¿Fin?

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El silencio se apoderó de la sala después de la destrucción de la luna. Todo estaba en ruinas, como si la realidad misma se hubiera resquebrajado. La intensidad de la batalla había cesado, pero el ambiente aún estaba cargado de energía residual. El aire parecía vibrar, y la sensación de pérdida llenaba cada rincón.

Isabel, aún inconsciente, yacía sobre el suelo, su cuerpo adolorido por el esfuerzo. Los ojos de Cinco, con la ansiedad pintada en su rostro, observaban con desesperación cada pequeño movimiento de su hermana. La situación había alcanzado su punto más oscuro, y la incertidumbre lo rodeaba todo. Isabel despertó lentamente, con la respiración entrecortada, el cuerpo tenso, como si el dolor recorriera cada fibra de su ser. La sensación de vacío era abrumadora. Cuando sus ojos se abrieron, la luz blanca que antes dominaba su mirada se desvaneció, dando paso a un profundo abismo de oscuridad.

Cinco se acercó a ella con cautela, pero su mirada estaba llena de amor y preocupación. Se agachó junto a ella, tocando suavemente su rostro, aliviado de que todavía estuviera consciente. Isabel, con esfuerzo, levantó la cabeza, sus ojos buscaban los de él, como si quisiera encontrar algo en esa mirada, algo que aún la anclara a este mundo roto.

"Resiste... por favor", murmuró Cinco, su voz quebrada por la emoción. "Te quiero mucho... más de lo que imaginas. No me dejes, no ahora..."

Isabel, aunque débil, esbozó una pequeña sonrisa. Pero en su mirada había algo más, una tristeza indescriptible, un entendimiento de que el tiempo de los dos, de los hermanos, había llegado a su fin en esta vida. Su cuerpo no podía seguir resistiendo, y el peso del apocalipsis, el destino inevitable que había marcado sus pasos, la estaba consumiendo.

Con las pocas fuerzas que le quedaban, Isabel levantó la mano y tocó el rostro de Cinco, su contacto frío pero lleno de amor. La conexión entre ellos era más fuerte que cualquier poder, más allá de cualquier guerra o batalla.

"Te quiero", dijo Isabel, su voz apenas un susurro, pero llena de una verdad profunda. "Pero déjame ir... sabes que ya es momento. En otra vida, será... pero en esta... el apocalipsis ganó."

Cinco cerró los ojos con fuerza, sintiendo como si el mundo entero se le hubiera caído encima. La intensidad de sus sentimientos por Isabel era tan grande, tan abrumadora, que las palabras le faltaron. Solo podía mirarla con esos ojos llenos de amor, de desesperación.

"Te prometo que siempre te amaré, Isabel... siempre", murmuró, su voz quebrada por el dolor. "En esta vida, en la siguiente, en todas las vidas que existan... te amaré más de lo que las palabras pueden decir."

Y con ese susurro, Isabel, a pesar del dolor y la tristeza, se inclinó hacia él, y con la poca energía que le quedaba, lo besó con intensidad. Un beso lleno de despedida, de amor, de resignación. El beso final que sellaba su destino en esta vida. El beso que cerraba un capítulo de su historia y que, aunque doloroso, era necesario.

Cinco, sintiendo ese beso como el final de todo, la abrazó con fuerza, sin querer soltarla. Pero sabía, en lo más profundo de su ser, que debía dejarla ir. Isabel ya había encontrado su paz, y aunque su corazón gritaba por más tiempo, por más amor, sabía que el apocalipsis, esa fuerza inevitable, ya había ganado.

La luz de los dos se apagaba, pero sus almas seguirían unidas, por siempre.

La quietud del momento era abrumadora, como si todo se hubiera detenido para permitir que el dolor, la tristeza y la desesperación se apoderaran de cada rincón del universo. Isabel, aún en los brazos de Cinco, empezó a desvanecerse lentamente, como si su ser mismo estuviera siendo disuelto por el aire, como si la esencia de ella se estuviera desintegrando y desvaneciendo en el vacío. Sus ojos, esos ojos que compartían todo, se apagaron por completo, y su cuerpo comenzó a desaparecer, como si nunca hubiera estado allí, como si toda su existencia fuera solo un eco fugaz, un suspiro del viento.

Cinco, con el corazón desgarrado, la sostuvo con fuerza, pero sus manos solo tocaban aire. Cada pedazo de ella se disolvía, se iba, dejando solo la sensación de vacío y el eco de su amor eterno. Su alma, la chispa que había sido Isabel, se desmoronaba ante sus ojos, y la desesperación lo invadió por completo. La imagen de ella desintegrándose frente a él se grabó en su mente, un recuerdo imborrable, un dolor que nunca dejaría de doler.

