Anastasia
—Solo vas a comer esto—mis ojos se emfocan sobre el plato que tengo al frente.
No he comido por días, apenas he tomado agua y solo yo misma sé lo mucho que tuve que hacer para aguantar el hambre en casa y que mis padres o Elían no sospecharan nada.El olor a especias y carne de la cena de anoche me había hecho rugir el estómago como si de un monstruo se tratase.
—No tengo hambre, el profe Michael nos llevó a cenar a mis compañeras y a mi, de todos modos, gracias, mamá—había dicho antes de irme a dormir.
Ahora, me desmorono y ruego por un poco de alimento y lo único que hay frente a mi es un par de frambuesas y unos trozos de sandía.
—¿No puedo comer nada más?—le pregunto, ansiosa por sentir algo más dentro de mi estómago, que aquello que tengo en frente.
Michael niega con la cabeza.
—Esto te brindará la energía necesaria para todo el día, además—desliza la silla y se sienta justo a mi lado—, no querrás acumular grasa aquí—toca mi abdomen con un dedo—, ¿verdad? De todos modos ya te sobra bastante.
Su tono es suave y extrañamente cariñoso.
—Pero tengo hambre, Michael. Por favor. Déjame comer algo más—insisto—. ¿Por qué mis compañeras pueden comer y yo no?
Azota la mesa y su rostro se tiñe de molestia.
—¡Porque ellas no están gordas!
El pánico me abraza el pecho, me retuerzo sobre mi asiento. El nota mi reacción y baja el enojo.
—Come, Anastasia. Te espero en clases en cinco minutos—lleva una mano a mi cabello y lo acaricia con cuidado.
—Anastasia—la voz de Elían que suena a través del móvil me trae de vuelta.
—Sí, estoy escuchando—miento, esperando a que no me pille.
Saco la mermelada de mi refrigerador y cojo una rebanada de pan, lo embadurno de mermelada y continúo.
—Me ha ido super bien.
—No te creo, no suenas muy convincente.
Pongo los ojos en blanco y le doy un mordisco a mi pan.
—Que sí, Elían. Me ha ido muy bien, mi profesor es un amor, te lo juro—una carcajada se oye al otro lado de la pantalla y por un segundo se siente como un abrazo a mi corazón.
—Solo quiero que estés bien—su voz es suave—. Prométeme que estás bien y te estás alimentando.
Lo hago.
Es difícil, pero lo hago.Después de pasar años con el imbécil de mi viejo profesor—cuando papá casi lo mata después de la golpiza que me dió al echarme de su academia—, tanto mis padres como Elían, notaron mis problemas con la comida. Y, aunque he mejorado muchísimo, aveces escucho esa voz en mi cabeza que me dice que debería comer menos.
Incluso que debería dejar de hacerlo.
A veces me cuesta mirarme al espejo y realmente extraño esos días en los que disfrutaba de mi comida sin siquiera pensar en si mi abdomen se hinchará luego de disfrutar, o si engordaré.
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Forgive Us
RomanceAnastasia Romanov ha entregado su vida al ballet, sin distracciones ni romances. Al mudarse a la prestigiosa academia Rochford, su ambición por alcanzar la cima se intensifica. Sin embargo, su camino se entrelaza con el de Bastian Fox, un profesor t...