Al ver el estado de su auto con las llantas pinchadas, los tres hermanos se miraron entre sí, frustrados. Diego, cruzando los brazos y apretando la mandíbula, fue el primero en soltar una maldición. Klaus, por otro lado, tenía una sonrisa torcida mientras pensaba cómo salir de esta situación. Fue entonces cuando Ben, solo visible para Klaus, apareció a su lado y le hizo un gesto hacia un destartalado carrito de helados abandonado cerca de la acera.
—Oye, Klaus, ¿y si usan ese carrito? —sugirió Ben con una sonrisa irónica.
Klaus se giró hacia el carrito, y sus ojos se iluminaron al captar la idea.
—¡Chicos! —dijo Klaus, girándose hacia Diego e Isabel con entusiasmo—. ¡Vamos a seguir a esos idiotas en el carrito de helados !
--¡Oye esa fue mi idea!-- dijo el fantasma enojado-- imbecil
Diego lo miró como si estuviera loco. Isabel parpadeó, perpleja, pero al ver el brillo decidido en los ojos de Klaus, una sonrisa casi imperceptible cruzó sus labios.
—¿En serio? —preguntó Diego, aunque no parecía tener otra opción.
—Déjalo a mí —dijo Isabel, con un destello de confianza. Caminó hacia el carrito, inspeccionándolo rápidamente antes de girarse hacia sus hermanos—. Yo sé cómo prenderlo.
—¿En serio? —dijo Klaus, levantando una ceja con admiración falsa, pero animado de ver a Isabel tan resuelta.
Isabel no se molestó en responderle y se subió al carrito. Con un par de movimientos rápidos, logró encenderlo, y el motor comenzó a rugir con un ruido metálico. Satisfecha, se giró hacia sus hermanos.
—Vamos, suban —dijo, con una sonrisa desafiante.
Klaus y Diego no perdieron tiempo y se acomodaron en el pequeño asiento trasero. Isabel pisó el acelerador, y el carrito avanzó dando un salto, lanzándolos casi fuera del asiento. Klaus soltó una carcajada, y Diego gruñó, agarrándose al borde.
—¡Ahí están! —señaló Klaus, viendo la camioneta de Cha Cha y Hazel un par de cuadras adelante.
—Voy a acercarme lo más que pueda —dijo Isabel, manteniendo la vista fija en la camioneta mientras maniobraba en el tráfico, lo que era toda una hazaña considerando el vehículo en el que iban. Después de unos minutos, sin embargo, ella sintió que sus brazos comenzaban a cansarse y soltó un suspiro.
—Diego, tu turno —dijo, frenando para que su hermano pudiera tomar el volante. Diego resopló, pero cambió rápidamente de asiento y tomó el control. Aceleró lo mejor que pudo y, sorprendentemente, el carrito respondió, rugiendo por las calles mientras mantenían a la vista a la camioneta de sus enemigos.
Después de unos minutos, Diego también sintió el cansancio y, entre dientes, miró a Klaus.
—Bien, Klaus, tu turno. Intenta no matarnos.
Klaus sonrió con una expresión de pura diversión y tomó el volante con una teatralidad exagerada, acelerando el carrito con entusiasmo. Isabel y Diego se aferraron al asiento mientras Klaus reía como si fuera una montaña rusa.
—¡Vamos, amigos, esta es la persecución del siglo! —gritó Klaus, ignorando el caos a su alrededor.
Con los tres turnándose al volante, el carrito de helados siguió a toda velocidad detrás de Cha Cha y Hazel, en una persecución que estaba lejos de ser silenciosa.
Mientras Klaus se encargaba de manejar, Diego e Isabel se relajaron un poco en el asiento trasero, y, para añadirle un toque surrealista a la persecución, se sirvieron unos helados del carrito. Ambos sabían que era una situación ridícula, pero tras tantas tensiones, la extravagancia del momento era casi bienvenida.
YOU ARE READING
¨Sombras de lo que eramos¨
RomanceIsabel Hargreeves: Hermana adoptiva de los Umbrella, Número Ocho con el poder de controlar la materia, Isabel tiene una relación compleja con Five Hargreeves, su mejor amigo y amor de la infancia. Es una chica fuerte, pero marcada por el sufrimient...