El último vestigio de ella, la cadena que siempre había colgado de su cuello, cayó al suelo con un sonido sordo, como un latido final que se extinguía. Cinco, con lágrimas que resbalaban por su rostro, se agachó lentamente y recogió la cadena con manos temblorosas. La tocó con cuidado, como si aún pudiera sentirla a través de los eslabones fríos de metal. Era lo único que quedaba de ella, lo único que le quedaba de todo lo que había sido.

"Te prometo, Isabel", susurró, su voz quebrada por el dolor, "nunca te olvidaré... jamás."

Sostuvo la cadena con fuerza, como si a través de ese simple objeto pudiera mantener viva la memoria de ella, de todo lo que habían compartido. Pero sabía que, aunque la cadena pudiera quedarse en sus manos, ella ya no estaba, y nunca más lo estaría de la misma forma. La tragedia de la pérdida se sentía tan palpable, tan profunda, que parecía que el mundo mismo estaba enterrando esa chispa de luz que Isabel había sido.

El apocalipsis había ganado, pero el amor de Cinco por Isabel jamás sería destruido.

Cinco, con el corazón aún roto por la pérdida de Isabel, se acercó a sus hermanos, su mirada vacía pero decidida. Aunque el apocalipsis había arrasado con todo lo que conocían, había algo dentro de él que se negaba a aceptar la derrota, algo que luchaba por encontrar una salida, por darles a todos una segunda oportunidad.

—"Hay otra forma..." —dijo con voz temblorosa, pero firme, mientras sus ojos brillaban con una mezcla de desesperación y esperanza.

Sus hermanos lo miraron, confundidos, pero también dispuestos a seguirlo, a creer en esa última posibilidad. Si alguien podía cambiar el curso de los acontecimientos, era él. Cinco había visto tanto, había vivido tanto, que no podía permitir que todo se desmoronara sin luchar por lo que quedaba de ellos, sin luchar por Isabel, por sus hermanos, por un futuro que aún podía existir.

Cinco levantó las manos, su poder crecía en su interior, y con un susurro apenas audible, comenzó a trazar círculos en el aire. El tiempo, ese concepto abstracto y eterno, empezó a distorsionarse a su alrededor, como si la realidad misma se doblara bajo su control. La luz a su alrededor comenzó a oscurecerse, como si el mismo apocalipsis estuviera entrando en su interior, pero esta vez, Cinco sabía que lo estaba controlando. Esta vez, no serían las circunstancias las que definirían su destino, sino ellos mismos.

—"Tomen mis manos. Vamos a regresar al pasado. Vamos a evitar que esto suceda. Todo lo que perdimos, podemos recuperarlo. El apocalipsis no va a ganar." —Cinco dijo con una determinación inquebrantable.

Luther, Diego, Klaus y Allison se miraron entre sí, y aunque sabían que esto era un salto de fe, que lo que proponía Cinco era un riesgo enorme, decidieron seguirlo. No podían quedarse allí, atrapados en el futuro que ya se había desmoronado, en ese vacío de pérdidas y tragedias. La única forma de salvar lo que quedaba de ellos, de salvar a Isabel, era arriesgarlo todo.

Tomándose de las manos, se unieron en círculo alrededor de Cinco, que se mantenía en el centro, concentrado. La energía de su poder era tangible, palpable, y con un impulso final, la realidad comenzó a distorsionarse a su alrededor. Los cielos se abrieron ante ellos, el aire vibró, y un sonido que no era de este tiempo comenzó a llenar el espacio. Como un resorte que se estira y luego se libera, el tiempo comenzó a retroceder, llevándolos con él.

Cinco cerró los ojos, sabiendo que esto era todo lo que podían hacer. Sabía que regresar al pasado no traería respuestas fáciles ni soluciones mágicas. Pero, al menos, tendrían la oportunidad de luchar, de evitar que las cosas llegaran tan lejos. Quizás, solo quizás, este viaje al pasado les daría la oportunidad de salvar a Isabel, de evitar que el apocalipsis los destruyera nuevamente.

Y entonces, como un suspiro que desaparece en la nada, viajaron. El apocalipsis, esa tragedia que había arrasado sus vidas, ya no tenía poder sobre ellos. Ahora, el futuro era incierto, pero al menos tenían una nueva oportunidad. Y con esa oportunidad, todo era posible.










.....
Que final, ¿No?

¨Sombras de lo que eramos¨Where stories live. Discover now