vas a aprenderla desde cero porque la vas a crear tú. Necesito que sea algo que transmita una emoción en concreto: dolor.

Dolor.
No puede ser muy complicado. Incluso he interpretado distintas danzas que pueden servirme para esto.

—Yo toco la melodía, y respecto a lo que te haga sentir, tú bailas —se recoge las mangas antes de empezar—. ¿Lista?

Forgive UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora