—¿Jeon Jeongguk? —murmuró, apenas creyendo lo que escuchaba.
Jeongguk sonrió, una mueca de sorna en su rostro mientras se acercaba con pasos lentos y seguros. —¿Quieres venganza, verdad? —su tono estaba impregnado de burla, sus ojos oscuros destilando una crueldad latente—. Aquí tienes un Jeon para que la cobres
—¿Y piensas que voy a creerte? —replicó el hombre, sus palabras teñidas de desprecio y dudas
Jeongguk encogió los hombros, una expresión de absoluta indiferencia en su rostro, mientras una sonrisa peligrosa descubría sus colmillos. —Quizás deberías reconsiderar tu linaje, Gwan. La sangre de tu hijo fue... decepcionante —susurró con desdén, lamiéndose los colmillos de forma lenta y provocativa, como una invitación velada a la violencia.
El hombre se enfureció, y en un arrebato de rabia, lanzó a Jimin contra el concreto una vez más, arrancándole un jadeo de dolor. El sonido despertó un destello de furia en los ojos de Jeongguk, quien observaba la escena con calma calculada, sus ojos oscuros encendidos de una amenaza latente, su sonrisa retorcida, casi diabólica
Había advertencias en las leyendas, advertencias que los humanos sensatos nunca ignoraban; no desafíes a los vampiros, no sin armas, no sin protección. Estos seres no eran simplemente depredadores; eran astutos, crueles, y sus mentes eran tan letales como sus colmillos. Enfrentarse a uno significaba sellar tu propio destino, y la muerte no era siempre la peor de las opciones
El hombre se acercó a Jeongguk, alzando su daga en un intento desesperado de amedrentarlo. La punta apenas rozó la pálida piel del vampiro, pero Jeongguk atrapó su muñeca con fuerza antes de que pudiera continuar. Le susurró al oído, su voz como una caricia helada
—Eres tan patético e ingenuo como tu hijo —musitó, sus palabras impregnadas de desprecio—. ¿Nunca te enseñaron a no meterte con un Jeon?
Lo que siguió fue un despliegue de violencia despiadada. Jeongguk lo torturó lenta y meticulosamente, cada golpe calculado, cada movimiento lleno de una frialdad inhumana. El hombre gritaba y suplicaba, pero Jeongguk no tenía prisa.
Era un castigo, un recordatorio de las consecuencias de meterse con lo que era suyo. Jeongguk lo desangró con lentitud, y finalmente, cuando el último rastro de vida se desvanecía en los ojos de su víctima, Jeongguk inclinó la cabeza y hundió sus colmillos en su cuello, drenándolo hasta que no quedó más que un cuerpo sin vida, una carcasa vacía que él arrojó al suelo con desprecio
—Cómo odio hacer esto —murmuró Jeongguk, limpiando la sangre de sus labios con una mueca de asco—. Sangre asquerosa
Un débil susurro rompió el silencio, apenas un aliento. —Jeongguk...
El vampiro se giró de inmediato, encontrándose con la imagen que desgarró su frialdad; Jimin, herido, sus ojos apenas abiertos, una línea de sangre fresca descendiendo por su mejilla, parecía arrancado de algún trágico lienzo. La furia de antes se desvaneció, dejando en su lugar una preocupación tan visceral que lo obligó a moverse rápidamente hacia él. Lo rodeó con sus brazos, sintiendo el cuerpo tembloroso del rubio aferrarse débilmente
Pero un calor húmedo en su mano lo alertó. Al mirarla, vio el carmesí de la sangre, sangre que no pertenecía al cuerpo sin vida de Gwan. Su atención se dirigió con horror al abdomen de Jimin, donde una herida profunda emanaba un flujo constante de sangre. Parecía que el segundo corte de Gwan había sido fatal, desgarrando carne y tejidos con una precisión brutal. Además, un hilo de sangre manchaba el cabello dorado de Jimin, señal de un golpe en la cabeza, mientras que el tajo en su mejilla latía en un rojo vivo.
Por primera vez en siglos, Jeongguk experimentó un miedo que lo paralizó. Su mente racional, su frialdad vampírica, todo se desmoronó al ver la vida escaparse de su ángel.
Sin perder tiempo, lo levantó en sus brazos, el corazón en un puño, y comenzó a correr. No podía dejarlo ir, no de esta manera. Si había un lugar donde salvarlo, iría allí, aunque tuviera que sacrificarlo todo
—¿Por qué? —murmuró Jimin, su voz apenas un susurro entre jadeos de dolor—. ¿Por qué te fuiste?
Jeongguk tragó, sus ojos oscuros llenos de una angustia que ni él mismo entendía. —Lo hice para protegerte, Jimin... —su voz era un susurro quebrado.
Jimin soltó una risa amarga, débil, temblorosa. —¿Y funcionó? —replicó con la ironía de alguien que estaba al borde de la muerte—. ¿Por qué no solo me dejas morir? Ese... es mi destino
—No hables, cariño —le rogó Jeongguk, desesperado, cada palabra arrancada de su alma
—Jeongguk... tengo sueño —susurró Jimin, sus párpados comenzando a cerrarse
El pelinegro se detuvo, sintiendo cómo el pánico lo envolvía. Era una sensación desconocida, una desesperación cruda y abrumadora que lo hacía temblar. Por primera vez, el vampiro que había visto siglos de vidas apagarse, de sueños perecer, sentía verdadero terror ante la idea de perder a alguien que era más que su presa, más que una simple atracción pasajera
—No, no... Ángel, cariño, no te duermas —le susurró, acariciando suavemente sus mejillas, buscando mantenerlo despierto, aferrándose a cada segundo que le quedaba
Jeongguk corría sin detenerse, cada paso le costaba un esfuerzo descomunal, pero no podía permitirse perderlo. Jimin era su refugio, su paz, el único ser que había hecho temblar la oscuridad en la que se había sumido hacía tanto tiempo. Y si tenía que arriesgar todo, incluso su propia vida, lo haría sin dudar
—Te amo... —Jimin apenas lo susurró, sus labios entreabiertos en una sonrisa frágil
Jeongguk sintió cómo el mundo se desplomaba alrededor suyo. —Yo también te amo, Jimin... pero por favor, no cierres los ojos, no ahora —suplicó, su voz entrecortada mientras las lágrimas comenzaban a rodar por su rostro. El vampiro, el cazador eterno, lloraba, sus emociones desenfrenadas y crudas
Finalmente llegó a su destino, una gran mansión en las afueras de la ciudad. Al entrar, fue recibido por su hermana, quien lo miró con una mezcla de sorpresa y horror
—Jeongguk... —su voz tembló al ver la sangre en sus manos y el cuerpo herido de Jimin
—¿Dónde está papá? —gruñó el pelinegro, su tono desesperado—. ¡Maldita sea, dónde está!
Como si respondiera a su súplica, una figura imponente emergió de las sombras del salón. Su padre, el legendario sobreviviente de los Jeon, cuya presencia emanaba una autoridad casi divina, se acercó con calma. Era alto, de semblante severo, con ojos oscuros y profundos que parecían leer los secretos del alma de cualquiera que osara mirarlo. El vampiro observó a su hijo, y por primera vez, sus ojos se abrieron en sorpresa al ver a Jeongguk llorando, sosteniendo el cuerpo mortal de Jimin entre sus brazos
—Padre, por favor... ayúdame
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sinners; km au
خيال (فانتازيا)¿Qué era el amor, si no un pecado sublime? Jimin nunca había conocido aquella devoción, que decían se sentía como un veneno dulce en las venas, un vínculo eterno que superaba la vida y la muerte, no, hasta que lo conoció a él... ¡ ACLARACIONES ! ☆}...